Había acabado de barnizar el suelo. La madera soltaba unos chispazos de brillo que me llenaban de orgullo y gratificaban esos días en cuclillas, mano tras mano, con la preocupación de que no cayera ninguna gota de sudor sobre el barniz, sobre todo cuando el cerco se iba estrechando poco a poco hasta acorralar al pintor de suelos en un laberinto sin salida. Ya solo me quedaba, antes de irme con el barco a trabajar, comprar un colchón para que cuando llegase mi chico tuviera donde dormir.
Como las medidas eran un tanto raras no tuve otra opción que encargarlo. El dependiente, con una gran sonrisa y tras una breve conversación a grito pelado por el teléfono, me aseguró que tardaría 3 días. Perfecto, pensé, tendré tiempo de sobra para llevarlo y prepararlo todo.
No me extrañé de que a los 3 días no hubiera llegado nada. No me preocupé porque a los 4 días tampoco. Intenté tranquilizarme cuando a los 6 días el camión no daba señales de vida. Y me desesperé el día en que tenía que zarpar, sin que el colchón hubiera aparecido. El dependiente, y su sonrisa, se encogían de hombros con un “así es la vida” que no daba lugar a mi cabreo, pero sí a mi ¿ahora qué?
– ¿Cómo le digo yo que no tiene sitio para dormir?
– Pues yo te cuento lo que vamos a hacer: cuando venga que me llame y yo le espero con el colchón.
– Pero llegará en el autobús de la noche.
– Pues se lo dejaré en la taberna de mi primo que está el lado de mi casa. Que se pase por allí y lo recoja.
– ¿En la taberna?
– Sí.
– ¿A las 2 de la mañana?
– Bueno, es una taberna.
Tendría que resignarme a lo que deparaba el destino, pero el problema más gordo era que no sabía cómo explicarlo sin perder la compostura.
– Ha habido un pequeño retraso… en fin que cuando llegues…esto… coges el coche y pasas por Geni. Ahí hay una taberna donde encontrarás el colchón.
….
– Lo mejor es que le llames antes para que te lo tengan preparado.
….
– Yo te dejo en el coche los datos de la taberna, el teléfono, el nombre y las medidas del colchón; por si acaso hubiera varios.- Me costaba contener la risa.
– Si no hay otro remedio.- Por fin se había roto el silencio suspensivo.- Diles que por lo menos vigilen que el perro no se acueste encima.
Me fui a ultimar unas cosas cuando por la carretera tuve la sensación de que alguien me seguía. Un camión comenzó a pitarme y hacerme luces, al disminuir la velocidad pude distinguir por el retrovisor al sonriente vendedor de colchones como copiloto, gesticulando con los brazos y señalándome. Paré para ver de cerca su sonrisa enorme y me dijo
– Ήρθε Το στρώμα (llegó el colchón)
En un momento, lo envolvimos en un plástico y lo pusimos sobre el techo del coche. Yo salí como un exabrupto para el pueblo con la satisfacción de haber conseguido en los últimos segundos salvar el partido. Y era tal mi contento que ni me planteé como iba a llevar eso yo sola. Pero el pueblo estaba desierto, la cuesta era vertical, el colchón era enorme, tenía poco tiempo. No me quedó otra que ponérmelo en la cabeza e iniciar la escalada.
A penas veía nada porque la carga se doblaba por delante y por detrás hasta casi rozar el suelo y daba tumbos de parte a parte de la calle vencida por el peso a cada zancada. Y así fue como, llegué hasta la casa sin resuello y también como cuando me quedaban unos metros, me quedé atorada entre la puerta y la higuera. No podía avanzar. No podía soltar el colchón, le esperaba un suelo lleno de higos podridos. No podía rascarme ¡Hay que ver como pica el sudor en esos momentos!
Un gato apareció maullando intrigado por el imprevisto. Anda minino, acércame ese palo de escoba. Miau. Si eres bueno y honrado te daré higadillos cada día. Miau. Y daba vueltas a mis piernas y se restregaba. Ron-ron. Las fuerzas me fallaban y el gato traicionero trepó a la higuera para olisquear el colchón desde las ramas.
– ¡Si te subes te mato!
No pude hacer nada más que ir deslizándome bajo el peso y con una pierna que estiré como el héroe de un comic, tumbé la escoba y la deslicé hacia mí, apuntalé una esquina, apuntalé la otra en la higuera y la tercera en la valla ¡Eureka! Logré abrir la puerta de casa y a tirones, con media higuera detrás y con un puntapié al felino que empezaba a entusiasmarse con la expectativa, el colchón entró; lo dejé caer; me dejé caer encima.
Me equivoqué; ese gen estrafalario que yo creía tan griego, en realidad había viajado por toda la ecúmene para llegar a Hispanía y recombinarse con mis cromosomas.
FIN
Cierro está serie de capítulos de la casa, Girospiti, por el momento. Y lo hago con esta canción de Mikis Theodorakis, cantada por Haris Alexiou en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos: «Prepara el colchón para dos» ¿A que os suena muchísimo?
Στρώσε το στρώμα σου για δυό
και στη δική σου μοίρα.
Doy por entendido que con Hispanía te refieres a tu casa, territorio de españoles, no a que el colchón fuera hispanikó proion, como pensé también.
Nos hemos reído a gusto imaginándote hundida por el peso del algodón; esto del amor exige sus sacrificios, ¡anda que no especularían los palicaris machotes viéndote tan ansiosa y corrida por poner la cama!, aunque disimularas.
Ja, los gatos se ríen de nosotros, si no siempre, casi!
Salud y bon vivo.
o sea, vino, tora crasí, ajjj, pirátissa mou!
No se rió ni dios porque era la hora de la siesta y si se rieron a escondidas sin ayudarme pues…sus muertos. Si que es verdad que el amor tiene estas cosas, sería de quererle poco que tuviera que llegar a las 3 de la mañana y dormir en el suelo, el poverino. Ahora que lo de pasar por la taberna a buscar su colchón también hubiera tenido miga.
En fin Η Ελλάδα είναι
Καληνύχτα
Si, me imagino la cara de Jesusín, tres de la mañana, maleta en ristre, pregúntando por el colchón con cara de circustancias y las pestes que iba a soltar cuando a eso de las cuatro, maleta y colchón en riste, con el pueblo desierto y la luna por lucero, le arreará una patada al gato mientra intentaba meter el colchón el casa. No puedo imaginármelo…
Un besito
Viriato
Y su llegada a la taberna a recoger el corchón con tufo a calamar frito y salir con él arrastrando por medio de todas las mesas ¿Qué? Pobre ¿No? Pero como ves las cosas se solucionaron de la manera más salada.
B7s
Que ha gusto me he reido, Geniales, tus cuentos y el pueblo griego muuuuuuaaaaaaaas
Pues lo importante es que nos riamos, yo también lo hago cuando me acuerdo de la aventura.
Saludos desde Nápoli la bella; bueno, al ladito.
Quiero imaginar que después volviste a llamar a tu chico y le explicaste el cambio de situación porque lo de llegar a la taberna a las tres de la mañana preguntando por un colchón del que nadie tendría ni idea era para que todo el pueblo tuviese tema de conversación para medio año.
jajajajaja
Hola Quimura. Desde luego que lo llamé y le pareció estupendo que todo se hubiera solucionado sin necesidad de aparecer en una taberna de madrugada y que todo el mundo le mirara con cara de no saber nada; estas situaciones suelen acabar así,
Saludos
No me lo puedo creer Ana, me lo he tenido que leer varias veces para ver si era pura ficción o una historia real y luego como al parecer ocurrió, para saber cúal de los dos subió el colchón. Creo que voy a tardar todavía unos minutos en poder cerrar la boca, ya que se me ha encajado la mandíbula.
Conociéndote, es posible, pero es que …. "HAY QUE QUERER MUCHO" para una acción así.
Besos. Juana
Hola Juana, el colchón lo subí yo, Jesús tenía que llegar una semana después, cuando yo ya me habría ido con el barco a navegar. Parece una historia increible pero es la pura realidad; y aquí en Grecia a menudo supera la ficción.
Besos