Cuando te aproximas con el barco te da el pálpito de que ves una tierra nerviosa, un filete entreverado de fibras y ligamentos difícil de masticar. Debe de ser su color pardo surcado de caminos quebrados que suben a latigazos, o las vallas y linderos de piedra de las propiedades que dibujan un entramado de formas sorprendentes; ya sea en círculos, ya sea en cuadrados o en figuras irregulares de las que a veces sale un cuerno insolente que se adentra en propiedades vecinas. La posesión de estos campos baldíos, a los que nadie en su sano juicio debería dar mucha importancia, fue fuente de graves conflictos y luchas intestinas entre clanes familiares. Me huele que dichas cuitas no deben de estar del todo solucionadas pues algunos terrenos se ven socarrados por el incendio, mientras que los vecinos están intactos; no parece nada serio pues aquí el fuego se extingue por aburrimiento y se apaga sin que nadie lo mire.
El faro del Ténaros en la punta más meridional; que nosotros memorizábamos cómo Matapán; tiene el castillete pintado de un color turquesa, amable y luminoso para sosegar al asustado navegante, porque aunque los montes son malos, los mares peores y los vientos racheados hasta la locura, la procesión de mercantes que transitan de una parte a otra del Mediterráneo es eterna y ahí está él para guiarles a buen puerto. ¿Cuál? Le preguntaría yo, porque si algo le falta a la zona es un puerto abrigado. Pero ¡que se le va a hacer! Si quieres conocer el Máni profundo tienes que ser paciente y esperar al buen tiempo. Veníamos dispuestos a ello.
En las proximidades del faro hubo un oráculo bastante importante que los espartanos venían a consultar antes de la salida de las naves. El lugar albergó también un templo de Apolo que luego fue uno de Poseidón y por último una iglesia bizantina; dioses diferentes, los unos sobre los otros y las piedras cambiando de culto a capricho de los fieles. Abajo los barcos navegando en fila, siglo tras siglo. El día era el perfecto para poder fondear a sus pies y visitarlo, aunque no hace falta decir que poco queda que dé pistas de cómo fueron los templos o la iglesia. Dejamos caer el ancla sobre una arena suave produciendo una polvareda en el fondo que atrajo a todos los peces buscando el alimento que dejaba al descubierto la nube de granitos plateados que levantaba el fondeo. El color del mar hacía juego con el castillete del faro, a manchas azules y turquesas. Los pocos visitantes acababan indefectiblemente lanzándose al mar para refrescarse y nadaban entre las barcas, escondiéndose del sol y flotando en la calma.
El recinto se encuentra abierto y estaba casi vacío, tan solo una pareja de inglesas victorianas, con sus pamelas sujetas con lazos, paseaban dando traspiés por las rocas y exclamando ¡Oh my God! a cada momento. Supongo que no entenderían que en el hotel les hubieran interrumpido la partida de bridge para traerlas a este sitio pedregoso, sin carteles, sin guías y sin tienda de suvenires; se hicieron dos fotos y salieron despavoridas en busca de una sombra. Pero a mí me pareció un privilegio sentarme sobre estas piedras calientes a contemplar el infinito y alcanzar ese estado de bienestar nutritivo que producen los templos griegos destruidos hasta sus cimientos. Debe de ser la posibilidad de ensueño que origina el imaginar lo que allí había, pero quedarse ahí quieto y en silencio es un masaje del alma.
Dicen que el Homo sapiens inventó las religiones como medio de supervivencia colectiva, pero también que fue la primera especie en la evolución capaz de ello por que sueña, con sueños elaborados, a diferencia de otros homínidos. Allí estaba ese lugar que lo transmitía todo con una paz total. No tuve más remedio que ofrecer un sacrificio en el redondel del oráculo frente a la gran pitonisa del Ténaros.
La verdad es que en la foto se te intuye una cara de coña, que vaya usted a saber el que, al fin de cuentas, te devuelva la diosa de tus plegarias. Al leerte me he acordado de Ramiro, del libro que me aconsejó leer sobre El Mani. Para mí esa zona se quedará para siempre ligada a su nombre, lo que no me parece mala cosa.
Mil besitos
Viriato
La coña era con el que hacía la foto, ya te puedes imaginar.
Si, recuerda a Ramiro, aunque él no estuvo nunca en el Mani; se le quedó pendiente.
Otro más aparte de los mil
Preguanta de cultura general:
¿Donde esta situada la cala en la que se ve a la Maga en la foto?
En el cabo Matapán. Luego lo busco y te mando las coordenadas.
Yo también estuve por allí hace ya unos cuantos años, aunque llegué por tierra y no por mar. Recuerdo el aspecto desolado del paisaje, tal como lo describes, y el azul intenso del mar (siguiendo la línea del cabo el Mediterráneo alcanza su máxima profundidad). Los antiguos creían que allí se encontraba una de las entradas al inframundo. Doblando el cabo hay una preciosa bahía, Porto Kayo, donde en una encantadora taberna, que no sé si seguirá existiendo, disfruté de una de mis mejores comidas en Grecia, en medio de un entorno espectacular. Todo idílico hasta que llegó un yate de superlujo, del que descendió una lancha motora que tiraba de un artefacto hinchable a toda velocidad. En un momento atronaron toda la bahía con el ruido del motor y los gritos de los ocupantes de esa especie de donut-split. Espero que no te encuentres con ellos y no te amarguen la travesía.
Un saludo.
En Porto Cayo he estado más veces pues es el único sitio de la zona que te da abrigo decente del mar y el viento. En cuanto a lo del yate, lo imagino<; no hace falta que los busques, el mar esta lleno de gilipollas en verano y te los encuentras en todas partes.
En cuanto a la entrada del Hades hay muchas, en cada parte de Grecia tienen una franquicia; yo no sé a quien creer ,ya contaré una anécdota.
Un abrazo, Juanjo
Mucho había que creer para acercarse a conocer el futuro a ese templo situado en medio de ningún sitio y rodeado de un desierto que casi espanta mas que atrae a los fieles.
En todo caso es en esos lugares inexplicables donde los sueños pudieran hacerse realidad.
Un abrazo. Ángel
Siempre me he preguntado por qué las ruinas griegas producen ese estado de armonía y luminosidad; no me pasa lo mismo con las romanas, aunque las puedo considerar grandiosas e interesantes nunca me sentaría allí a meditar. Creo que estos espacios están llenos de mitos, cuentos que se narraban en libros y que nos hacían soñar ya de pequeños. No es raro lograr oír el dulce canto de Orfeo en estos lugares.
Un abrazo para tí también.
Nunca he estado en esa zona de Grecia ni por tierra ni por mar. Así que me acabo de dar un paseo por el bendito google-earth para verlo mejor.
Parece espectacular ¡Que envidia me dais!
Y, desde luego, tiene todo la pinta de que por ahí se encañonan los vientos de todas direcciones. Al menos hoy tiene un buen flujo de noreste, bueno para irse hacia Creta.
Tengo ganas de la próxima entrega. A ver hacia donde habeis puesto proa.
Besotes
Hola Anita. No hemos hecho muchas millas este año y nos hemos dedicado un poco al Peloponeso, por el que siempre pasamos de largo, creo que vale la pena, sobre todo esta extravagante región del Mani. Ahora mismo estaba escribiendo la próxima.
Más Besotes