No teníamos muchos deseos de volver a las Espóradas del norte porque estuvimos en ellas cuando solo eran unas islas anónimas; antes, mucho antes de que se hicieran famosas por una película y todo el mundo las descubriera de golpe. Pero teníamos un compromiso; eufemismo por trabajo; y estábamos resignados a tragarnos el Mama Mía que hiciera falta.Cuando las conocimos, era casi imposible encontrar un sitio en los puertos, pues estaba todo repleto de barquitas de pesca y debías pedirles por favor que te hicieran un hueco. Me acuerdo de llegar a Patitiri, el puerto de Alónisos, y tener que colocarnos cerca del ferry en la entrada. Todavía no había aparecido la primavera pero no hacía mucho frío. Estábamos sentados en la bañera del barco contemplando la tarde cuando se acercó a saludar el marinero que vigilaba el Ferry por la noche. Lo de siempre: ¿Bandera España? Sí, yo barco grande, conozco en Malaga, La Coruña, Cadiz. La cantinela de la generación que se embarcó para no pasar hambre. Con su poco español y nuestro peor griego de entonces, le invitamos a tomar un café y una copita, acompañado por una pastilla de chocolate para endulzar. No sé de qué chorradas hablaríamos, pero las horas pasaron volando; cuando ya se nos gastaron todos los dires y diretes se despidió, se metió la pastilla de chocolate en el bolsillo y nos dijo:
– Gracia, muchas gracias por la “parea”.
Es decir gracias por la charla, la pizca de amistad, las noticias de fuera, la compañía, el café, los recuerdos de mis viajes, el entretenimiento, el tiempo que habéis gastado conmigo. Todo eso quería decir esa frase escueta de ese hombre solitario que se iba; eso sí, con nuestro chocolate en el bolsillo. Me empezaron a gustar estos griegos; con desparpajo, pero a la vez sensibles de valorar las cosas simples.
De las Espóradas también recuerdo sus calamares; siempre he sido una obsesa de estos moluscos, mi comida favorita desde la infancia, cuando mi madre me preguntaba:
-¿Qué quieres que prepare para tu cumpleaños?
– Calamares en su tinta.
El recuerdo de aquellos trocitos aromáticos y ennegrecidos es algo que se pierde en la niebla cerebral, porque aunque mi madre los sigue cocinando de la misma forma, los animales no son los mismos ahora, ni saben lo mismo, ni tienen la misma textura, ni las aletas donde deben. Pero para mi sorpresa, todo un mundo de imágenes evocadoras explotó en mi boca al probar un ejemplar de las Espóradas cuando llegamos aquel lejano año. Fritos o a la plancha despedían un perfume que hacía volutas con mis recuerdos. En concreto había un sitio, en Stení Vala, un pequeño puerto de Alónisos, donde valía la pena ir solo para comer calamares; te servían el platazo y se acababa de golpe el olor a pinos y aliagas. Ahora, venía dispuesta a comer calamares hasta que me diera un cólico miserere.
Las islas no han cambiado mucho, afortunadamente, pero sí que algunas, como Skiathos, se han vaciado de contenido para dar cabida a los turistas; nunca lo entenderé; las barquitas han desaparecido para que amarren los yates y es imposible encontrar una panadería o una tienda en lo que originariamente fue el pueblo, las han trasladado al extrarradio y el bonito casco de callejas estrechas solo alberga habitaciones de alquiler, tiendas de ropa, suvenires, heladerías y restaurantes. Bastante desolado fuera de temporada. Todo es Mama mía: batidos, pizzas, excursiones, restaurantes y hasta en el cine local, un cartel anunciaba el pase tres veces por semana. Lo curioso es que la mayor parte de la comedia musical no está rodada aquí, si no en el Pelión; pero eso no importa al turista que reserva un viaje desde Estocolmo, mientras se graba las canciones de Abba en el Ipod.
También hay cosas positivas, todo hay que decirlo, como la recuperación del antiguo pueblo de Alónisos, antes abandonado en la montaña, que ahora tiene quien lo cuida y lo habita.
Tuvimos esta vez un tiempo infame y si de algo adolece este archipiélago es de buenos puertos para pasar el mal viento, el malo de verdad, ese que sopla con fuerza de temporal cada vez de una dirección; en todos los sitios nos movíamos como pulgas en una coctelera. Salíamos pitando de una noche incómoda, entre aguaceros, para ir a parar a otra noche de pesadilla. Yo en todos los sitios pedía calamares. Nada.
Perdí la esperanza, a base de empacharme a buñuelos refritos sin sabor; y lo peor, perdí la fe. Sumida en un mar de dudas barajé la posibilidad de darme a otros cultos de peces o crustáceos, pero cuando te entra la desgana y el desinterés ya es tarde; me convertí en atea y me resigné a un mundo triste de sabores uniformes; ya fuera pollo, huevo o calamar; de comidas distinguibles solo por su color. El mundo “burguer”, sin dioses ni héroes cefalópodos.
Fue particularmente desagradable la noche que pasamos en Patitiri esta vez, donde no pudimos bajar ni para dar una vuelta, los barcos íbamos y veníamos como peonzas y al vecino estuvo punto de saltarle el molinete por los aires por no ponerle a la cadena un seguro con cabo. Cada vez que el barco salía lanzado con la ola se tensaban las amarras y nos quedábamos vibrando y resonando como la tripa de un tambor. Habíamos dado una amarra de cabo acolchado en un costado y no una de las trenzadas; podrá parecer una chorrada pero al cambiarla, el barco dejo de pegar socollazos bruscos y comenzó un ir y venir acompasado,gracias a la elasticidad de la trenza; cuestan un potosí, pero en estos momentos agradeces
haberte gastado el dinero y constatas que una amarra buena es un cabo especial y no una
ganga o cualquier escota vieja que ahorre dos duros.
En el momento que amainó un poco la lluvia y aprovechando el viento del norte decidimos partir hacia el sur, a buscar mejores temperaturas. Antes de irnos, al hacer la compra, nos acercamos a un pesquero que se había abarloado al muelle a descargar y en el que los marineros vendían el rancho que les tocaba como parte de la paga. Tenían pescadito pequeño con muy buen aspecto, pero la posibilidad de freír a bordo con el tiempo que hacía no era algo a contemplar. Cuando ya nos íbamos, me hizo una seña con la mano para que esperara, se fue a buscar en uno de sus cubos y me enseñó un calamar; un hermoso ejemplar de piel de reflejos morados y rojizos, con unos ojazos penetrantes y brillantes de lluvia ¡con las aletas en la punta como un flecha de Eros!
Salimos de allí con cerca de dos kilos de calamares por una miseria. Me puse a limpiarlos enseguida y según los abría y les separaba sus tintas tersas y enteras me entró el perfume de la revelación. Y cuando los eché en la cazuela los reconocí de inmediato; volví a creer, me convertí de nuevo, recuperé mi fe y mi devoción.
Dejamos una traza de olor por todo el puerto y un lamento de los gatos congregados frente a la pasarela al soltar las amarras.
Me ha gustado mucho esta crónica, Ana, la escritura o el manejo de los tiempos entre otras cosas, pero además aquí tengo también devotos de los calamares. Y el dibujo, supongo que de Jesús, muy bien, parece que progresa con el aparato.
Se diría escrito en el reposo del hogar, lo pienso ahora…
Salud!
Mas que en el reposo del hogar, en el de un temporal que no nos deja bajar a tierra; pero ya en Lefkada.
En cuanto al dibujo, tengo que decirte que también tiene mi granito de arena, no creas:
¡Eso no! ¿Y ahora por que lo borras? Uy, ese color no sé yo… en fin, rompepelotismos variados.
Me uno a las alabanzas de don Ramiro, vente folios me leía escritos por ti de una sentada, como si fueran una fuente de de ricos calamares. Patitiri, la madre que le pario, una ola infame barría el puerto cuando llegamos y no había manera, ya no de amarrar seguro al Viriato, sino de bajar a tierra. Acabamos en el mulle de la entrada, aprovechando el hueco de uno que se marchaba, vamos, igual que en Serrano un sábado por la tarde ¡Sitio que ese es mío! ¡Y el día era precioso con un meltemi moderado!. Otra de abuelo cebolleta. En Skiatos me corrí una de las risas más divertidas de mi vida, gracias a una turbonada con lluvia incluida y un velero a barlovento de mi costado, en el mulle, suelto de amarras, en el que la conejo/propietaria salió zumbando a tierra, abrazada a sus retoños, gritando que aquello se hundía. Para acabar, estoy de acuerdo contigo, “mamma mia” ha hacho mucho daño a las islas, además de conseguir el milagro de haberse rodado… ¡en todas a la vez!
Besos
Viriato
Esto era a principios de Octubre, no puedo imaginar lo que será el verano en Skiathos intentando amarrar.
A mi ahora ya me escribe gente que dice que quiere ir a las islas de Mama Mia, sin especificar; menos mal que ya ha pasado la moda de la guerra de las galáxias , si no dirían que quieren ir con el capitán Han Solo en persona.
Un beso
No vi el musical. No vi la película y Meryl Streep me estomaga un poco (lo siento, soy así de raro) así que me considero libre de pecado para poder decir en voz alta que ¡estoy hasta las narices de los turistas de cine! Aqui se rodó el Cid, aquí Indiana Jones, y el entorno enloquece de espadas, sombreros o látigos.
En esta Málaga de mis pecados pasa algo por el estilo con Picasso. Todo es Picasso que al fin y al cabo aquí paso unos pocos años nada mas desde su nacimiento. Pastelerías, bares, restaurantes o menus y tapas se vuelven cubistas, azules o rosas.
Pero los calamares…eso es otra cosa. No soy muy de hacerlos en su tinta, pero rellenos, a la plancha con ajo y perejil y esas puntillitas fritas mmmmmmmmm.
Quimura, no me compares al Mama mía con Picaso; puestos , prefiero tomarme una pizza cubista que una Mama mía, si no hay más remedio.
Y en cuanto a los calamares , es que vosotros sabéis freír con tanta gracia que hacéis bueno al calamar de findus,
Lo de la tinta es una fijación infantil, siempre pensé que se mojaban los plumines en esa salsa para escribir.
Un abrazo
Jo! Al principio no me situaba con la película, creía que era la de… ahora no me sale, es una trilogía, la última rodada en Grecia, (amanecer, atardecer, anochecer,…) pero ya vi que hablabas de Mamma Mía. Pero, lo bueno es que al final conseguisteis unos calamares guay!!
ya me están oliendo….UMMM!!
¿Que peli es esa, yo no la he visto? ¿Una trilogía? Ya me dirás
Besos
Qué recuerdos… A pesar de mama mía, no me importaría nada estar ahora allí.
1000 besazos
VIRIATO
Bueno ya te mando los abrazos casi desde Grecia