Tengo la desagradable sensación de sobrar. Las ciudades se han convertido, casi sin darnos cuenta, en sumideros donde confluyen las corrientes de turistas que circulan por los océanos y atmosferas terrestres. Turistas efímeros, cuál farolillos de verbena, que pasean inopinadamente colmando las plazas, los bares, los mercados. Mercados, con llamativos puestos de comestibles sobrepreciados, donde los turistas no compran y los ciudadanos tampoco. Mercados que acaban vendiendo camisas, patatas eco, tés de sabores, panes de harinas exóticas y cervezas de autor; los sustitutos actuales de las vistosas capas de toreros y peinetas de manola de los años 60. Ciudadanos que se esconden en sus casas esperando que se vacíe la calle, huyendo de un ruido machacón e inagotable. Ruido que no cesa y taladra nuestros cerebros. Cerebros cansados que solo buscan un lugar recóndito para detenerse en silencio. Ruido que es música, pero la música en exceso se convierte inevitablemente en ruido. Música que hace temblar locales, bares y terrazas. Terrazas que crecieron con la pandemia y que se quedaron para siempre. Aceras que se ensancharon, ganándole espacio al vehículo para hacer ciudades amables y que el peatón pudiera pasear a sus anchas. Peatones que no transitan las aceras para no tener que sortear terrazas, arbolitos esmirriados y el terrible rumor de la música convertida en ruido, convertida en estruendo, convertida en tormento eterno.
No hay peor noticia que la de que tu ciudad aparezca en las portadas de los periódicos como “uno de los mejores destinos para vivir y visitar”. Los habitantes salimos despedidos al extrarradio por una potente fuerza centrífuga. Y los políticos se frotan las manos, henchidos de éxito y avaricia, olvidando que su labor última era cuidar al ciudadano y hacerle vivir lo más cómodamente posible, no convertir la ciudad en un espectáculo inacabable. Y vuelvo a la teoría del bosque oscuro: en este universo descabellado y cruel, si no quieres que te descubran y te exterminen, hay que permanecer en silencio.
Siempre he tenido la sensación de que los barcos y los navegantes sobramos. Durante muchos años fue un deporte de ricos aristócratas. Un barco era considerado, erróneamente, como el sueño de un lujo inalcanzable, así que nadie les prestaba atención. Fueron los años en los que, para cualquiera que no fuera rico ni aristócrata, existía la posibilidad de viajar navegando y dar la vuelta al mundo con un presupuesto escueto. Parece un contrasentido de la ley de la oferta y la demanda, pero no lo es. Es el principio de acción y reacción a la popularización de una actividad: las autoridades se frotan las manos henchidas de éxito y avaricia.
El desacierto, que ha ido creciendo pasito a pasito, ha tenido múltiples vertientes. Pero una muy significativa ha sido el funcionamiento de la Marina de Valencia, antigua Marina Real, anteriormente Marina de la Copa América. El puerto se construyó exprofeso para albergar el gran evento deportivo de la vela en las ediciones de 2007 y 2010. Todavía hoy los valencianos seguimos pagando la factura de la obra de la nueva dársena, a pesar de los 350 millones de deuda que condonó el Estado central. Política de grandes eventos, le llamaron.
Ahora que la nueva edición de la Copa América buscaba sede en España, el gobierno autonómico ha desechado la posibilidad de repetir, por no encontrar rentabilidad, aunque el puerto ya estaba construido. Ha creído más oportuno dedicarlo a conciertos de grupos de éxito, carreras populares, encuentros de bicicletas, enormes y llamativos bares de copas y fiestones inacabables en Marina Beach club, o en el emblemático edificio del Veles y Vents. Y hasta se llegó proyectar una noria que sería la más alta de Europa ¡Casi ná!
Tengo la sospecha de que sobro.
Cuando doy clases prácticas suelo llevar a mis alumnos a atracar en la Marina de Valencia. Así experimentan como hablar por radio, como atracar y como atravesar un puerto comercial y recalar en un puerto ajeno al suyo. Pero los últimos fines de semana no he podido entrar. Las carreras populares de las mañanas y los conciertos de música de las tardes, obligan a la marina a cerrar el puente que atraviesa la dársena, conocido como el puente de la Fórmula Uno. Política de grandes eventos, nuevamente.
Así que nos persiguen con una embarcación auxiliar para hacernos salir del puerto sin contemplaciones. Y en la bocana nos espera la Guardia Civil para realizar una inspección. Mientras sacábamos los papeles y el material de seguridad, torcíamos el cuello mirando al catamarán cervecero del puerto salir a ver la puesta de sol. Iba repleto de hordas de solteros y solteras despidiéndose. Sus testículos en la cabeza, sus gafas de leds, sus vasos en la mano, los lamparones de sudor y bebida orlando sus elocuentes camisetas diseñadas para la ocasión. Como una exhalación, como un aullido, como un sonoro trueno, como un tornado. Como un fétido y alcohólico mugido de mil toros desbocados, pasa la embarcación a nuestro lado, haciendo temblar el lecho del mar, antiguamente silencioso, luminoso y cristalino. Mientras tanto, sigue la Benemérita dando el alto a las embarcaciones.

Fotografía tomada del periódico ABC
Poseidón partió en dos su tridente y desapareció.
–Tengo la sensación de que sobro –me dijo.
Respetada Ana, gracias por tu detallada realidad de sensaciones. Esas y muchas otras, son las sensaciones y sentimientos que un servidor, amante del mar, de la ciudad, de la comida bién preparada y del diseño hecho desde el corazón, siente. Yo al final también he tirado la toalla….pero hago bien renunciando? Me duele decirlo, pero creo que esto no arregla ni Tritón!! Un abrazo
Gracias, Timo. No sé si hago bien renunciando, pero solo puedo escribir estas entradas; en el resto nos han ganado la batalla. En el catamarán cervecero caben muchos votos; en las almas solitarias únicamente uno.
comparto el sentir totalmente
Fantástico Ana, si como Poseidón más una vez parece que sobramos . Felicidades por tu visión tan certera
Gracias, anónimo. Para los políticos, todo sobra, menos ellos. Nunca han sido más felices que cuando, en plena pandemia, nos tenían encerrados. O cuando nos quedamos en casa viendo y discutiendo sobre Eurovisión.
Ana no estás sola, yo pienso cómo tú.
Me siento como si estubiera nadando a contra corriente.
Saludos
Pues me consuela, Silvia, pensar que entre náufragos nos podamos ayudar. A veces pienso en cerrar las redes sociales; nos causan la infelicidad de sentirnos incomprendidos en una selva. Pero, por otro lado, también este blog sirve para comunicarme con personas como vosotros.
Un abrazo, nadadora.
Que desastre un mundo de 8milmilones y ese de 2mil millones quefo por ahí en 1940 el see humano no entiende el factor exponencial bienes y servicios hoy lo exponencial de todo ,idiotas, avaros ,descerebrados,confundidos ,y un largo etc expinencial
Hola anuska. Es terrible lo que cuentas, pero aquí en DENIA también cada vez van saliendo más barcos llenos de barrigones alemanes henchidos de cerveza y música y hasta una especie de autobús flotante con grifo de cerveza y todo, que nos ameniza cada vez que pasa nuestro lado. Los picoletos todavía nos dan la lata, pero tiempo al tiempo. Lo del puerto Copa América en Valencia ( Como el circuito de Fórmula 1 ) se veía venir que era un chanchullo de politiqueo para sacar la pasta, y ahí me das la razón en lo que cuentas. Pero estate tranquila, muchos tenemos la sensación de que sobramos en el nuevo diseño de las grandes ciudades
Mogollón de besos
VIRIATO
Entiendo que la gente quiera hacer fiesta con cerveza, música o lo que sea. Lo que no entiendo es que el ciudadano tranquilo no tenga un solo sitio donde refugiarse para evitar el barullo. Está más protegido el ecosistema de la Sargantana balear que nuestro entorno. Y fundamentalmente, de lo que iba el artículo: ¡Una marina es para los barcos, no para un fiestón permanente! Pero los políticos están encantados con el jolgorio descerebrado que no piensa ni recapacita.
No es cierto. Al menos Copa América 2007 trajo buenas infraestructuras y propósitos.
El problema,que yo veo es que los políticos no son capaces de alabar cosas buenas que hacen sus oponentes.
Hola Gern, lo curioso es que no se aprovechen dichas estructuras y hayan dejado pasar de largo la próxima edición.
Un saludo
Admirada Ana, creo que somos muchos los que compartimos contigo esa sensación de estar de más en unas ciudades cada vez más inhóspitas. En mi caso tal vez sea la edad, o la lucidez de la edad madura, pero siempre nos quedará el mar, los grandes espacios abiertos o esos apartados lugares que se resisten a perder su autenticidad, y que son menos cada día que pasa. Un saludo.
Hola Jose Carlos. Yo estoy un poco más pesimista, ni siquiera en el mar encuentro los espacios de paz que antes tenía. Puedes estar fondeado en la cala más difícil de un acantilado inexpugnable que te aparecerá una motora con reguetón. Echo de menos a Forges, seguro que sabría explicarlo con mejor humor. Supongo que las redes sociales tienen gran parte de la culpa, jugando a crear envidia con esas fotos retocadas y sonrientes, de felicidad embotellada.
Gracias por tus comentarios.
El octubre pasado dije basta. Vendí mi barquito después de más de 30 años navegando. Ahora navega en aguas más amables por Galicia. En la Costa Brava somos una especie a exprimir, ahora en mi jubilación me tengo que conformar con ver el mar desde mi balcón. 80€ al mes va a pagar el nuevo armador por su amarre, quien pudiera. Ahora mi amarre vacío está ocupado por alguien que navegará un mes o a lo sumo dos porque en invierno están esquiando pero tienen dinero para pagarlo.
En la montaña ha sucedido lo mismo, cuando nadie se ocupaba se podía ir libremente por todos sitios y ahora todo está prohibido. La popularización ha traído que la gente con dinero se ha apropiado de lo que era de todos
Otra vez saco a relucir la teoría de la ciencia a ficción del «bosque oscuro». Según esta, el universo es bosque sin luz lleno de “cazadores” que velan por su supervivencia, siguiendo estos 3 principios:
1.- Toda forma de vida desea seguir viva.
2.-No podemos de saber si otras formas de vida querrán destruirte si tienen la oportunidad.
3.- Como no hay certezas, la opción más segura para cualquier especie es aniquilar otras formas de vida antes de que hagan lo mismo con ellas. Es por ello que debemos permanecer callados en este bosque sin luz, intentando pasar desapercibidos.
Puede ser una exageración cosmológica, pero es aplicable a lo que dices: cuando había poca gente en la montaña o en el mar, lo disfrutabais con tranquilidad, en cuanto la masa se da cuenta de lo bien que os lo pasabais, se apropian del entorno y os expulsan. Por eso, siempre digo: cuando algo te guste, cállate la boca.
Un saludo, Sergio. Siento que te hayas tenido que desprender de tu barquito.
No es cierto. Al menos Copa América 2007 trajo buenas infraestructuras y propósitos.
El problema,que yo veo es que los políticos no son capaces de alabar cosas buenas que hacen sus oponentes.
Totalmente de acuerdo con Sergio. Maldito don dinero en manos injustas.
Hola Ana
Es cierto y veraz lo que tan bien describes,pero,entiendo a la gente de las ciudades que quieren ver y viajar, y todos a acampar debajo del mismo arbolito o todos en manada a sacarnos fotos en la plaza mayor o el coliseo romano o la Acropolis, y ni hablar de las marabuntas de cerveceros en guateque,sin ir mas lejos hara un año o mas salio una nota en la prensa sobre las bellezas que se podia disfrutar del pueblo en el que vivo ( comunidad de Madrid) y tal como tu dices, aquello se convirtio en un aparcadero de coches los fines de semana, que salir a pasear con el perro se pospusiera al lunes, asi y todo lo entiendo a aquellos que escapan de la ciudad,pero no comprendo muy bien a quien salta de ciudad en ciudad para encontrar lo mismo ,esos mercados que bien describes, las mismas cosas que las hay en cualquier ciudad europea ,medio oriente o Sud America,como un tedio trasportado de aqui para alla con fondo ruidoso, claro que si.
Por fa, continua escribiendo que nosotros te seguiremos escuchando ( segun Ursula K.Le Guin leer es saber escuchar) un abrazo
Antonio, por supuesto, que entiendo el viaje como actividad enriquecedora y el salir al aire libre para respirar un poco. Lo que no entiendo es que desde nuestros ayuntamientos y gobiernos se potencie la industria turística como si no hubiera un mañana, incluso obligando a los ciudadanos a salir fuera de las ciudades para poder sobrevivir. O, como en el caso de la marina que planteaba: que un puerto que costó cientos de millones de euros no se dedique más que al botellón, e impida la entrada de embarcaciones. Yo no sé como lo resisten los barcos atracados allí. De hecho, muchos se están yendo, porque los robos se han incrementado bastante.
Consuélate, Antonio. Por lo menos, tu pueblo no tiene amarre para cruceros. Imagínate un «Marina D’or» a la deriva acercándose a la plaza con las amarras preparadas.
Un abrazo
¿Porqué ese afán de convertir las ciudades en parques temáticos?
¿Porqué convertir un país en el patio de recreo de los demás?
¿Porqué gastar el dinero de todos en construir algo para darle después un uso espúreo?
¿Porqué no fomentar el deporte sino ahogarlo con tasas y costosas obligaciones, privatizadas en empresas agrupadas en lobbys?
¡Que bien estoy, como ayer, navegando sólo al atardecer en un barquito de vela pequeño, sin hacer la cuenta de lo que me cuesta mientras aún lo pueda pagar!
¡Que bien te entiendo Ana y que bien lo cuentas!
Un beso!
Es la huida hacia adelante de nuestra clase política. No piensan en el futuro del ciudadano, sino solo en recaudar más dinero y aplicar los eslóganes que les llevaron al gobierno. Nosotros a pagar y callar.
Un saludo, Eduardo
Hola el problema es lo aritmética pura metáfora del cuarto de baño de asimov calcula en 1940 éramos más menos 2mil millones hoy más menos 80 años pasaron 8milmillonrs bienes y servicios ,no importa cuanto ña gente crea en derechos y libertad todo eso ya no existe cuando la movida es exponencial jared daiamon colapso
Querida Ana, qué bien te entiendo. Aquí en Málaga, mi ciudad, ocurre lo mismo. Esto es un parque temático donde todo se ha apostado a una única fuente de ingresos: el turismo (y mayoritariamente no el cultural, desde luego). La ciudad se ha vuelto inhóspita, ruidosa, imposible para caminar (todo son terrazas, mesas y sillas por todas partes…). Y en todos sitios lo mismo: despedidas de solter@ grotescas y de mal gusto; gente borracha, música a toda pastilla, jaleo, prisas, ruido, polución de todas clases,etc.No nos queda otra que huir.
Un fuete abrazo,
Leticia
Las ciudades costeras estamos todas condenadas a ser una riada de turistas con sombrillas numeradas y de colores. El gusto por lo grotesco y lo chabacano solo lo curaba, de alguna manera, el estudio de las clásicas, la filosofía, la música… Todas esas asignaturas, que están mal consideradas porque no «sirven para nada», que se retiran de los planes de estudios. Volveremos al oscurantismo medieval.
Un abrazo, Leticia
Magnifico texto, Ana; ahí estamos, en ese tipo de falsa vida. Y desde este orden de cosas, desde este sistema social, económico, poco se puede hacer. Recuerdo , a principios de los noventa en ciudades como Barcelona, como a muchos les sonaba bien aquel estallido turístico, pero ahora se espantan y huyen de asumir responsabilidad individual alguna. Algunos malviven en la representación. Los que todavía conservan cierto criterio se agarran a los pocos signos de vida autentica que revolotea en las ciudades.
Por mi tierra, Compostela, cada vez se degrada más para satisfacer al turismo sea el tipo peregrino o el cultural.
En cierto modo, la condición humana no da para más. El consumo y la banalidad lo domina todo.
En fin, disfrutemos de las cosillas que podamos alcanzar, eso mientras el cuerpo aguante.
Un abrazo y buen verano
Hola, querido Mario. Tienes razón, lo increíble es que después de casos como Barcelona, las autoridades sigan intentando repetir el mismo modelo en las ciudades. Valencia siempre fue un sitio estupendo para vivir: una ciudad no muy grande, al borde del mar, llana para la bicicleta, con buen clima, rodeada de huerta…Ahora, el centro está repleto de manadas de turistas que persiguen al guía con la sombrilla del color asignado ¿Quién se beneficia de todo esto? El ciudadano desde luego no. El país de cañitas y tapitas, que pretendieron combatir algunos, parece que es la única solución para estos políticos mediocres que tenemos.
Está bien, seguiremos buscando nuestra parcela de intimidad
Un abrazo a los dos
ocurre algo que la gente ignora el factor exponencial aritmetica poblacion y energia bienes y servicios hacinamiento all barlet lo dejo claro
ocurre algo que la gente ignora el factor exponencial aritmetica poblacion y energia bienes y servicios hacinamiento albert barlett lo dejo claro
Por desgracia, en este mundo de incertidumbres, invertir en ladrillo es una forma segura de mantener el dinero. Y hacerte una casa enorme con banderita coronándolo todo, la manera más fácil de acariciar nuestro ego. No basta con disfrutar de un pello paisaje, hay que poseerlo.
Creo que pocas veces me veo tan identificado como con estas lineas, y muchos de los comentarios. Siento que el ser humano necesita llevar todo al limite, exprimiendo al planeta,y a el mismo, perdiendo el respeto por todo, hasta por el. Olvidando lo efimeros que somos, y en ese afan cambiamos el real disfrute de la vida, por un estado de narcolepsia donde todo da lo mismo. Muchas veces comparto esa sensacion de sobrar, y que como sociedad, cruzamos una linea de no retorno; y no nos importa.
Me consuela saber que hay gente que piensa como yo. Creo que la vida pos pandemia es mucho más ruidosa y molesta que lo era antes. De alguna forma, estos años de reclusión no nos han hecho crecer por dentro, sino desquiciarnos. Y encima, las autoridades, los ayuntamientos, los gobiernos, alientan ese frenesí sin límite. Parecemos pollos descabezados a ritmo de reggaeton.
Gracias Horacio por tu comentario. No sé si Horacio es nombre o alias, en cualquier caso me parece muy pertinente y me recuerda a la poesía, ese espacio de silencio y recapatización tan necesario.
Un abrazo