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La Koliva, el dulce de la memoria

Ayer presencié la preparación de la Kóliva, el dulce de trigo que se elabora en recuerdo de los difuntos, en los funerales y durante la víspera de todos los Santos, Ψυχοσάββατα. La Kóliva honra a los muertos, pero también a los recién casados y a las cosechas de cereales y frutos. Se prepara a los siete días del sepelio, después de ser bendecida en la iglesia, y se deposita el plato sobre la tumba para que el ser querido tenga un dulce tránsito hacia el más allá. Durante cuarenta días no se puede comer carne; terminada esta cuaresma, se vuelve a reunir familia y allegados para recordar al ausente, consumir buenas viandas y acabar con una gran fuente de Kóliva para todos.

Es un dulce simbólico y cada uno de sus ingredientes añade una evocación. Primero se hierve el grano de trigo y se deja reposar y secar. Se añaden pasas, almendras, nueces, azúcar, perejil, pan rallado y granada. La mezcla se deposita en una fuente, se espolvorea con azúcar glasé y se decora con peladillas y perlitas comestibles plateadas, dibujando cruces, flores y el nombre de la persona a recordar. Los granos rojos de la granada, fruto que trae la buena suerte a los vivos, rememoran a los que comió Perséfone seducida por Hades y que le impidió volver al mundo con su madre Demeter, la diosa de los cereales. Las pasas retienen la forma de las antes jugosas uvas con las que se fermentaban los más deliciosos caldos y almíbares, ahora secas y arrugadas. Y en cuanto a los frutos secos, la relación de las almendras con el amor y la muerte es una constante de todas las culturas arcaicas, la historia está llena de leyendas similares en las que una joven muere enamorada y en el lugar un almendro florece en pleno invierno, como indicio de esperanza.

La Koliva es algo así como el pan de muerto de los mejicanos. Aunque este último es un poco más jocoso y explícito: consiste en una pequeña esfera que representa un cráneo y cuatro brazos que son los huesos. Aunque parezca una falta de respeto hacia el finado, el negocio es el negocio y la marca Kellogg’s decidió crear un cereal con sabor a pan de muerto, prueba fehaciente de que la vida sigue y el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
Uno de los propósitos de la Koliva es la reconciliación con la tierra donde se entierran las semillas para que fructifiquen. Y también es en la tierra donde descansan los muertos esperando pacientes la resurrección.

La tradición entronca con los antiguos ritos paganos de la Grecia Clásica, cultos que los cristianos absorbieron y modificaron para hacer más amable la metamorfosis desde las ceremonias politeístas al credo de un único Dios verdadero. En Atenas se celebraba en febrero el Anthesterión, fiesta de las flores, dedicada a Dionisio y al renacimiento primaveral. Las ceremonias duraban tres días y durante la primera jornada se procedía a destapar las ánforas con los nuevos vinos del año que harían las delicias del estío. El último día estaba dedicado a Hermes psicopompo o guía de los difuntos, a los que acompañaba para encontrar el camino en el inframundo. Hermes es el único dios, además de Hades y Perséfone, que podía entrar y salir del infierno. Durante estos días del Anthesterión, los participantes preparaban en grandes ollas de barro la panspermia, una papilla de hierbas y semillas diversas, que se ofrecía al público en memoria de las almas; estas así podían regresar a la tierra y deambulaban entre la gente. Hermes era también el dios que velaba por los buenos viajeros y les conducía por los caminos adecuados, siempre que le guardaran la consabida devoción.

Esta Koliva que preparábamos hoy, se hacía en homenaje a una gran mujer que nos dejó hace poco. Era una de mis amigas del pueblo con las que tomaba café mirando a Itaca. Poco a poco y como es ley de vida, han ido abandonando la escena, con sus andares diminutos, sus ripios incomprensibles, sus faldas de lana y sus pañuelitos blancos o negros. Se llevan con ellas la sabiduría de los cafés con rosquillas, reposados en tazas tan floreadas como desportilladas y que siempre tenían un tapete de ganchillo sobre el que acomodarse.

La vida es como una bicicleta con un ciclista incansable. Giran las ruedas, cansinas, toman impulso, aceleran y se precipitan; hasta que todos nos mareamos y salimos despedidos al espacio. Mientras, Hermes sigue dirigiendo a los viajeros por los caminos y a los durmientes hacia el sueño eterno.

Se acerca el otoño y las lluvias mojan los campos abrasados por el sol inclemente del verano. Bajo el manto de hierba seca que reverdece, la tierra quiere despertar nuevamente y rebulle con sonidos de gusanos y hormigas glotonas. Hoy una gata ha parido en mi terraza y los mininos maúllan con las bocas tan grandes que se puede ver el más allá, el otro lado de la vida que late en sus pequeños cuerpos, empujándose los unos a los otros con la ceguera de sus ojos aún cerrados para subirse también al sillín. La gata era fea, los hijos también, pero a nadie le importa si la vida es bella u horrenda, todos corremos a atraparla para que no se escabulla.

También desapareció recientemente uno de los músicos más célebres de Grecia: Mikis Theodorakis. Sus notas eran las cerraduras a través de las cuales muchos comenzamos a ver este país y aún hoy siguen haciendo espabilar nuestra memoria con chispazos sentimentales. Con solo dos notas era capaz de transportarnos al Egeo y hacernos elevar los brazos amagando una danza inmortal. Vaya por él también esta Kóliva y los granos rojos de las granadas eternas.

Είναι μεγάλος ο γιαλός
είναι μακρύ το κύμα
είναι μεγάλος ο καημός
κι είναι πικρό το κρίμα

Ποτάμι μέσα μου πικρό
το αίμα της πληγής σου
κι από το αίμα πιο πικρό
στο στόμα το φιλί σου

Δεν ξέρεις τι ναι παγωνιά
βραδιά χωρίς φεγγάρι
να μη γνωρίζεις ποια στιγμή
ο πόνος θα σε πάρει

Ποτάμι μέσα μου πικρό
το αίμα της πληγής σου
κι από το αίμα πιο πικρό
στο στόμα το φιλί σου

Es grande la playa
Está lejos la ola
Es grande la pena
Y amargo el pecado

El amargo rio que me recorre
Es la sangre de tu herida
Y aún más amargo que la sangre
El beso de tu boca

No sabes qué es la fría soledad
Noches sin luna
Sin saber el momento
En el que el dolor te embargará

El amargo rio que me recorre
Es la sangre de tu herida
Y aún más amargo que la sangre
El beso de tu boca

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10 comentarios en «La Koliva, el dulce de la memoria»

  1. Hola Ana, este relato me ha dejado plof, bonito por todo lo que cuentas sobra la Koliva, y sobrecogedor por las pérdidas a las que nunca nos acostumbramos.
    La metáfora del ciclista, totalmente acertada. Como siempre gracias por tus relatos y por transportarnos a Grecia.
    Besos fuertes!!
    Isa

      1. Gracias, a mi me ha gustado que el comentario de la Koliva resulte tristón por que es así de forma melancólica como recordamos a los que se han ido.
        La cacion de Nikos Theodorakis, muy evocadora.
        Estoy leyendo :La Odisea enla que hay un canto en el que Odiseo llega al Hades .
        A ver si algun dia podemos ir a Itaca!

        1. La melancolía también es dulzona, muy diferente de la tristeza. Bueno, de todas formas intentaba que saliera algo más alegre, pero ha sido así. Será porque llueve y el Jónico se pone tan melancólico que te dejas llevar por su agridulzura.
          Un abrazo, Maria Teresa

  2. Hola Anuska, este fin de semana han estado los nietos con nosotros y curiosamente, hemos estado hablando de dioses griegos. Es alucinante, que gracias a unos vídeos de YouTube, en los que cantando narran sus historias, se saben de memoria los enlaces, luchas, y distintos cotilleos del Olimpo y lo cuentan con muchísima gracia. Hoy hemos estado hablando entre otros, de Hades o Poseidón. Ríete tu de Sálvame naranja.
    Interesantísimo lo que cuentas de la Koliva. La muerte la tenemos arrinconada, a ver si se olvida de nosotros y es bueno saber que culturas afines a la nuestra la normalizan.
    Mogollón de besitos
    Viriato

    1. Hola, Cesar:
      El otro día vi en Amazon que una de las series de libros de más éxito era una adaptación sobre los dioses griegos para adolescentes. Eso está bien, mejor que la biografía de algún influencer de moda. Yo creo que algún día se recuperará el gusto por lo clásico, esto es cíclico.

      Un besote
      Ana

  3. Yo también creo que volverá todo esto algún día, Ana. Es mi esperanza.

    Gracias por tu relato, maravilloso como siempre. El fin del verano oscila siempre entre la melancolía y la tristeza. Me quedo con esa ingeniosa y tan cierta observación tuya sobre la vida: horrenda o bonita nos da igual. Nos aferramos a ella para que no se nos escape. En eso estamos.

    Un fuerte abrazo,

    Leticia

    1. Sí, ya veras como llega un neo-neoclásico. Ahora se acerca el otoño y nos ponemos todos melancólicos, después de la exuberancia veraniega, pero para mi es la etapa más dulce del año. Y es época de granadas, aprovecha, Leticia.

      Un abrazo

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