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La odisea del cordero de Ulises

Eran las 9 de la noche, de una noche de Junio, hace ya muchas noches y muchos días. La Maga, que entonces era la Azul, perfumaba el fondeadero con aromas gloriosos; una ofrenda a los dioses de otra época. Teníamos cordero para cenar. Estábamos en Itaca, pero la Itaca sin tilde, la de algunos lustros atrás, la que se perdía en el tiempo y el espacio, la que solo algunos turistas y menos barcos se atrevían a encontrar.
A parte de los efluvios, emitíamos unas tremendas carcajadas que resonaban en las paredes de la montaña; que la casualidad hizo que fuera la roca del cuervo, bajo la fuente de Aretusa; allí donde aquel Ulises se topó con su cabrero tras la vuelta a su patria. Mientras, las cabras nos miraban en la orilla, con ese mirar que tienen las cabras, casi bizco, husmeando el olor… digamos familiar.
Seguimos riendo y riendo, mientras el horno hacia chip-chup; todavía me río ahora; recordando todo lo que había pasado para llegar hasta ese momento; a la roca del cuervo.

itaca.jpg.La odisea del cordero de Ulises

Cuanto tardan. Llevamos casi dos horas esperando. A pleno sol, que en el puerto de Vathi aquel día caía como una condena.  Y la mañana pasaba. Y todos en el barco desesperados, deseando zarpar. ¡Cualquiera diría que han ido a cazar la oveja al monte!

-¡Ahí llegan por fin los tres!

-Vienen sin paquetes

-¿Que pasó?

-Nos ha tirado el carnicero de la carnicería

-¿Y eso?

-Eso nos gustaría saber a nosotros.

Se emperraron en que les acompañara;  les seguí hasta la carnicería. La otra alternativa era que nos quedáramos sin cenar. Cuando llegamos, el carnicero asomó la cabeza por detrás de la puerta frigorífica; luego el cuerpo. Llevaba un mandilón, que en algún momento debió ser blanco, ahora todo ensangrentado, como su cuchillo, como sus manos. Parecía salido de una escena de La matanza de Texas. Al vernos, se enfureció.

-Pregúntale tú, pregúntale tú.

-¿Y por que voy a hacerlo?

-Porque tú sabes griego.

-Sí, se griego. Pero esta no es la carnicería que os dije.

Me miraron incrédulos, se miraron entre sí  y comenzaron  a desternillarse.

El carnicero… nos volvió a tirar de la carnicería.

La idea del dichoso cordero surgió por la mañana, mientras desayunábamos ¡Un cordero griego en Itaca! Que sugerente. Y yo, claro, tuve que hacer de intérprete.
En la primera tienda que preguntamos, habían acabado sus existencias borreguiles. Pero los griegos nunca dejan  escapar a un cliente con las manos vacías, así que llamó a su amigo. Y su amigo dijo ¡Sí! Le expliqué como lo queríamos y nos contestó que lo tendría listo en una hora. Yo me fui al barco a esperar; ellos tres se fueron a dar una vuelta y a hacer tiempo.

-¿Veis esa calle?

-Sí

-Pues en la carnicería de la esquina estará el paquete preparado.

Llegan los tres a la carnicería muy sonrientes, a la hora acordada. Dos mujeres y un hombre.

-¿Oriste?- pregunta el carnicero ¿Que desean?

-Españoles-  dice uno; colocando las manos a ambas manos de la sien, con los índices estirados mientras agachaba la cabeza; representación, inconfundible y muy hispana, del toro.

-Ring-Ring- dice una de ellas; con el puño de la mano cerrado frente a la oreja, mientras inclina la cabeza a un lado; inequívoco gesto de llamada telefónica.

-Chulets, chulets- dice la otra; palma de la mano derecha hacia arriba, moviéndola de un lado a otro; simulación evidente del acto de cortar chuletas.

-Beeeee- Todos juntos.

El carnicero no da crédito, así que inician el estribillo otra vez.

-Españoles

-Ring-ring

-Chulets, chulets

-Beee

El carnicero se  impacienta. Deciden subir el tono de voz; es posible que esté sordo; y alternar los papeles.

-RING-RING

-BEEE

-CHULETS

-ESPAÑOLES

Ante tanto aspaviento, el carnicero les invita a abandonar la carnicería. Que los turistas se vayan a reír a otro lado y de otra persona.

Cuanto tardan. Llevamos casi dos horas esperando. A pleno sol, que en el puerto de Vathi aquel día caía como una condena.  Y la mañana pasaba. Y todos en el barco desesperados, deseando zarpar. ¡Cualquiera diría que han ido a cazar la oveja al monte!

-¡Ahí llegan por fin los tres!

-Vienen sin paquetes

-¿Que pasó?

-Nos ha tirado el carnicero de la carnicería

-¿Y eso?

-Eso nos gustaría saber a nosotros.

5 comentarios en «La odisea del cordero de Ulises»

  1. Primero feliz año, escuchar el otro día la felicidad de Jesusín, ya es un buen comienzo de 2012, pero perdona mi burrez, me he leído tu historia tres veces y no le pesco la vuelta. ¿Habré empezado el año con una neurona menos? Un besazo Viriato

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