La bajada al Averno es fácil y suave; las puertas de Dite están de par en par abiertas noche y día. Pero dar un paso atrás y volver a ver el cielo ¡eso sí que es tarea y empeño difícil!
Virgilio
Los desmanes del anterior otoño trajeron el desorden a los bosques del Jónico. El huracán Ioanos convirtió en torrenteras las playas de Cefalonia e Ítaca, y como los Lestrigones arrojaron toneladas de piedras sobre las orillas. Arrancó olivos, doblegó cipreses y arrastró a los lentiscos hasta las profundidades. Mezcló sombrillas, hamacas y basuras con árboles, flores y rocas; ahora descansan juntos en los lechos marinos, hasta que las olas los destruyan o los regurgiten hacia la costa. La naturaleza, con el tiempo, vuelve siempre al equilibrio de mínima energía, como la roca de Sísifo.
Derrelictos en Ítaca
Los insectos son los primeros en aprovechar los tambaleos naturales para reproducirse y colonizar los desperfectos. Este es un verano de avispas. Aparecen al atardecer de una manera exagerada, transportadas por la brisa seca, sedientas, irritadas y caníbales. Hay tantas que se oye su zumbido vespertino superpuesto al de las chicharras. Las trampas impregnadas en miel y melaza se rellenan con sus rallados cuerpos amarillos, que se tornan pardos en su paso hacia la muerte, pegadas al fondo de la dulzura, alzando en vano sus últimos vuelos, presas de su glotonería y avaricia. Deberían haberse fijado en los cadáveres de sus compañeras que yacían apelotonados e inmóviles en el culo de la botella. Como dice la cita de más arriba: bajar al hades es fácil. Regresar solo es posible con la ayuda de los dioses; es decir: yo, si rompo la botella y la dejo escapar.
Como hay avispas, no hay muchos mosquitos, ni orugas, ni mariposas. Pero tampoco bañistas que se acerquen a las playas, y estas permanecen solitarias y regenerándose a su ritmo. Las humaredas de café quemado de las tabernas las ahuyenta y nos hace estornudar. Ellas evitan el humo denso de las mesas, pero revolotean entre nuestras sillas con sus rumbos imprevistos, sus movimientos brownianos, imposibles de predecir, que amplían sus posibilidades de supervivencia, como el regateo de un buen futbolista. Las direcciones más rectilíneas las llevarían a recibir manotazos certeros y acabar sus incursiones muertas sobre nuestros platos.
Llegará el final de verano y los enjambres desaparecerán. La Naturaleza, con su inestable castillo de naipes, volverá a recomponerse para seguir adelante sin ellas. La tierra tiende al sosiego y la serenidad si la dejan, como el polvo del camino que se asienta tras el paso de un caballo. Pero cuando el desequilibrio es de origen humano, la vuelta a la normalidad es un resultado de dudoso gusto. Y yo me pregunto ¿Por qué una plaga de avispas no modifica el entorno hasta hacerlo feo e irreconocible y nosotros sí? Y yo misma me respondo: porque nuestra huella es permanente y no permite la vuelta atrás. La obsesión del hombre de poseer tierras y mares, de construir casas, allanar montañas, arrasar campos y talar bosques le impide disfrutar de la amabilidad y la serenidad de la naturaleza.
Y para ejemplo, el desastre que ha organizado la nueva propietaria de Skorpios, la rusa insensible y millonaria que prácticamente ha arrasado con el vergel que antes era el pequeño archipiélago. O las múltiples villas que surgen como champiñones en las islas, antes tranquilas, obra de propietarios vanidosos que ocuparán a lo sumo un mes al año.
El verano pasado fue suave y el turismo estuvo muy limitado por la pandemia. Todos se asustaron ante el descalabro económico, menos los animales, que parecieron entrar en éxtasis y salir de sus escondites para complacerse en su medio. Este estío, mucho más caluroso y con más movimiento de viajeros, se ha prodigado en dramáticos incendios por toda Grecia. Podemos seguir pensando que los prendieron otros, algún demente pirómano, otro distinto a nosotros que dejó la hoguera sin apagar, alguien arrojó la colilla, o qué bestias aquellos que queman África y el Amazonas. Pero seguiremos construyendo, consumiendo, destruyendo y midiendo nuestro PIB en bienes materiales, olvidándo que la belleza de mares y tierras vacías y limpias son el auténtico tesoro. No hay dinero que compre la gracia y la gloria de la delicada naturaleza .
Las cabras bajan a las rocas de Kastos para lamer la sal de la orilla. Son tan elegantes y parsimoniosas que le insuflan aire puro a mi alma ¡Qué felices serían las cabras si supieran que son felices!
Parece que el cabrero leyera mis pensamientos. Es un hombre silencioso y sonriente que viene con su barca cada día para darles de beber. Su familia es propietaria de media isla y se niega a vender los terrenos. Me cuenta con pena que una empresa británica ha comprado muchas hectáreas para construir ¿Qué haremos con el agua, que no tenemos? ¿Y con las basuras?, se acumularán. Y como si estuviera esperando mi comentario añade: los terribles incendios de Evia son consecuencia de maltratar los bosques y llenarlos de cemento. En el campo tiene que haber cabras y animales que lo limpien de rastrojos.
Añoro, como él, un renacimiento bucólico, una tendencia que nos hiciera apreciar las bondades de la tierra intacta. Justamente la palabra bucólico, bukolikós, hace referencia al Boyero, la constelación del pastor que obliga a girar al universo, con la yunta de sus bueyes alrededor del polo norte. Estas noches despejadas es fácil ver parpadear a Arturo, la estrella más brillante del Boyero y del hemisferio Norte en verano, ahora que Sirio permanece oculta hasta el amanecer. Mirar al cielo sigue siendo una actividad esencial y reconfortante; observar el universo que todavía no ha sido alterado y es abrumadoramente intangible.
Una vez un griego me recriminó: es que tú quieres que Grecia siga siendo pobre. Te equivocas, le respondí, me emperro en que no perdáis la verdadera riqueza que a nosotros nos arrebataron sin que sintiéramos al ladrón. Ahora somos mucho más miserables e infelices.
A veces, cuando hago estos discursos en voz alta, todos los oyentes suelen asentir. Pero pasado un momento alguien exclama: Sí, pero, ¿tú sabes que casa te sale allí arriba?
Fantástica, supongo. Tras el movimiento de tierras, allanar para cimentar, construir una carretera, llevar agua y luz y por último un problema no menor: está todo lleno de alimañas y avispas ¡Habrá primero que acabar con ellas!
Para odiarte es tarde
el aire me refresca
me persiguen las abejas
y tú no me quisiste.
Esparzo albahaca
para detener el mal
Te habían ligado las hechiceras
pero de nuevo me rompiste el corazón.
Anochece y salgo a tu encuentro
como luna de dos días
los postigos cerrados
Cómo deseaba que me amaras.
Arrojo tomillo al fuego
me torturan la Erinias
las bellas, las asesinas
y tú me olvidaste.
Si lloro no temas
lo sentía antes de perderte
una amargura en el agua de rosas
porque me negabas el sueño.
Esparciré allí por donde pases
nuestro juramento para que lo pises
aunque me hagan daño las abejas
Y tú, que no me quisiste.
Hola Anuska buenas tardes fondeado en una cala en el oeste de la isla de Ibiza. Qué razón tenía el Cabrero, y qué razón tienes tú. Y también las cabras, aunque no se den cuenta. No hay solución. Hemos equivocado bienestar con depredación, y así nos va como nos va. Ahora en Ibiza estamos durmiendo tapaditos por la noche, en pleno agosto, (Isa me dijo que en Madrid estaba igual), con tormentas imprevistas y pedrisco en Cataluña, mientras en Grecia estáis asandoos en vuestro propio jugo. Si esto no es cambio climático, que vengan los dioses y lo vean. Solución??? Un COVID perenne que nos deje a todos en casa para que la naturaleza pueda evolucionar tranquila, se van a forrar los que venden mascarillas, pero los animalitos nos lo van a agradecer.
Mogollón de besitos
VIRIATO
El cabrero tiene razón porque es un hombre humilde y reflexivo. Cada vez me gusta más hablar con la gente humilde, tiene mas cosas que contarme que las lagrimitas de Mesi o el modelito de la tía buenorra del TIC-TOC. Voy a acabar por hacerme eremita. Bueno, te tendré a ti de vecino y haremos señales de humo.
Ay, Ana. Cuánta razón llevas y cuánta verdad hay en tus palabras y qué tristeza da la poca esperanza que puede uno albergar acerca de que esto mejore o cambie, dado el mundo en que vivimos y el ansia especuladora y avariciosa que lo domina todo y mueve la rueda.
Pues así estamos, sumidos en el drama de ver unos incendios que llevan ya 8 días quemando el pais. Se habla del peor incendio de la historia de Grecia. Si este pais pierde su patrimonio natural, igual que le arrebataron sus restos arqueológicos Lord Elgin y cia, les auguro un futuro gris.
Un abrazo, Leticia
Hola Ana, tengo una duda, ¿son avispas o abejas lo que nombras? acá en Argentina yo trabajo con abejas y son como tu dices muy fastidiosas cuando no hay nectar en los campos y buscan cosas dulces, tambien tenemos avispas pero no dan esos problemas, entiendo que en Grecia sí podría ser… por otra parte siempre muy interesante lo que escribes y coincido mucho en lo que dices. Saludos.
Victor
La plaga de este año es de avispas, las abejas están en sus panales, controladas por el apicultor, y no suelen molestar si no entras en sus dominios. Pero las avispas, que son depredadoras y carnívoras, están desesperadas por encontrar alimento. Su presencia es necesaria, porque controlan plagas de pulgones y orugas, pero cuando aparecen en exceso son un incordio. Aquí llamamos «avispón argentino» a una avispa descomunal que suele poner sus huevos en los panales de as abejas y las acaba exterminando.
Un saludo
Hola Ana,
«Derrelicto» : Buque u objeto abandonado en el mar, no tenía ni idea de lo que significaba esa palabra y menos entendia los objetos que se veían en la foto. Ahora, por desgracia, lo veo claro. Qué cantidad de basura producimos y lanzamos al mar, qué difícil, por no decir imposible que este sinsentido pare de una vez. Siento una inmensa tristeza al ver ese infierno en el que se está convirtiendo el Mediterráneo y en concreto nuestra querida Grecia, y que se pierde irremediablemente por la avaricia desmedida, como la de esas avispas glotonas,a las que nos parecemos tanto.
Un beso guapa!
Isa
De tu última entrada a ésta he disfrutado mucho leyendo los mil viajes a Itaca y navegando por el cielo. Me han encantado ambos y en el primero he reconocido a nuestro mecánico y su radiotelegrafista, a los que conocí cuando allí estuve con mi querido hermano, al que ya no tengo.
Además de lo bueno que escribes me transportas a la Grecia que conocí con él y es como si la visitar de nuevo.
En cuanto a tu última entrada, a pesar de la razón que le llevas, confío en que algo podamos corregir nosotros o nuestros hijos y no seamos tan molestos y nocivos para nuestro querido planeta como las avispas este verano, tal como cuentas.
Un beso y gracias por tus relatos.
Hola, Eduardo. Tendremos que corregirnos, no nos queda más remedio, o esto se va al garete. Deberíamos empezar por echar un poco el freno, estoy convencida de que no es necesario tener tantas cosas para ser feliz.
Me alegro de que mis libros te hagan revivir buenos recuerdos.
Un abrazo
Hola, Isa. Es escalofriante la cantidad de cosas que el mar se traga. Muchas veces son accidentes, como el huracán, pero otras son descuidos y, lamentablemente, desechos que arrojamos voluntariamente. El mar es como la alfombra bajo la cual escondían el polvo las limpiadoras. Pero el mal devuelve lo que le sobra.
Un besote
Hola Ana:
Las imágenes de los incendios en Grecia son demoledoras y sus causas, varias, son todas de origen humano. El orden mundial que rige el mundo no tiene otro destino que la autodestrucción y no se perciben señales de mejoría alguna, mucho menos un cambio radical.
Hemos estado 15 días por las Cicladas, volviendo a alguna de ellas después de bastantes años, conociendo otras por primera vez. Y es verdad, como tú dices, que lentamente o no tan lentamente la mano del mercado se extiende sin freno.
He vuelto a playas, anteriormente vírgenes o casi, tan sólo una taberna en las cercanías. Eran deliciosas. Ahora se han multiplicado las tumbonas, incluso esos bares de playa con música. Ya no es lo mismo.
Me llamo la atención subir a Plaka en Milos, donde hace años hice mis paseos con cierta tranquilidad; esta vez al anochecer había coches y coches buscando donde aparcar para hacer la cenita. Y las bloggers e imitadoras haciéndose fotos y fotos en lugares antaño tranquilos. Es lo que tiene que una isla entre en el mercado del turismo con el cartel de «estar de moda».
Resultó reconfortante en algún lugar reencontrarme con las manadas de cabras atravesando esos paisajes agrestes, sin sombra humana a la vista.
En fin, Ana, todo esto bien lo sabes tú y, a pesar de todo ello, estar allá es impagable .
Un abrazo y mucha suerte
Hola, Mario
Sí, Milos ha entrado en el circuito de moda, detrás de Mykonos y Santorini, es su sentencia de muerte. Aunque algunos dirán que no porque harán dinero con ella. Pero sus habitantes poco, venderán sus terrenos por unos euros y ya está. A Grecia, el último paraíso del Mediterráneo, le tiene puesto el ojo muchos inversores.
Yo siempre pongo el ejemplo de Hydra. Ya sabes que allí no se puede construir ni desplazarse en coche. Pasarán los años y, cuando todo esté perdido Hydra seguirá siendo la misma joya.
Un abrazo
Ana