«Pero así será, Iras, insolentes lectores nos tratarán como rameras; y hasta los miserables timadores nos cantarán desafinando, como improvisación; los comediantes nos llevarán a escena y representarán Alejandría y nuestras fiestas; Antonio será mostrado ebrio y yo veré cómo algún joven de voz chillona hace de Cleopatra y rebaja mi grandeza asumiendo el aspecto de una puta»
SHASKEPEARE, W. Antonio y Cleopatra
Frecuentemente recalo en el puerto de Preveza, a la entrada del golfo Anvrákiko, frente al promontorio de Aktion. Que suena a Actium y a batalla; que invoca a Marco Antonio y a Cleopatra; y que tiene tal poder de evocación que casi eclipsa el olor a las sardinas.
Pero son estas últimas las que me traen constantemente aquí. No tengo miedo a equivocarme: es uno de los mejores sitios de Grecia para comer sardinas a la brasa. Bueno y pulpo…y sepia…y calamares…dejémoslo estar.
Pero olvidando el tema gastronómico, Preveza es un puerto muy griego, con pocas concesiones al turista; ni siquiera una señal que indique por donde se va a Nikópolis, la ciudad fundada por Octavio, desde entonces Augusto, tras derrotar a Marco Antonio y su aborrecible Cleopatra.
Siempre me interesó esta batalla; no porque me gusten las hazañas bélicas, si no por su vertiente náutica. La historia, como todos sabréis, es larga; pero hago un resumen:
El imperio Romano se hallaba dividido en dos; el de occidente, bajo el poder de Octavio y el de Oriente, bajo el poder de Marco Antonio. Esté, repudió a su esposa Octavia, hermana de Octavio y se unió a Cleopatra, reina de Egipto. Este matrimonio debió de parecerle especialmente peligroso a Octavio y aumentó las hostilidades. En el año 31 a.c. la batalla de Actium fue el último acto de una larga enemistad entre los dos, adobada por la profunda inquina hacia Cleopatra, a la cual Octavio siempre hizo aparecer como una furcia embaucadora.
La flota de Octavio llegó por el oeste, al mando iba Agripa, uno de los mejores almirantes de su tiempo, con 400 naves mucho más ligeras que las de Antonio, pero mucho más maniobrables y que le permitían invertir el rumbo y volver a la carga en menos tiempo.
Antonio disponía de fuerzas terrestres casi dobles de las de Octavio y una flota de 500 unidades de barcos grandes, poderosos y pesados quinquerremes, bien armados y especializados en abordar al enemigo con sus reforzadas proas; que sumado a los 70 barcos de Cleopatra era una fuerza imponente. Antonio era un gran estratega y sus hombres le seguían hasta la muerte; pero no sabía mucho del mar. De hecho sus oficiales y tropas querían que la lucha se diera en tierra y al parecer fue Cleopatra la que le convenció de lo contrario; lo cual causó gran malestar entre sus legiones. Prefirió enfrentarse en el mar y de forma algo estúpida, parece que concibió la acción sin ningún movimiento, con la flota casi fondeada y los barcos unidos por cables y cadenas para hacer un muro flotante. Un estupendo blanco para las agiles naves enemigas.
Disposicion de las flotas: en rojo barcos de Octavio, en morado barcos de Antonio
Mañana tranquila de principios de septiembre, sin viento. A medio día se levanta una brisa. Comienza la batalla, más bien un combate confuso de legionarios en el mar. Se esperaba la intervención de las unidades egipcias que permanecían en retaguardia. Esta fue deslumbrante: Cleopatra, a bordo de su barco almirante avanzó con su escuadra, atravesó la zona de combate…pero continuó recto, desplego sus velas y puso rumbo para rodear Lefkada y seguir hacia el Peloponeso. Marco Antonio se quedó atónito, pero la siguió poco después, abandonando a sus tropas.
Se atribuye a Agripa la gloria de una jornada confusa y sin relieve, una batalla sin ninguna idea táctica. Solo la huida de Antonio fue el único hecho notable.
A partir de aquí, los historiadores dan interpretaciones para todos los gustos: Fue una huída premeditada, por eso las naves de Antonio iban cargadas de velas y pertrechos haciéndolas más pesadas todavía. O bien fue una torpeza de alguien que no sabía de batallas navales; o como sostienen otros, fue mala suerte.
De todas descarto esta última posibilidad; la de la mala suerte.
No he encontrado ningún dato sobre las condiciones meteorológicas de aquel día, pero sí que puedo hablar de mi experiencia, que es bastante, de navegación por la zona. En verano y con buen tiempo; parece ser que lo había ya que se habla de calma matutina; cuando el anticiclón se sitúa en los Balcanes, la brisa del noroeste es constante, día tras día, en esta parte del Jónico; se levanta más bien tarde, después del mediodía y prosigue hasta mas allá de la puesta de sol. Por supuesto en el estrecho entre Preveza y Aktion, el viento encajonado es forzado a cambiar de dirección y soplar mas cercano al suroeste.
Yo no sé nada de estrategia naval, pero me parece que posicionar las naves a sotavento, casi estáticas, frente a una flota mucho más ágil que probablemente tenía el viento y el mar a favor es un suicidio.
Además ¿Porqué llevaba Antonio las naves pertrechadas con velas y aparejos, haciéndolas más pesadas? Es evidente que para remontar contra el viento con aquellos barcos solo hacía falta remos. ¿Podía ser tan ignorante en temas navales? Y si el lo era ¿ Todos sus capitanes también? ¿Nadie fue capaz de observar cual es el viento típico de la zona?
La historia ha sido llevada a la literatura y al cine hasta la saciedad pero la verdadera solución al enigma desapareció con ellos para siempre. Personalmente creo que la huída estaba preparada, al menos contemplada.
Si pensar sobre el tema os hace pasar un buen rato, estará bien empleado mi trabajo. A mí me ha divertido. Mientras tanto…sigamos comiendo sardinas.
Muy interesante tu resumen de una batalla que cambió el curso de la historia antigua y cuyas claves todavía permanecen ocultas. Cambiando de tema, cómo me gustaría probar esas sardinas. El Jónico es uno de mis destinos pendientes en Grecia, aunque el primer suelo griego que pisé fue el de Corfú, hace ya bastantes años. Por "culpa" de tu blog cada vez tengo más ganas de visitar esa zona. Saludos
Bueno he intentado dar mi punto de vista nautico sobre el asunto. Por otra parte no he encontrado a nadie que de una versión meteorológica de la batalla, lo cual me parece un fallo.
En cuanto a las sardinas de Preveza, no hay duda: son las mejores; sople el viento que sople.
No fue ni la mala suerte ni las condiciones meteorológicas. Esta es la verdadera historia: Agripa y sus hombres llevaban meses oliendo a sardina asada. Bien es sabido que el rancho de un barco Romano no era para tirar cohetes. Los hombres de Agripa, con los jugos gástricos saliéndoles por la boca, atacaron enardecidos, mientras los hombres de Marco Antonio, cebaditos de sardinas, les dejaron el paso libre, porque bien es sabido que lo poco agrada y lo mucho empacha, sin contar que Cleopatra, les había puesto por las nubes a los bares de pinchos de Alejandría y se piraron todos para abajo a cambiar de menú. ¡Viva las sardinas de Préveza! Viriato
Cleopatra que tenía un gran nariz;fina quiero decir; no pudo soportar el olor a sardinas a la brasa; mucho menos el pulpo. Llegado el momento de la intimidad conyugal le preguntó a Antonio ¿ Las sardinas o Yo? Nadie sabe a ciencia cierta que respondio el tiumviro; a las pruebas me remito: se entregó a la batalla, sin importarle las dotes navales de Agripa.
Él respondió las sardinas, pero como es sabido históricamente, la Cleo se metió al barco los ahorros y salió por patas, y Antonio que andaba mal de liquidez para pagar a la tropa, salió corriendo detrás y sus soldados a la zaga pidiéndoles la paga (y rima).
Dos entradas más y acabamos de solucionar un malentendido histórico.
¡Qué maravilla! Me he sentido como si estuviese allí contigo, comiendo sardinas y escuchándote en la sobremesa hablar sobre aquella decisiva batalla que según dicen determinó el curso de la Historia y nuestra actual forma de vida.
Yo no entiendo mucho pero en cualquier caso siempre pensé que había sido un error grave de Antonio dejarse encerrar allí con el viento en contra.
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Muy interesante tu resumen de una batalla que cambió el curso de la historia antigua y cuyas claves todavía permanecen ocultas.
Cambiando de tema, cómo me gustaría probar esas sardinas. El Jónico es uno de mis destinos pendientes en Grecia, aunque el primer suelo griego que pisé fue el de Corfú, hace ya bastantes años. Por "culpa" de tu blog cada vez tengo más ganas de visitar esa zona.
Saludos
Bueno he intentado dar mi punto de vista nautico sobre el asunto. Por otra parte no he encontrado a nadie que de una versión meteorológica de la batalla, lo cual me parece un fallo.
En cuanto a las sardinas de Preveza, no hay duda: son las mejores; sople el viento que sople.
No fue ni la mala suerte ni las condiciones meteorológicas. Esta es la verdadera historia:
Agripa y sus hombres llevaban meses oliendo a sardina asada. Bien es sabido que el rancho de un barco Romano no era para tirar cohetes. Los hombres de Agripa, con los jugos gástricos saliéndoles por la boca, atacaron enardecidos, mientras los hombres de Marco Antonio, cebaditos de sardinas, les dejaron el paso libre, porque bien es sabido que lo poco agrada y lo mucho empacha, sin contar que Cleopatra, les había puesto por las nubes a los bares de pinchos de Alejandría y se piraron todos para abajo a cambiar de menú.
¡Viva las sardinas de Préveza!
Viriato
Esta bién, mi versión:
Cleopatra que tenía un gran nariz;fina quiero decir; no pudo soportar el olor a sardinas a la brasa; mucho menos el pulpo. Llegado el momento de la intimidad conyugal le preguntó a Antonio ¿ Las sardinas o Yo?
Nadie sabe a ciencia cierta que respondio el tiumviro; a las pruebas me remito: se entregó a la batalla, sin importarle las dotes navales de Agripa.
Él respondió las sardinas, pero como es sabido históricamente, la Cleo se metió al barco los ahorros y salió por patas, y Antonio que andaba mal de liquidez para pagar a la tropa, salió corriendo detrás y sus soldados a la zaga pidiéndoles la paga (y rima).
Dos entradas más y acabamos de solucionar un malentendido histórico.
Besitos a los dos.
Viriato
Como histodiadores no valemos nada, pero como guionistas de culebron no tenemos precio.
Besos
¡Qué maravilla! Me he sentido como si estuviese allí contigo, comiendo sardinas y escuchándote en la sobremesa hablar sobre aquella decisiva batalla que según dicen determinó el curso de la Historia y nuestra actual forma de vida.
Yo no entiendo mucho pero en cualquier caso siempre pensé que había sido un error grave de Antonio dejarse encerrar allí con el viento en contra.
Saludos desde otra orilla del Mediterráneo.
Sí Argonauta,realmente Antonio no sabía nada de barcos; y en este caso se hace mas cierta la frase de Pompeyo:
Navigare necesse est, vivere non necesse.
Saludos Argonauta
Tu relato de la batalla, ese olorcillo a sardinas, unos "potirikis" y una puesta de sol en una tabernita…
Un besito
¡Siempre pensando en lo mismo Cleopatra!
Ja,Ja,Ja
Es que esto de la realeza es lo que tiene…
Un bico
A sus pies Alteza