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Enemigos entrañables. Héroes de la Vendée Globe

Hola de nuevo, tengo que pedir perdón por el paréntesis; a veces otras cosas me absorben y no puedo dedicarle todo el tiempo que quisiera al blog. Tengo muchas historias en el tintero, pero como siempre por estas épocas, y cada cuatro años, hay una que me emociona, como a tantos otros amantes de la vela y a los admiradores de la contienda heroica. Seguir leyendo y hablaremos de ello.

Cuando Homero narraba brillantemente las batallas, sus escenas estaban siempre dominadas por los grandes héroes; el calificativo héroe tenía unos matices de peso en la época y así ha llegado hasta nuestros tiempos, aunque cada día se le da menos importancia. Para Homero, el ciudadano corriente no podía tener un papel sobresaliente en sus historias. De esta forma habla Odiseo cuando reprime a Tersitas:

«Tú eres inútil y careces de coraje: ni en el combate nunca se te tiene en cuenta ni en la asamblea»

El coraje y el honor eran atributos indispensables para convertirse en héroe. El hombre corriente podía participar en las guerras, sufrir y morír en el campo de batalla, pero jamás entrar en la memoria y la fama. Es por ello que en sus poemas suele describir al detalle el linaje de los contendientes, como si tal currículo fuera esencial para merecer un lugar en sus versos.

Admiramos el valor en el combate, el agón de los griegos, de donde procede nuestra palabra antagonismo. Pero igual que para ellos el poseer buena dosis de arrojo era inexcusable, podía ser execrable el juego sucio y la falta de empatía con el vencido una vez derribado.

Cuando pienso en esas dicotomías de rivalidad- amistad, me viene a la mente la película de 1987: El Gran Azul. En los años 60 y 70 del siglo pasado, los campeones mundiales de apnea Jaques Mayol y Enzo Maiorca, se enfrentaban entre sí, superando alternativamente cada uno los récords del otro. Sus actuaciones dejaban a los médicos de aquellos tiempos sin palabras, y llevaron el buceo en apnea a la atención del gran público. Amigos y rivales a la vez, las motivaciones de los dos deportistas eran diferentes; mientras Jacques sentía desde niño un vínculo místico con el mar y los delfines, Enzo era un adicto al riesgo y a los desafíos. El francés, quien finalmente gana al italiano, se convirtió en el primer buceador a pulmón que superó los 100 metros de profundidad y fue considerado el padre de la apnea moderna. Esta preciosa historia de antagonismo y aprecio fue llevada a la pantalla por Luc Besson, convirtiéndose en una película de culto para entendidos y profanos: Le Grand Bleu.

La película se filmó principalmente en las brillantes aguas azules de Íos, Amorgós y Taormina. Pienso que su éxito radica en el ambiente idealista que acompaña al argumento. Rodada en unos oníricos tonos cerúleos que comprometen al inconsciente del espectador, para sumergirle en un caldo único de seres acuáticos, donde nadan tanto humanos como animales, plantas o bacterias. Y también es agradable el regusto optimista de que, en las más enconadas competiciones, los ganadores no solo lo son por sus logros sino por su humanidad; eso engrandece la lucha. Hay una escena memorable en la que ambos descorchan una botella de champan en el fondo de una piscina y brindan felizmente hasta que los tienen que sacar en camilla.

 

Pues, como decía al principio, este otoño, como cada cuatro años, tiene lugar una de las pruebas deportivas más duras, no solo para el mundo náutico, sino para cualquier vertiente de la competición humana. Estoy hablando de la Vendeé Globe, la vuelta al mundo en velero, en solitario y sin escalas.

La Vendée Globe es épica porque supone el aislamiento y la autosuficiencia en un medio tan impredecible como el mar. Es una sola persona la que hace las labores de patrón, tripulante, navegante, velero, médico, electricista o técnico en laminado. En todas las ediciones celebradas hay situaciones difíciles y algunas, desgraciadamente dramáticas. Las anécdotas sobrehumanas están a la orden del día; como coserse la lengua, empastarse una muela o permanecer en el interior de un barco volcado durante días.

La prueba ronda el límite de la resistencia física de un ser humano y también de la locura. Los navegantes se entrenan para dormir cortos periodos de tiempo e intentar descansar durante estos pequeños intervalos. El cansancio y la falta de sueño se van acumulando y acaban produciendo alucinaciones.

El comienzo de esta chifladura data de 1968, cuando nueve marineros de todo el mundo se lanzaron a dar la vuelta al mundo a vela equipados con un sencillo sextante para el posicionamiento y una radio para comunicarse; incluso algunos ni eso, como Bernard Moitessier que prefirió embarcar un tirachinas para lanzar mensajes a otros barcos.
Bernard Moitessier lideraba la regata cuando, de vuelta a Europa, decidió dar otra media vuelta más al globo terráqueo y seguir navegando hacia Polinesia, renunciando a su trofeo. El hombre, que se convirtió en icono de todos los navegantes, escribiría en un papel, que hizo llegar a un mercante con el que se cruzó en medio del océano, lo siguiente: «Sigo, sin hacer escalas, hacia las islas del Pacífico, porque soy feliz en el mar y quizás para salvar mi alma».

También hubo impostores en aquella mítica edición, como Donald Crowhurst que construyó un trimarán y se apuntó a la prueba sin saber bien lo que hacía. Pasó semanas en el Atlántico Sur mandando falsos informes por radio en los que relataba navegaciones ficticias. Sin controles por satélite que revelaran su posición, no hubo sospechas por parte del público que le seguía. Pero él sabía que su travesía imaginaria jamás resistiría un análisis serio en tierra firme. Siete meses después de salir de Inglaterra se arrojó al mar. Su barco apareció a la deriva, con la mesa de navegación repleta de las anotaciones de un hombre que, si navegó realmente, lo hizo por los mares de la locura. Para que existan héroes también tienen que existir desdichados ilusos.

Esta edición de 2020, y como no podría ser de otra manera, sigue generando leyendas. Cada día, los aficionados nos levantamos sobresaltados ante los nuevos incidentes de unos barcos; los llamados clase IMOCA; mucho más extremos y sofisticados que aquellos de 1968. Hoy, las embarcaciones consiguen volar sobre las aguas, persiguen el espectáculo y el dinero de los patrocinadores, y estos últimos, a su vez, buscan minutos en pantalla y publicidad.

Pero me gustaría centrarme no solo en la parte heroica, extraordinaria y loca, que se les supone a todos los participantes, sino también en la parte de humanidad y bonhomía. Esas historias imposibles de encontrar en Wall Street, ni en el mundo político, y desgraciadamente, cada vez menos en la vida cotidiana.

El pasado 30 de noviembre, el patrón del PRB, Kevin Escoffier, a aproximadamente unas 500 millas al Suroeste del cabo Buena Esperanza, vio como su barco se partía por la mitad. Intentó acceder al interior, pero solo consiguió rescatar su traje de supervivencia. Alertó a su equipo técnico a las 13:46 horas UTC de esa tarde de que abandonaba la embarcación, accionaba la balsa salvavidas y activaba la radiobaliza de localización por satélite, así como su baliza AIS personal, que funciona por ondas radio VHF de corto alcance.

El patrón más cercano a la posición de Escoffier era Jean Le Cam, que respondió de inmediato a la solicitud de la dirección de la regata de desviarse a la posición de Escoffier. Guiado por la dirección, Le Cam llegó a la zona y estableció contacto con Escoffier que estaba en su balsa salvavidas. El viento era de unos 35 nudos y las olas de unos cinco metros; en estas condiciones gobernar un IMOCA es realmente difícil, y más si consideramos que había que efectuar un rescate y subir un naufrago a bordo. Le Cam le gritó algo parecido a: «Viro, me preparo y ahora vuelvo».

Mientras maniobraba para acercarse a Kevin, Le Cam perdió de vista la balsa salvavidas y no pudo establecer comunicación por radio ni captar la señal del AIS, cuyo alcance se había reducido por el oleaje. Le Cam inició un recorrido, acordado con la dirección, de búsqueda y rescate por sectores. Manejar ese tipo de barcos en esas condiciones es una tarea titánica y extenuante. Cae la noche y Le Cam permanece en cubierta pensando que tendrá que esperar a la claridad del día para localizarlo de nuevo. Kevin se resguarda en su balsa pensando que, al fin y al cabo, ha sido una suerte que el viejo zorro de Le Cam estuviera cerca; nadie tan experimentado como él para rescatarle. Dicen que se echó a descansar un poco en el suelo de la embarcación de supervivencia. Mientras, los hombres comunes, los que nunca seremos héroes, dábamos vueltas en la cama.

Le Cam recapacita y no baja la guardia; piensa que en la noche es más fácil ver la luz parpadeante de la balsa. Y así fue, un destello fugaz. Se aproxima. Más destellos. Y al fin vislumbra la balsa entre las olas. Cuando se acerca al naufrago en el seno de una ola, Kevin pregunta: «¿Das la vuelta de nuevo?» Y le Cam le contesta: «Ni hablar, lo hacemos ahora mismo». Le lanza el aro con el cabo, Kevin lo agarra y se zambulle con él en el mar. Al fin consigue llegar a bordo e izarse, aun con la dificultad de su pesado traje de supervivencia y de la velocidad de arrastre del barco. Todos nos tomamos el café de aquella mañana muy aliviados.

Por un lado, la espectacularidad del rescate, por otro la entrañable escena de los dos contrincantes reunidos en la escueta cabina del barco. El asimiento de Kevin al cordón umbilical que le había traído de nuevo al mundo de los vivos, personificado en la cabeza de aquel hombre de melenas enloquecidas y mirada socarrona, que en el fondo era su enemigo. El barco se transformó en aquel momento en el más dulce hogar y Jean Le Cam en el más entrañable amigo que alguien puede encontrar en el fin del mundo.

La Tierra da muchas vueltas, como la Vendée Globe, y quiso la casualidad que en la regata del 2009 fuera Le Cam el necesitado de auxilio, cuando zozobró su barco al sur del cabo de Hornos. Fue precisamente el patrón del PRB de aquella edición, Vicent Riou, el que acudió en su ayuda. Le Cam, tras 16 horas atrapado en el interior del casco, pudo deslizar una banderita por uno de los pasacascos de su velero, confirmando que se encontraba con vida. Jean sobrevivió, con el agua al cuello, y logró abandonar el barco por una escotilla de emergencia dispuesta a popa.

Riou necesitó realizar cuatro aproximaciones para intentar el rescate. En la maniobra, ejecutada a vela y con fuerte oleaje, la orza del barco de Le Cam se enganchó y produjo la rotura del outrigger de babor del PRB , un tubo metálico que soporta el palo . Ambos patrones colaboraron en hacer reparaciones de urgencia para evitar que el mástil sucumbiera.

La empresa patrocinadora, PRB, solicitó a la organización de la prueba una indemnización de 750.000 euros por los gastos de repatriación y reparación del velero dañado. Era la primera vez en la historia de la vuelta al mundo en solitario y sin escalas que un sponsor exigía un rescate por los gastos derivados de una operación de salvamento.

La regata no ha acabado, todavía es tiempo para que crezca la leyenda. Es una lástima que no tengamos un brillante aedo que pueda plasmar en verso las gloriosas hazañas de estos hombres y mujeres que, no solo buscan la victoria, sino que sufren de una irrefrenable enfermedad que les hace vivir al límite por unos meses. Una inexplicable necesidad de hallarse en comunión con el gran azul, alejados de los seres normales que no merecemos la posteridad.

Si Homero siguiera existiendo, podría escribir algo como esto:

Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos,
que anduvo errante muy mucho después de participar en la vuelta al mundo;
vio muchos océanos y conoció su talante,
y dolores sufrió sin cuento en el mar, tratando
de asegurar la vida y el retorno de sus compañeros.

Jean Le Cam solo ha protestado por un motivo: Kevin Escoffier, que sigue a bordo hasta que lo desembarquen, está acabando con su comida. Clack, clack, clack, como siempre añade él al final de sus comunicaciones.

 

 

23 comentarios en «Enemigos entrañables. Héroes de la Vendée Globe»

  1. Hola Anuska. Cuanto se te echaba de menos. Pensé que nos habías abandonado y me sentía huérfano de sus escritos. Lo de estos hombres y mujeres, como bien dices, es impresionante, homérico, pone la piel de gallina ver a estos barcos navegar, pero cómo me gustaría estar en cubierta acompañándoles, te debe salir la adrenalina por las orejas. Lo que tiene que ser unas risas es meter ese barco en el pantalán… imaginas????
    Mil millones de besos
    Viriato

    1. No os abandonare jamás. :);)
      Es que a veces tengo otras cosas en el tintero.
      Te gustaría estar en cubierta ¡Te ibas a volar! Y por las orejas te iba a salir la adrenalina y hasta los pensamientos. Me encanta verlos , me parece una aventura sobrehumana, pero el tema velocidad en el mar me sobrepasa, me da hasta vértigo.
      Besitos, que ya queda menos para la paella.

  2. No sé qué puedes tener en la cabeza para estar en la cubierta de esos barcos a esa velocidad inimaginable, con esas rociadas de agua helada que les rompen la piel, esas noches y días infinitos en los que sólo deben pensar en sobrevivir y conseguir el objetivo final, no les puedo imaginar en tierra firme llevando una vida rutinaria; no son de este mundo….y me gustaría ver la cara de Homero, si levantara la cabeza y viera estas imágenes, ojos en blanco como poco, más o menos como me he quedado yo.
    Un beso Ana!!!

    1. Hola Isa. Bueno, Homero estaba acostumbrado a tratar con dioses y semidioses, lo de Escila y Caribdis le hubiera venido de perlas para describir los mares por los que navegan estos locos.
      Ya le comentaba a Viriato que en cubierta es imposible permanecer, a no ser que te ates, como Ulises para no hacer caso de los cantos de sirenas.
      Un besazo y esperemos mejores tiempos.

    1. Hola Anónimo. Claro, puedes compartir lo que quieras y donde quieras, lo único que te pido es que me cites cuando lo hagas, o mejor, que hagas un enlace directo al blog. En el fondo, los blogueros escribimos para que nos lean, así que encantada de que te haya gustado.
      Un abrazo, navegante

  3. Muchas gracias Ana. La verdad es que mi idea un tanto romántica de la navegación me hacía desdeñar la competición (quizá porque siempre he sido perdedor) pero, gracias a tu artículo quizá me reconcilie con estos, como tu dices, héroes modernos. Aunuqe me disgusta tanto rotulito en velas y barcos.
    Tan sólo una cosa, con tu permiso, me gusta mas hablar de rivales que de enemigos. Al enemigo se le suele odiar pues es la antítesis del amigo, al rival se le respeta e incluso se le admira.
    Pero genial como siempre. Gracias.
    Eduardo.

    1. Hola Eduardo. La competición honesta es beneficiosa, nos ayuda a superarnos y sacar lo mejor que llevamos dentro. Lo malo es la gente que basa su existencia en una constante competición. Como dice el chiste:
      -me gusta jugar y perder.
      -¿Perder? ¿No te gusta ganar?
      -Ah, ganar ya debe ser la leche.
      Muchas veces no encuentro palabras para sustituir términos que se repiten muchas veces en el texto. De todas formas, me he picado, y he mirado le etimología de «enemigos». Viene del latín y significa «no amigo», tampoco necesariamente rival o agresor.
      Un abrazo grande

      1. Hola Ana
        Creo que es mas acertado el término «rival» en cualquier competicion deportiva , los periodistas suelen usar mas el termino enemigo al querer ejercer un tanto de partidismo desde sus tribunas periodisticas .
        La prueba de que éstos no eran enemigos es su buena armonia estos dias de navegacion.

        Lo suyo seria que ahora Jean le cobrara a PRB un fee por el rescate y perdida de competitividad en carrera , aun no ha acabado ya que debe desembarcar en NZ.

        Por otro lado como decia Albert Bargués , esta regata a perdido parte de su esencia
        al estar ya muy mercantilizada y haber mucho dinero por medio. Como siempre hay intereses cuando hay intereses pecuniarios de por medio , las cosas pierden esencia y autenticidad .

        1. Hola Willy. Muchas veces me veo obligada a utilizar ciertos términos para no repetir otros, usar el mismo calificativo muchas veces no me agrada, buscando sinónimos no siempre se da con la acepción adecuada y los circunloquios pueden resultar pesados. De todos modos, yo creo que hay que perderle el miedo a la palabra enemigo, el no amigo; en cualquier buena competición dos rivales se disputan la misma hazaña, son antagonistas, siguiendo el sentido griego del término, son enemigos hasta que acabe la disputa, después vendrán los afectos.
          Yo también creo que la espectacularidad y esos barcos tan extremos deberían reservarlos para competiciones más cortas. El mérito de esta regata es ser una prueba de fondo. Pero ya sabes, los patrocinadores piden sangre en el circo y aquí estamos todos, pegados a la pantalla esperando ver cuantos han roto cada día. Pocos persiguen salvar su alma, como decía Moitessier. Pero sigue siendo apasionante y hermoso verlos correr.
          Un abrazo, Willy.

  4. Muy bonito artículo e impresionantes imágenes de la regata. Nosotros conocíamos mucho a José Luis Ugarte, Getxo en Vizcaya, que con 64 años participó y terminó la Vandée Globe de 1993. Fuimos a recibirle a Sables d’Olone. Era un tipo especial, fuerte en todos los sentidos. Su barco está en el Museo Marítimo de Bilbao.
    Gracias,
    Sylvie

    1. El Señor Ugarte fue todo un ejemplo para los españoles que adorábamos navegar. Yo sigo contando a los alumnos la vía de agua que tuvo y como la descubrió después de bucear en la proa y encontrar unos cables por casualidad que correspondían a la corredera. Eso se lo oí contar a él en una entrevista y también que estuvo pensando seriamente en la muerte. Era un gran hombre
      Un abrazo, Sylvie

  5. Hola Ana, como estás? que sorpresa encontrarte y que bonito el artículo, la verdad es que la VG es una competición de SuperHéroes, hay que estar hecho de otra pasta para enrrolarse en la que para mi es una verdadera aventura sobrehumana, y quiero remarcar con especial atención a las SuperMujeres participantes, que huevos mas grandes y tan bien embastaos, las admiro …!!!
    La verdad que son de otro planeta…
    Otro año que sigo «enganchado» a la VG, al igual que lo he estado otros tantos a la Maga, pero este año maldito no pudo ser, nos truncó los planes, aunque creo que de una forma u otra nos ha rasgao la vida a todos …
    Algo deberíamos aprender de todo esto…
    Un beso para ti y otro pa el «jefe». Susana y Carlos

    1. ¡Hombre!, pareja. Qué alegría veros por aquí. Sí, esta edición tenía a cantidad de patronas. Desgraciadamente, la favorita, Sam Davies ha chocado con un OFNI y ha roto un foil.
      De todas maneras, algo van a tener que hacer, ir a esas velocidades por el mar no es sensato, cualquier pequeño objeto produce un enorme impacto.
      Una pena que este verano no nos viéramos. La verdad es que había poca gente y estaban las islas muy hermosas. Os eché de menos
      Un abrazote

  6. Una muy agradable tertulia y el artículo soberbio ; tanta velocidad con barcos tan frágiles y con tantos objetos flotando por el mar , me parece muy arriesgado, por bocado nada todo al traste
    JoseLuis

    1. Yo no creo que sea tanto que haya muchos Ofnis, sino que esas velocidades arrasan con cualquier animal marino que encuentran a su paso, con los mercantes también sucede, pero ellos ni se enteran, con esos tremendos cascos. Yo creo que deberían cortarse, porque la prueba seguiría siendo igual de vistosa sin foils ni planeadas a 25 nudos. Pero ya sabes: That’s entertainment y la publicidad manda.
      Brindemos por los participantes porque siguen siendo héroes.
      Un abrazo y me alegro de que disfrutes y comentes.

  7. Muchas gracias, Ana. Precioso e interesantísimo. Me ha conmovido la referencia cinéfila. «El gran azul» es una de mis películas favoritas. Durante años el cartel de la marquesina del cine (me los regalaba un amigo de mi padre que era el encargado en uno de ellos cuando iban a retirarlos y tirarlos) me acompañó en mi dormitorio adolescente y juvenil. Aún tengo grabadas en la memoria las palabras que acompañaban el título en el cartel en su versión inglesa («Between what you know and what you wish, lies the secret of the big blue).
    Ha sido una gran alegría encontrarte por aquí de nuevo, Ana. ¡Te echábamos de menos! Estamos hambrientos de tus historias. ¿Sigues en Grecia? ¿Cómo están las cosas? Llegan tan pocas noticias por aquí. Un abrazo y mis mejores deseos para ti.

    1. Hola Leticia. Perdonad si desatiendo un poco el blog, pero preparo nuevas cosas y llevan su tiempo; pero ahora intentaré ponerme al día con todo lo que se ha quedado atascado.
      Estoy en España con mis trabajos de invierno, clases de náutica y otras lides. Ya sabes, δουλιά, trabajo, de donde viene nuestra palabra «dolor» 🙂 Bueno, sin exagerar, me lo paso bien con mis alumnos; no sé si ellos conmigo.
      Grecia está en confinamiento severo; solo puedes salir de casa por causas justificadas y mandando un SMS. Las peores cifras las dan al norte de Grecia, fundamentalmente en Salónica. No es tanto los números de contagios, sino la fragilidad de su sistema sanitario, debido a los recortes de los últimos años. Pero en las islas las cosas se llevan de otra forma; el hecho de estar aisladas ( sobre todo las que no tienen aeropuertos) las protege de estos males pandémicos.

      Un abrazo, Leticia y cuidaté.

      1. Muchas gracias, Ana. Entiendo perfectamente lo que dices sobre tus posibilidades de atención al blog. Yo también soy profesora. Sé bien de lo que hablas. Lo que llegue, bien recibido será. Leerte es siempre un placer. Dentro de la terrible gravedad, lo que cuentas de las islas es una buena noticia y responde a lo que deseamos. Soy consciente de la debilidad del sistema sanitario griego, por eso eran tan positivas y valiosas las buenas cifras que han estado teniendo meses atrás, cuando nuestra curva era terrorífica. Lástima que no hayan podido mantenerlas. Algo parecido ha sucedido en Portugal. Este virus es escurridizo y perverso; un gran viajero también, mal que nos pese. Ojalá sus medidas, aunque drásticas, sean eficaces. Ojalá esto pase pronto. Mis mejores deseos. Seguro que tus alumnos disfrutarán mucho de tus clases. Debe de ser un lujo tenerte por maestra. Un abrazo.

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