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Coplas de barcos y vinos

La Maga siempre ha presumido de llevar excelentes argonautas en sus aventuras. Yo no la desdigo, pues ella es más sabia que yo. No suelo contar cosas acaecidas en los viajes, pero esta vez sucedió algo entrañable y merece su particular mención. Me ceñiré a la verdad todo lo que la discreción me permita en esta historia marinera, que irremediablemente acaba convirtiéndose en cuento y fantasía, porque la literatura es una ilusionista, como la Maga, y le gustan los devaneos. Para acabarlo de liar, aparecieron las sirenas, emergidas del fondo, escondidas en la carena del barco, componiendo cantos que nos cegaron y nos hicieron confundir la realidad con el sueño; algo normal, por otro lado, en aguas de Grecia. Así que tomároslo como un sainete y juzgad según vuestro criterio lo que merezca o no ser tomado por cierto.

De todos los mensajes, me interesan más aquellos que se mandan sin destinatario concreto, sin esperar a que alguien los lea. Y el circunstancial receptor, sin verle la cara al autor, debe imaginar su aspecto, sus escenarios y las razones que le llevaron a enviar esas misivas anónimas. Así, el lector se siente en la necesidad de realizar un esfuerzo intelectual que hace más transcendente el contenido.

Hace algunos meses hablaba de las botellas lanzadas al mar. Misivas de desconocidos que han viajado sobre las olas para que otro las encuentre y recupere sus aventuras. También viajé hace un año al Cabo de las Letras; allí donde los marinos, salvados de terribles temporales, dejaban grabadas para la posteridad sus súplicas, sus terrores, sus bendiciones y sus ofrendas. Como cartas venidas del inframundo que nos recuerdan que el mar, ese temible universo, nos permite comunicarnos en el espacio y en el tiempo sin poner matasellos a las cartas.

Esta historia comienza con unos marinos y acaba con unos poetas. Así es de procelosa la mar que une a unos con otros y los lía para siempre.

Tuve el honor de navegar con unos grandes capitanes de la marina mercante que, con ecos de Conrad y Kavadías, me contaron sus hermosas aventuras por todos los confines de los océanos. No hay historias comparables a las marinas y prueba de ello es que todos vamos buscando a Homero en cada bahía, para saber más y más de aquel rico en ardides que sufrió mil peripecias antes de poder regresar a su tierra. Por circunstancias de la vida, estos navegantes retirados habían coincidido en acabar sus singladuras en La Roqueta, Palma. Aprendí tantas cosas escuchándolos que no puedo sentir más que privilegio al compartir con ellos bordos y vientos. Rendimos viaje, desembarcaron, nos despedimos y quedó a bordo bastante vino del que habían comprado en la cooperativa de Lefkada. Digamos que una crátera entera, pues suena más romántico.

Pasaron los días y llegaron nuevos tripulantes a llenar el vacío de La Maga. Esta vez el ambiente era más literario, con profesores de clásicas, traductores y poetas. Yo les invité a beber el vino de las bodegas del barco y ellos accedieron encantados, dando loas a la anterior tripulación.

Sucedió una noche de calma redonda. El mar apenas se movía en la orilla, dejando los guijarros limpios y relucientes. Allí dispusimos sillas y mesa para cenar. Fueron cayendo las jarras de vino y alguien tuvo la idea de dedicarle unos ripios a los generosos marinos. Todo empezó como un jolgorio del tipo: corazón va bien con melón, camión, jamón, tesón, un dron… Pero, afortunadamente, la mano experta en el arte de la poesía puso empeño en guiar nuestros pasos y no dejar aquello en puro desvarío.

–¿Vino con que rima?
– Con fino, chino, filipino, pingüino.
–Con tocino.
–¡Seamos serios! –dijo la autoridad.

Debimos cabrear a algún dios con nuestras voces y se abrieron las montañas dejando escapar un fuerte céfiro que agitó las aguas. Las olas se iban empinando y mojaban nuestros pies. Las barquitas, que andaban pescando, se retiraron cagonas a sus puertos, balanceándose peligrosamente y haciendo un ruido de diablos perseguidos. Al cabo de media hora nos reíamos empapados; el mar rompía, bañando vasos, manteles y platos. No hay vino más inspirador que el salado, porque tiene un sabor sorprendente, y esa sorpresa agudiza el ingenio. De ese salitre y esa noche nació una coplilla desgarbada que nuevamente fue puesta en orden y remodelada por la poeta, para darle hermosura y sentido. Quedó así de alegre:

DITIRAMBO A LA BUENA PRAXIS DE LA MARINERÍA

Navegantes llegados desde Palma,
vuestro vino nos ha bañado el alma.
Baldeasteis La Maga con rocío
como el contramaestre os ordenaba;
baldeamos con blanco ‘de grifillo’
la bañera de nuestra Capitana.
Con prosecco brindamos al final:
ni una gota quedó para guardar.
Es difícil hacer rimar el ουζο
(no queremos meter a ningún ruso),
pero apuramos bien vuestra botella
y viajamos casi por las estrellas.
Si lo pensamos bien, el ουζο es Muso:
Ana un ‘café trifásico’ compuso.
Boga alegre La Maga. ¡Mira, mira,
Dioniso, ya colega, nos inspira!
Se escurren por la popa los enojos
y el ponto que era azul se vuelve rojo.
Brindamos, pues, por todos los marinos
que nos cargan el barco con sus vinos.

Mandé el poema a Palma, siento decir que por WhatsApp, por no tener botella a mano, y a ellos les hizo gracia. Así que, con el permiso de todos, he compuesto este relato con el mayor cariño y discreción que me ha sido posible. Y con el agradecimiento a todas las historias y cantos que habéis dejado escritas en la estela de la Maga. Retazos, como diría Seferis:

«de aguas que dejaban en las manos
el recuerdo de una gran felicidad».

Gracias a todos por enseñarme tantas cosas. Qué los vientos os acompañen en vuestro inacabable viaje a Itaca.

La Maga, fondeo con viento

12 comentarios en «Coplas de barcos y vinos»

  1. Coño Anuska, a esta historia pocos epítetos pueden añadírsele. Vino y barcos. Barcos y vino. ¿Hay mas? Ya se lo dejó Pompeyo en el tintero cuando soltó la manida frase de “navegar es necesario, no es necesario vivir”… ¿y el vino que? ¿No es necesario? Que se lo digan a Jack London, que a pesar de buen navegante y escritor, le arreaba al “morapio” y al zumo de cebada fermentado cosa mala y mira que bien rellenaba páginas. Éste, igual que tus amigos marinos mercantes, también debía de contar historias cojonudas a la sobremesa.
    Bueno compañera, a ver si nos vemos pronto alrededor de una buena botella de vino. Buenos vientos y un besazo.
    VIRIATO

    1. Ya imagino que tú hubieras hecho un poema más largo que El cantar del Mío Cid, si con vino y barcos te inspiraras.
      También bebíamos agua, que aclara las gargantas y el canto de las sirenas, no creas.

      Un abrazo y ya me contarás del Caribe

  2. Apasionantes tus historias marinas, además de Preciosas. Y qué bonito las barras! Un gusto leerte.
    De una navegante ex-alumna tuya, que añora como el que más volver a navegar 💙

    1. Hola Marta. Es un placer que entréis por aquí los alumnos y compañeros de aventuras. Para cumplir los sueños no solo hay que desearlos, sino ponerse cabezotas. Así que a navegar…

      Un abrazo

  3. Hacía tiempo que no podía observar con tanta nitidez a los Siete Bueyes tirando del Carro para hacer girar la Esfera alrededor de La Polar. Navegar siempre es un placer, pero en esta ocasión se convirtió en algo mágico. La Maga nos lo transmitió, sobre todo gracias a quien, con buen tino, ordenaba los rumbos con los que arribar a Ítaca, principio y final de toda travesía.
    Muchas gracias y ¡buena proa!

    1. Hola, Miguel. Ya sabes, Itaca fue la disculpa pero no el fin. Por el camino encontramos cosas que no pensábamos que existieran y son las que enriquecen el viaje. Le preguntaré a la Maga que es lo que cree ella, pero conozco su respuesta: deja siempre a tu izquierda aquella que nunca se baña en el mar. El clavo del mundo, la llamaban los chinos. Finiké (fenicia) los griegos. La Polar y su fiel boyero dando vueltas infinitas.
      Un abrazo muy grande

  4. Hola Ana y todos, disculpa que he tardado en contestar. No me gustan mucho las redes sociales, aunque San Google y San Youtube me solucionan algunas cosas, y al César lo que es del César.
    Gracias por este entrañable viaje, con buena comida, tranquilidad, magníficos baños y fondeos, el viiiinoooooo, y sobre todo la agradable compañía de la que hemos disfrutado.
    Espero encontrarte en alguna otra singladura de nuestras vidas, pero aunque no sea así ya formas parte de mi vida por este magnífico recuerdo que tengo en el corazón.
    Bicos e unha boa aperta

    1. Hola, Luchy. Perdona tú también porque he tardado en responder tu comentario, hacía tiempo que no entraba en el blog. Gracias por dejarme entrar en tu corazón de esa forma tan agradable que es navegando por los mares griegos. Y ya sabes lo que dice la copla: Marineros venidos desde Palma, vuestro vino nos ha llegado al alma….

      Muchos Bicos y amables proas para vosotros

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