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Alkyonides, las islas buenas

Los lugares no existen si no estoy en ellos. Esta especie de enunciado cuántico podría ser transformado por las redes sociales en: los lugares no existen a menos que yo me haga una foto en ellos. Y así se multiplican hasta el infinito las mismas instantáneas sujetando la torre de Pisa, aplaudiendo la puesta de sol desde Santorini o haciendo el signo de la victoria ante un elefante africano. Pero para completar la paradoja, falta la segunda parte de la sentencia: los fenómenos no existen si no los observo, pero los transformo por el mero hecho de mirarlos, por lo tanto, ya no son lo que eran antes de que yo llegase. Si extrapolamos esto al fenómeno del turismo, podríamos llegar a la conclusión de que los lugares son más auténticos si los admiramos en una postal antigua, mucho antes de trasladarnos a ellos. Y cuanto menos, deberíamos aprender a visitarlos de puntillas, para dejar poca huella de nuestra presencia y darle alguna posibilidad al gato, el de Schrödinger, de sobrevivir.

En Grecia hay unas 6000 islas; sí, 6000; pero en los folletos turísticos apenas nombran unas 100, afortunadamente para las olvidadas. Hay una gran cantidad de islotes y pequeños archipiélagos, donde los pescadores o los monjes eremitas, retirados de todo contacto humano, conviven con los peces y las aves, en un universo peculiar que poco tiene que ver con la vorágine de aviones que se ciernen sobre sus cabezas y barcos que rompen la quietud de sus cristalinas aguas. Pero también tienen sus interesantes historias escondidas.

Las Alkyonides, también llamadas Kala nisiá, o islas buenas, son un conjunto de islotes en el golfo de Livadastro, a su vez, dentro del golfo de Corinto. Siempre me ha atraído este entorno desierto, porque las imponentes montañas caen a plomo sobre el mar, hasta profundidades que no mide la sonda del barco, y da la sensación de estar colándote por un sumidero que conecta con el centro del mundo; mares extraños, montes extraños e islas extrañas que dan intriga a la navegación. De hecho, en este punto se localiza el epicentro de los mayores terremotos que han sacudido el Ática. Así que cuando hemos dejado caer el ancla he notado un humor agrio que subía por la cadena, como si alguien tirara de ella para engullirla y no dejarla salir nunca más. Dicen que en Delfos estaba el ombligo del mundo, el Onfalos, pero quizás erraron unos kilómetros la situación exacta del agujero por donde bajar al núcleo terrestre, o eran varios los ósculos profundos y enigmáticos; sea como sea, creo que estamos en uno de ellos.

Las Alkyonides parecen terrones flotando en el mar, trozos de magma bruno que surgieron de las profundidades y que con el tiempo dejaron crecer algunas pajas amarillentas. Serenas y hermosas, parecen enormes boñigas de un burro olímpico; pero es que en eso reside su secreto, en la simplicidad de sus elementos y en la naturalidad y el desparpajo con los que asoman a la superficie. En su encuentro con el mar se transforman en playas de guijarros negros, con unas aguas tan trasparentes que dejan duda de su existencia. Alguna casa permanece en pie con su tejado vencido por lluvias y terremotos, pequeñas barcas de pesca que vienen y van a la piscifactoría cercana y que se refugian entre unas piedras que hacen la función de puerto. Arriba, un monasterio cuidado pero deshabitado, con un letrero que indica que la entrada está prohibida. Leo con tristeza, en un blog griego, que algún visitante desaprensivo ha deteriorado o incluso robado algunos de los iconos de la iglesia y por ello no permiten la visita. Al final el gato, no está vivo ni muerto, sino desesperado de que le miren tanto y con ganas de que le dejen en paz.

Tantos años navegando por aquí, en demanda del canal de Corinto, y siempre nos habíamos quedado con las ganas de parar en las islas buenas. Es el mal del trotamundos, determinar un destino y pasar por los sitios con antiparras, para no tener que detenerse en los detalles que perturban, donde en realidad reside la esencia del viaje.

Creo que Hestia era la diosa de la paciencia. Posiblemente gracias ella, la calma matutina nos permitió acercarnos al Hereion de Perahori, en el continente,  y bajar nadando por turnos; las enormes profundidades no permiten el fondeo. Esa sensación de zambullirse en aguas frescas con el templo de Hera al borde del mar, no es algo que se consiga todos los días, ni que se plasme en las fotos, solo son recuerdos que guardará nuestro espíritu a buen recaudo para desempolvarlos cuando sea necesario. Y como último regalo de la providencia, seguimos la costa hasta que la montaña se resquebrajó en una pequeña garganta, donde el agua corría a tal velocidad que casi hacía imposible progresar con la barca, y nos adentramos en el lago de Vugliasmeni, que se abre como se abren las tapas de un cuento, dejando al descubierto sus sorprendentes y blancas playas y sus agradables tabernas frente a un mar quieto y a una tierra arbolada.

Un mundo dentro de un mundo y escondido en otro mundo. Esa es la alegría de Grecia; siempre hay una remota posibilidad de que cuando mires, el gato siga vivo.

10 comentarios en «Alkyonides, las islas buenas»

  1. iiDientes, dientes, dientes!!. Anuska, cada vez que leo tus viajes en el blog se me ponen los colmillos del tigre dientes de sable y me voy a la cama rayando el suelo. Sabes mi vicio de corretear por las cartas náuticas y leerme todos los derroteros que caen en mis manos, y esa zona me lleva apeteciendo desde siempre, sobre todo por ser paso obligado hacia el Egeo. Algún día caerán.
    Un beso muy gordo y no dejes de contarnos vuestras andanzas.
    Viriato

  2. Hola
    gracias por tus narraciones , precisamente tengo que pasar en <octubre por Corinto hacia España y pensaba para en Galaxidi y Trizonia, ahora ya tengo una parada mas, a este paso espero llegar antes del invierno ya que hay tantos bellos lugares en este trayecto.

    <saludos desde Ibiza , willy

    1. Cuidado con la cartografía de la zona, no está muy bien detallada en los fondos. Y cuidado también con las corrientes, es un saco de golfo dentro de un golfo, así que a veces son importantes.

      Buen viaje y gracias por pasar

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