Un sombrero parlante de ala ancha se movía por la superficie cristalina del agua. Su sombra ovalada le seguía reptando, rezagada por el fondo. Mantenía una conversación a voz en cuello con otro sombrero asomado a un balcón azul de bellas macetas. Ambos sombreros daban gritos desproporcionados para la corta distancia que les separaba; la desmesura del timbre también era relativa al minúsculo puerto y a la pequeña isla. Al fin concluyó la cháchara y los berridos, el sombrero se elevó sobre el agua y descubrió el cuerpo de una rolliza señora vestida con una bata hasta las pantorrillas que caminaba hacia la orilla de unas aguas tan trasparentes que dejaban las piernas rotas y quebradas. Salió despacio enjugando las gotas de su cara y estrujando los picos de su vestido. Se alejó dejando un reguero mojado a su paso tambaleante, pues lo único que llevaba desnudo eran los pies que tropezaban con el empedrado. Un pope negro y esbelto se cruzó con la húmeda figura y le dedicó un saludo bendito acorde con la absoluta normalidad de su aspecto. En la arena un gran cartel advertía en varias lenguas: Prohibido el nudismo y la acampada.
Dicen que a los coleccionistas solo les atrae el proceso de búsqueda, la experiencia que se adquiere examinando elementos. Es comprensible que por esta causa, Charles Darwin, que fue un naturalista coleccionador de especímenes, acabara tras años de exploraciones, cacerías y disecaciones, haciendo un resumen de todo el conocimiento adquirido: escribió el “Origen de las especies”. Sin embargo dentro del mundo del coleccionista, hay una subclase, los completistas, cuyo único afán es consumar una compilación. Yo, personalmente, creo que el completismo es la infamia del coleccionismo; la adquisición del elemento final significaría la muerte de la aventura, el sacrificio del motivo vivo y apasionado de la recopilación con un FIN de serial que deja mal sabor y pérdida de tiempo. Yo soy coleccionista de islas griegas y si en algún momento vislumbrara la posibilidad de finalizar mi colección ¿Qué haría? Pues volver a empezar por la primera porque en cada visita son inexplicablemente diferentes, como los naipes de los trileros.
Cuando de pequeños confeccionábamos álbumes con cromos sabíamos que por decreto había algunos dificilísimos de obtener, solamente aquellos compañeros de familias de posibles y muy consentidos por sus progenitores llevaban en esos inmensos fajos de estampillas canjeables los codiciados “imposibles”, que conseguían negociar al cambio de 10 a 1 como mínimo. Yo siempre acumulaba los comunes y rastreros, ya sobados tras sucesivos recreos sin conseguir interesar a nadie, que solían acabar en el cubo de la basura o pegados con engrudo en los árboles de camino a casa. Por eso conozco de cerca lo importante que son ciertos elementos en una serie, aquellos que cuestan más de conseguir, y esa dificultad se transforma en el propio leítmotiv de la colección; lo verdaderamente apasionante es conseguir y poseer aquellos elementos inalcanzables. En el caso de las islas, ya que mi método de conocerlas es visitandolas con barco, el hándicap está en la bondad de la meteorología o el buen abrigo de sus puertos. Hay algunas islas en Grecia que o bien solo tienen puerto de barquitas pequeñas o bien la protección que dan sus malecones deja mucho que desear. Así la posibilidad de amarrar radica en encontrarte en sus inmediaciones el día adecuado, es decir: que te toque la lotería.
Donousa es de esos cromos imposibles que año tras año hemos visto dibujados en el horizonte del mar Egeo sin posibilidad de visita. Maldecida por el viento del norte y situada frente a Naxos, pero lejos de su abrigo, la isla goza de un bienaventurado aislamiento del mundo que la ignora y que ella ve en televisión. Es cierto que se eligió como lugar de destierro o como refugio de piratas ¿Quién en su sano juicio iba a escaparse? ¿Quién tan valiente como para acercarse a combatir y robar a los ladinos bandidos?
Muchas islas del Egeo, como Donousa, son bastiones inexpugnables. En verano el viento estacional, etesio o Meltemi y en invierno el Norte o los Sirocos dejan sus puertos inabordables para los ferris y la población se aburre con desespero viéndolos pasar de largo. Todas ellas tienen una barca esencial y un café primordial. La primera teje una tela de araña con sus idas y venidas por toda la costa transportando cabras en invierno y turistas en verano, como una nave nodriza sin la cual la vida no es posible. El segundo, el bar, es el acontecimiento diario forzoso, la esperanza cotidiana: en que pase fulano, que venga mengano, que salude el pope, que fanfarronee el pescador, que se concentren los ociosos turistas en la antesala de la salida de la barca esencial que les llevara al más allá de las playas desiertas donde poder despelotarse sin carteles y construir sus chozas con cañas y sabinas secas, a la discreta sombra de las adelfas. ¿Se puede ser más feliz?
Al ser isla pequeña todo está en el mismo sitio, unas cosas frente a otras, como en las casas de muñecas. Y la barca, que se llama la Maga de Donousa, me llegó al corazón. Amarrada a los pies del café cabeceaba con colorines e impaciencia, deseosa de zarpar en busca de nuevos conjuros y susurraba, quién mejor que ella, entre chirridos de amarras y pajareos de charranes las viejas estrofas de Elytis:
En la encrucijada donde se detuvo la antigua maga
Quemando los vientos con tomillo seco
Las esbeltas sombras pasaron levemente
Con un cántaro de agua silenciosa en la mano
Los viajeros hacen cola entusiasmados cargados de mochilas y toallas, adquiriendo fruta, asomados en la terraza oteando la llegada de la tripulación que aborde la nave hechicera. Y alguno del pueblo pasa a comprar pan y café. Y aparece la sirenota empapada, con su sombrero oscilante, que se sienta y se transforma en mesa redonda, para continuar su escandalosa conversación, a medias lenguas con una mujer rubia y rosada que acomoda un libro de mil páginas en su capazo.
–¿Es su primera vez en Donousa? –Dice con el índice de la mano señalando arriba y abajo.
–Oh, yes it´s my first time here.
–Es la isla más bonita de Grecia. Las playas son las más grandes y viene gente de todo el mundo.
La turista le respondió con una sonrisa angelical sin entender nada de lo que decía; mientras, la Sibila de Donousa dio el primer pitido atronador, bocina de barco grande e importante que se hace a la mar sin retraso, con un horario de reloj suizo. Se vació el café, se llenó la barca y se alejó dando petardazos mientras el capitán explicaba las maravillas nunca vistas que iban a presenciar.
La mesa camilla me vio titubear y exclamó.
–¿Sabes que esta es la isla más bonita de Grecia?
–Toma claro, y la de playas mas grandes. Aparece hasta en los cromos de todos los álbumes del mundo.
Bonita historia y ganas de ir a Donousa. Desde estos gelidos días de invierno. Besos
Pues hala, te regalo el álbum y a empezar la colección. No te arrepentirás. Otros tantos para vos.
Ay que preciosos son estos días de calmas de Enero.
Estoy deseando volver a coger mi barquito y salir a navegar, pero tu blog me lleva de vuelta a Grecia como si estuviera en el mar.
Felices Reyes, Maga
Gracias, José, que te traigan calmas y céfiros manejables para ir siempre hacia oriente, de ahí viene la palabra orientarse. Además , así acabaras algún día donde empezaste.
Un abrazo
Anuska feliz 17. Que relato más bonito y barroco. Me gusta mucho tu colección inacabada e inacabable. Yo ya me compré el álbum y las primeras estampitas. No sé si las mías son las fáciles o difíciles de conseguir, pero me hacen el ser más feliz de la tierra cada vez que las miro. A ver si nos vemos pronto para, rebuscando entre las tuyas, seguir tejiendo el camino que me lleve a ampliar mi colección.
Un montón de besos .
VIRIATO
Las mías son mucho más preciadas, así que vas a tener que pagar cervezas hasta el aburrimiento si quieres verlas. Espero que los Reyes Magos o las Reinas Magas, lo que prefieras, sean generosos/ as contigo.
Un abrazote
Un precioso relato como siempre, Desde muy pequeño 5 años ya coleccionaba sellos y soñaba con conocer todos aquellos países. He sido afortunado y te deseo que nunca termines la colección, porque la ilusión es el cromo mas bello
Yo jamás he terminado una colección, soy así de desastre y esta tampoco la acabare nunca, eso espero.
Una vez me dio por coleccionar cigarrillos de todo el mundo. Durante los exámenes de la facultad me los fui fumando uno a uno. Pensé: la verdad es que para qué los quiero.
Tienes razón, lo más bello es la ilusión.
Un saludo y gracias por dejarte pasar por aquí.
Hola Ana, coleccionar islas griegas…, afortunada tu que puedes. Cuando llevamos por aquí ya no se cuantos amaneceres gélidos, da mucha envidia leer sobre lugares como Donousa. Si se repite el ciclo de los últimos años, pronto empezará el mal tiempo en este mar, aunque ya no sé si tengo mucha fe en eso de los ciclos. Los temporales que nos llegan del Norte del Atlántico harán que nos encerremos en casa y nos contentemos leyendo algo sobre algún pequeño paraíso mediterráneo.
Yo sobre colecciones soy más modesto que tú, mi reducido surtido de caracolas son mi pequeña vanidad. Es una colección que daré por terminada el día que encuentre una caracola levógira, cosa que no es fácil de conseguir, casi todas crecen girando hacia la derecha, algo que me parece muy curioso.
Veo que mi brindis por tus inagotables ganas de escribir ha surtido efecto…
Que tengas un buen año Ana y que seas moderadamente feliz.
Vaya tema excitante has sacado, Fernando: La asimetría de la vida.
Toda la vida en la Tierra usa solo uno de los enantiómeros en la mayoría de las moléculas orgánicas. Por ejemplo, los aminoácidos que forman nuestras proteínas son levógiros y eso les permite acoplarse y formar las proteínas. El porqué de esta elección (lo que se conoce como homoquiralidad) es el gran misterio del origen de la vida, pero lo que sí es verdad es que si en vez de esa primera posibilidad hubieran tomado la especular, ahora mismo no estaríamos escribiendo en este blog, habría otros seres o ningunos.
Siguiendo este patrón asimétrico todo en la vida es levógiro o dextrógiro. Por ejemplo: el D limoneno lo apreciamos como el aroma de la naranja y el L-limoneno como el de limón. Así que tu caracola dextrógira igual es un mutante o un alienígena. Ten cuidado.
Aquí también está haciendo fresco, por culpa del anticiclón mal colocado, a ver si se va a tomar… de una vez por todas.
Un abrazo y perdón por el rollo pero me has tocado la fibra sensible.
Hola Ana,
Por mi parte, crecido en años oscuros del franquicia., las colecciones de cromos eran una pequeña pasión que unida a los tebeos (eso sí que hablaran de lugares lejanos) me ayudaban a soñar con salir de lo oscuro. En realidad los álbumes de cromos nunca los complete del todo, quizá por ser mal negociante.
Y ahora me encuentro en ir sumando islas griegas hasta donde me es posible. Coleccionismo? Creo que va más allá, la verdad ni me preocupa el orden ni el que querer completar nada. En realidad no espero completar nada, sería el fin. Dejo que fluya la pasión y la intuición; a veces repetimos lugares para conocerlos mejor, otras me arrepiento de hacerlo porque el encanto de unas situaciones en un momento dado es irrepetible. Es como ese libro que te atrapó tanto que no quieres volver a él porque el hechizo primero deseas que perdure.
Espero seguir emocionandome al llegar en barco a un puerto de una isla helena, espero que sigas contándonos esas historias tan de Grecia como las conversaciones en el mar, con gorro o sombrero en la cabeza.
Un abrazo
Lo de franquicia debe leerse franquismo. Cosas de las tecnologías.
Bicos
Hola Mario, ya había caído con lo de franquicia. Yo tampoco tenía mucha paciencia para los cromos. Lo de coleccionar islas es un cuento, pero sí que me enloquecen aquellas a las que es más difícil llegar. El barco es un medio estupendo para viajar con la casa a cuestas, pero tiene sus servidumbres; entre ellas que no en todos los sitios puedes estar con seguridad debido a las condiciones meteorologicas, así que las pequeñas islitas, con puertos mediocres, solo nos permiten visitarlas con calma total y eso normalmente es poco tiempo, así que yo solo pienso en volver nada más llegar.
Seguiremos viéndonos por aquí si nos dejan los hados y comentando lo que haga falta.
Un abrazote
Hola Ana
Por un 2017 pleno de encuentros placenteros y sabios,como siempre deleitandonos leyendote,todo un placer.la obsesion que Fernando nos lego (con acento svp)hay varios libros sobre la proporcion aurica/aulica,acompanyado a veces en otros textos, del nùmero Pi,situaciones que se repiten en la naturaleza con frecuencia y que dan para pensar y entretenerse.en todo caso,gracias por escribir este blog.un abrazo
Dios siempre hace geometría decía Platón. Es verdad que la solución helicoidal le encanta a las moléculas gigantes necesarias para la vida, eligieron la levógira, por una simple cuestión de azar, luego la necesidad de espacio y acoplamiento hizo lo demás. Sobre la asimetria de la vida y los patrones geométricos que se repiten hasta el infinito en un universo fractal hay tropocientos libros escritos, y la verdad es que el tema da para mucho, por lo menos para calentarse la cabeza durante las travesías largas.
Lo mismo te deseo para ti, un 2017 pleno y sobre todo lleno de salud, lo más importante.