Los nombres de los negocios y establecimientos a veces son un poco pretenciosos, imposibles o desorientadores y nos hacen preguntarnos el porqué de dicho apodo, qué pensó su dueño y cuál fue la curiosa historia que llevó a la elección de semejante sello, pero no nos atrevemos a sonsacar, pues suponemos que puede estar harto de explicarlo a todo el mundo.
Una vez me encontré una carnicería que se llamaba, “Rosa de los vientos”, ανεμολόγιο en griego. El letrero de colores me intrigó y desafió mi imaginación, desde entonces no he cesado en buscar la relación entre ambos conceptos; carne y aire, chicha y corriente, músculo y céfiro. Con el paso del tiempo se me olvidó, pero volvió a resurgir con fuerza la pugna cuando me topé con una ψησταριά con el mismo nombre: Rosa de los vientos. Una ψησταριά es un asador de carbón, un tiovivo de pollos, corderos y tripejas enrolladas, girando hasta el aburrimiento, como gira el mundo, como gira el universo y el aroma irresistible de las piezas en el espeto ¿Sería por eso? La tierra al girar produce el viento, como las barras metálicas ensartadas de esas piezas apetitosas difunden los olores. No sé, puestos a emparejar, ya se sabe que es posible hacerlo con el tocino y la velocidad ¿por qué no entre chuletas y brisas?
En Syros volví a encontrar una “Rosa de los vientos” pero esta vez eran unos apartamentos de alquiler. Aquí el nombre estaría más justificado. Yo imaginaba una persona en el balcón, al punto del vuelo, con el cabello revoloteando, con el fondo del cielo y mar azul batido por el Meltemi de verano y los Nortes de invierno, hasta la demencia. Las Cícladas, al estar en el centro del Egeo son las islas más ventosas y en concreto Syros, que está en el eje del archipiélago, es la isla por la que todo tiene que pasar, hasta el viento.
Aunque algunos vientos reciben nombres locales, hay una especie de convención pan-mediterránea de denominar a los grandes vientos, los más comunes, de manera parecida a una parte y otra del mar. Situándonos en un punto central imaginario, intermedio entre Creta y Malta, los vientos se denominan según su procedencia. Así el Siroco es el viento del sureste, el que viene de Siria. El Gregal o Greco es el viento de dirección noreste, la actual Grecia. El Mistral, Maestro o Maestrale es el viento del noroeste, el viento que provenía del centro del mundo: Roma. Y el Libeccio o Libico, el viento que venía de Libia. Aunque yo siempre mantengo que pudo ser el revés, que alguno de estos vientos tenía ya de por sí tanta presencia y personalidad que sustantivaban a los países de donde provenían.
En Syros está la capital de las Cicladas; Ermoúpolis. La ciudad pierde el toque pueblerino de las islas cercanas y se hace más cosmopolita. Su puerto, en el centro del Egeo, llegó a ser uno de los principales tras la independencia de Grecia y se convirtió en el centro naviero y comercial del recién estrenado país. Tuvo uno de los astilleros más importantes y productivos que atrajo dinero y población extranjera. Cuatro años después de la emancipación de Turquía solo tenía una iglesia y un puñado de casas, a finales de siglo, las desnudas rocas grises y las playas de guijarros se transformaron en viviendas y calles para albergar una población de cerca de 50.000 personas, una ciudad cosmopolita dividida en dos colinas, con su barrio católico y su barrio ortodoxo. Cuando el Pireo tomó el relvo, a finales de 1800, Syros quedó convertida en una dama distinguida que vive de sus recuerdos y viejos tiempos, con sus elegantes edificios neoclásicos, hoy anacrónicos, como joyas inservibles y con un pretencioso teatro Apollo copia de la mismísima Scala de Milan. Con el declive naval de Syros, también se asistió a la caída y desaparición de los grandes veleros de carga y cabotaje, dejando paso al modernísimo vapor. Los mástiles se amontonaban en las esquinas sucias de los puertos mientras las chimeneas resoplaban orgullosas. El viento siguió siendo importante, pero ya no indispensable.
Hoy las tornas han cambiado otra vez y el puerto de Ermupolis vuelve a albergar a los numerosos veleros de alquiler, en la temporada estival, de tripulaciones de todo el mundo, que poco a poco ocupan los muelles y desplazan a los vapores y ferris. Estos también, amedrentados por la feroz fama del Meltemi andan día y noche consultando las previsiones meteorológicas y la fuerza de los vientos.
Debido a la categoría de su puerto marítimo, Syros fue una de las islas que más refugiados recibió tras la crisis de 1922, la expulsión de la población griega residente en Turquía y la quema de Esmirna. Algunos de los emigrantes trajeron su música popular que, enriquecida con otros elementos, convirtió a la isla en una de las cunas de la rebétika. Quisieron las musas que en la isla, en el barrio católico, naciera uno de los mejores compositores de rebétika de todos los tiempos: Markos Vamvakaris, Ο Μαρκος.
A la edad de 12 años, Markos, huyó de Ermupolis y desembarcó en un Pireo efervescente. El puerto de los expatriados y del lumpen, de las drogas y la prostitución; se sumergió en la melodía de un mundo que marcaría su vida para siempre. Fascinado por un hombre que tocaba el buzuki en un café, juró que si no aprendía a tocarlo en 6 meses se cortaría los dedos con una cuchilla de carnicero; instrumento que conocía bien por sus trabajo habitual como carnicero y matarife. La música era la única forma de redimirse en un mundo tan sangriento y sórdido. Compuso sus mejores canciones con los recuerdos de los aullidos del Meltemi en su isla natal y el chillido salvaje de las reses en el matadero de Atenas y nos dejó baladas tan hermosas como la que pongo más abajo.
Yo me conformé con haber encontrado el engarce entre los dos eslabones; la carne y el viento. Correspondencia que, aunque un poco endeble, me permitía descargarme de mi obsesión y respirar complacida viendo letreros sin preocuparme. Pero algún tiempo después, paseando por las calles me topé con una peluquería canina que se llamaba Ο Ανεμοστρόβιλος, El Tornado. Me desesperé al principio por la intriga, pero rápidamente me tranquilicé imaginando a sus clientes todos cardados, con sus pelos de punta, electrizados por el secador, los rabos enroscados, huyendo del salón de belleza, apresurados y dando vueltas alrededor del árbol más próximo en pos de cualquier meada como almas que lleva el diablo. Pues sí, es bastante descriptivo, yo misma lo habría elegido también.
Hola anuska, a ti te pasa con las carnicerías lo que a mí con las peluquerías, pero no las caninas, si no las de pueblo. Menudos nombres geniales que le ponen. Encontré una que se llamaba «Pelos», más descriptivo imposible. No recuerdo el nombre, pero… no hay una isla en el dodecaneso donde también comentaste que existían edificios neoclásicos?. Una en la que estuvieron los italianos. O me estoy haciendo un lío?
Oye, a la Chicuela de esta canción ya la habías puesto antes verdad? Lo digo porque está estupenda y me suena la cara.
Un besito muy gordo
VIRIATO
La peluquería «Pelos» me gusta; pero mejor «Pelos de punta», sería un éxito comercial.
La isla que dices es Leros, en el puerto de Lakki. Allí mandó construir el Duce, una ciudad con edificios racionalistas y ahora el pobre alcalde se quier cortar las venas porque no sabe que hacer con ellos.
La cantante; chicuela que dices tu; es Eleftheria Arvanitakis, es una de las cantantes griegas más conocidas en España; yo estuve en un concierto en Valencia. Ramon Trecet era muy aficionado a ponerla en su programa de Radio 3. Con la pila de años que hace de eso te puedes imaginar que «chicuela» no es.
Ni nosotros tampoco. Bueno, dejémoslo en «muchachuelos».
Besos, figuruela.
Gracias, Ana, por tus artículos.
He tenido el placer de llegar a Ermupolis en velero, que es como se disfruta llegando a cualquier isla, y es un lugar con mucho encanto, elgante, ordenado, y, a la vez, pero con ese aire de nostalgia que has explicado muy bien. Un lugar, con aire de pequeña ciudad, muy distinto al de otras poblaciones de las Cícladas.
Gracias por hacernos viajar por la hermosa Grecia.
Es una isla muy bonita, Syros, y además tiene mucha vida propia. El problema es que el puerto no es muy allá y hay algo de resaca con meltemi fuerte y con sirocos no se puede estar. Pero subirse a las colinas y mirar el ir y venir de los barcos mientras escuchas alguna del Bambakaris es la mejor forma de pasar la tarde.
Un placer el verte por aquí de nuevo, Esteban.
Vaya manera de desenrollar el hilo de A(riad)na para llevarnos hasta Siros y Vamvakaris, el carnicero rebetes. Nunca he estado en Siros, pero conozco algo de ese floreciente pasado del que hablas gracias a la literatura que, al fin y al cabo, es otra forma de viajar. Emanuel Roidis, también natural de Siros, fue un escritor del XIX que escribió algunos relatos inspirados en su isla natal, donde se refleja muy bien ese ambiente entre cosmopolita y provinciano de la capital de las Cícladas. Hay una traducción al español que hace ya tiempo comenté en esta entrada: http://didaskalos-juanjocastro.blogspot.com.es/2012/09/relatos-de-siros.html
Donousa, Simi, Siros… Da gusto recorrer el Egeo por las páginas de tu blog. Ya estoy esperando la próxima isla.
Saludos
Hola Juanjo. Roidis debió ser testigo de todo el estallido de la isla y su demografía, de los tejemanejes del dinero que corría en relación con el varadero y las cada vez más potentes navieras griegas y su relación con el poder. Sus quejas sobre la corrupción y el latrocinio son totalmente actuales; se dejó las compañías de suministro de energía, pero ahora seguro que les dedicaría un capitulo entero.
No es mi isla favorita, me gustan más tranquilas, pero sí en la que más veces he estado, quizás porque se encuentra en el centro y pilla de paso. Tiene un aire de decadencia que a veces te agrada y a veces te entristece; sobre todo el chafardeo de ciertos edificios como el de la opera que comentaba.
Lo bueno de Grecia es que tiene tantos contrastes que tienes donde elegir. Hasta encuentras en Leros un pueblo de arquitectura racionalista, mandado construir por el mismísimo Musolini, que se da de bofetadas con la arquitectura popular de las islas; el que le ponía de ejemplo en la respuesta a Viriato un poco mas arriba. Es como ir pasando por las diferentes salas de un museo.
Un abrazo
Hola Ana, por lo que a mi me toca, ¡¡ vaya nombre más bonito para una carnicería !! jejeje… No, en serio, la verdad es que es un nombre poco habitual para un establecimiento dedicado a la venta de chacinas…
Es curioso, aquí cuando sopla del Este yo digo que sopla «el seco de Siria» y el SE digo que sopla del desierto de Libia, mis hijas me miran con cara rara cuando digo esas cosas…
Y hablando de nombres de establecimientos, cuando hace años vivíamos en Donosti mi mujer iba a una peluquería que se llamaba «Kokomotz» en euskera podría traducirse como cabeza pelada, sin comentarios.
Una vez más gracias por traernos historias de tu patria adoptiva.
Muchos besos ( a menudo te mando besos y no nos conocemos, me tomo esa libertad.)
Tienes razón, Fernando, es casi un reclamo publicitario porque todo el que pasa se queda preguntando, como yo hice, el porqué del nombre; y ya que estas…pues entras a comprar chuletillas. Pero lo de cabeza pelada, no sé, en muy vanguardista. Yo no entraría por si las moscas.
A vosotros el Lebech os pilla de SE en vez de SW, tienes razón; pero ya sabes, como eran los romanos los amos del mundo ponían el centro del mar donde les salía del pie. Ahora con Trump ya perdemos hasta el centro del universo.
Por supuesto que besos ¡no faltaría más! Los mismos para ti. MUAC
«Comeduradecocoimportante» esa de explicar el porqué de las denominaciones! Habría que preguntar al autor qué proceso mental le llevó a tal resultado. Pero se perdería la fantasía!
A mí me pasa mucho con los nombres científicos de animales y plantas. A veces me preguntan por denominaciones que tienen que ver con los dioses griegos, por ejemplo, y me paso días dándole vueltas en mi cabeza o rastreando en los autores del bautizo, hasta que llego a la conclusión de que simplemente en su mente se produjo una conexión que nunca descubriré. Otras veces la encuentro. Ayer tropecé con este nombre científico híbrido griego-latín: oryktolagos cuniculus «liebre excavadora. Conejo». Entretenido pasatiempo.
Otro tema: Increíble la cantidad de islas griegas que dan ganas de visitar! Mi favorita, de las que conozco, es Milos. Pero mi mundo insular heleno se reduce a las accesibles en ferri.
Este verano voy a ir a Ikaria. Anduvimos escudriñando entre las «no tan turísticas» -aunque nosotros lo somos-, y finalmente allá nos vamos. Tienes alguna recomendación sobre ella? Al leer tus artículos me dan ganas de estar ya allí, aunque sea con el viento desatado!
Gracias por tus delicias en forma de artículos.
Pues seguramente el proceso mental del autor es de lo más tonto: porque sí. Y aquí estamos los demás intentando buscarle pies al gato.
Ikaría te gustará pero te volarás. ¿Sabes que se llama así por Ikaro? Vino a dar con sus huesos en la isla al querer acercarse del sol. Las malas lenguas dicen que se precipitó porque se le volaron las plumas. Ikaría es muy ventosa, pero eso también tiene su aliciente. Yo no pude estar mucho tiempo porque el puerto es muy malo; el barco te lleva a los sitios pero luego tiene una servidumbre de cuidados y precauciones que muchas veces no te dejan disfrutar. Es la isla más longeva de Grecia, hay quien dice que por el té que toman; en todo caso seguro que te lo pasas muy bien.
Un abrazo tocaya