Nuestra intención no era conocer Thira, Santorini, o Santa Irene como la llamaron los venecianos, o Kallisté como la llamaron en la antigüedad aludiendo a su belleza, o Strongyli por su forma redonda primigenia; una de las islas más fotografiadas del mundo. Pero la realidad es que Santorini no es una isla sino un universo en sí mismo, con varios pedazos independientes alrededor de la caldera en permanente ebullición. No queríamos ir porque nos imaginábamos las riadas de turistas paseando por sus callejuelas, los chill out, las tiendas de ropa vaporosa y la última moda; las parejas de recién casados chinos que viajan a Santorini para hacerse el álbum de la boda. No vayáis- Me dijo alguien.- Está lleno de tules, azahares, novios y palos de selfie .
Por otro lado, amarrar en Santorini es tarea difícil ya que solo posee una pequeña marina en el sur, de poco calado y corto espacio. La opción de fondear en el cráter es totalmente descartable por las enormes profundidades que tiene pegada a la orilla. Pero de todas maneras creo que existen sitios por los que hay que pasar alguna vez, aunque no te detengas, y navegar por un colosal volcán es uno de ellos; Santorini es una de esas maravillas terráqueas a las que necesariamente se debe llegar por mar si se quiere conocer su significado. Es realmente emocionante adentrarse en esa olla negra y circular que parece la muela podrida de un gigante marino.
Me sorprendió encontrar decenas de catamaranes con excursionistas y músicas atronadoras que iban y venían de la playa roja a la playa blanca, de ahí a la negra y después vuelta a empezar. Me gustaban más los antiguos caiques de colores con sus coplas de nisiótica estridente; los tiempos cambian qué le vamos a hacer, pero algo tiene el turismo de insano y contaminante; los que vinieron aquí buscando un lugar genuino y singular al final reproducen lo mismo que dejaron en sus países y la ley de la oferta y la demanda acaba dándoselo mascado, perdiéndose por el camino la primera premisa; lo singular y lo genuino.
Cuando ya decidimos que habíamos acabado de pasear por el cráter y nos disponíamos a dar rumbo a otros mundos, pasamos por Thirasiá, un cachito de la Strongili que estalló en pedazos, el pequeño segmento que cierra la circunferencia por su parte noroeste. El caso es que sin pretenderlo, observando los barcos que venían de Santorini cargados de gente para pasar el día en las tabernas al pie del acantilado, encontramos una boya donde dejar el barco seguro y afrontamos la interminable escalera que subía hasta la jora. Desde el primer momento tuve la sensación de que Thirasiá era una miniatura de Santorini, una igual solución para habitar estas rocas de lava; las mismas escaleras extenuantes, las mismas piedras negras y rojas, el pueblo blanco colgado en el precipicio oscuro, las reatas de burros que subían y bajaban. Pero había algo de extraordinario en esa isla ignorada por el turismo de masas porque los borricos llevaban cargamentos cotidianos de verduras, aperos o habitantes de la isla que no tenían otra solución que montarse en el animal para no desfallecer en la subida, la jora era bonita pero sin amaneramiento, con casas pintadas o deslucidas, con iglesias grandes y pequeñas pero sin campanarios fotogénicos, con gatos enroscados y perros vulgares que se rascaban sus pulgas mirando al cielo. La chimenea carbonizada de la panadería se veía a distancia pero alguien tenía que acompañarte para acceder y atravesar la terraza del vecino, la verdulería daba vértigo y se corría el peligro del despeñe con los tomates rebotando entre las cabras, para comprar vino era obligado ir al pueblo de al lado a preguntar por el pope y los burros te increpaban por el camino buscando entre tus bolsas. Era todo lo contrario que su hermana mayor, allí delante, majestuosa, portada de publicaciones y escenario de múltiples películas.
En estas islas pequeñas una vez subes arriba tu visión es todo horizonte, el este y el oeste son un girar del cuello. Al este, el cráter erguido te invitaba a caer rodando por sus escaleras verticales sobre un agua sombría y abisal, más allá Santorini como el espejo donde se miraba Thirasiá, al oeste una pendiente dulce y suave de caminos amables y ricos cultivos que llevaban a un mar más azul. ¿De qué pasta estaba hecha esta gente? Eran recalcitrantes y tozudos, sin duda, y de igual forma que un día vinieron a habitar un volcán, ahora se negaban a vender su alma al diablo. O quizás me equivoco y era pura casualidad. Debería pasar unos meses allí para saberlo con certeza.
Llegó la tarde, los infinitos catamaranes, barcos y barcas empezaron a agolparse frente a Santorini, bajo Oia, para ver la famosa puesta de sol, principal atracción diaria de los turistas. Las cúpulas se encendieron rosadas y los infinitos destellos de las cámaras de fotos hicieron el efecto de un espectáculo lleno de trucos y maravillas. Yo miré al otro lado y observé al sol hundiéndose en el agua limpiamente y con tranquilidad, el ηλιοβασίλεμα, la coronación del sol. Solo el agua salada separaba un ocaso de otro, solo el mar daba lugar a mundos tan diferentes. Bajamos las escaleras en silencio meditando sobre las cosas inesperadas. Cuando llegamos a la caldera no
había ni un alma, el último burro se había cruzado con nosotros minutos antes. ¡Vaya!
Pensé, es estupendo que un mismo mar pueda dar lugar a tantos contrastes.
Μάνος Χατζιδάκις
Θάλασσα πλατιά
σ’ αγαπώ γιατί μου μοιάζεις
θάλασσα βαθιά
μια στιγμή δεν ησυχάζεις
λες κι έχεις καρδιά
τη καρδιά μου την μικρούλα την φτωχιά.
Όνειρα τρελά
που πετούν στο κύμα πάνω
φτάνουν στην καρδιά
και τα νιάτα μας ξυπνάνε
όνειρα τρελά
και οι πόθοι φτερουγίζουν σαν πουλιά.
Έχω έναν καημό
που με τρώει γλυκά και με λιώνει
έχω ένα καημό θα ‘ρθω να στον πω
αδερφή μου εσύ θάλασσα που σ’ αγαπώ.
Κύματα πουλιά
στα ταξίδια σας που πάτε
τα αλαργινά
την πικρή μου λύπη πάρτε
κι απο ‘κει μακριά
να μου φέρετε κι εμένα τη χαρά.
Manos Hatzidakis
Ancho mar
te amo porque te pareces a mi
Mar profundo
ni un momento te calmas
dices que tienes corazón
mi corazón, pequeño, pobre
Sueños locos
que vuelan sobre las olas
llegando al corazón
y despiertan la juventud
sueños locos
que agitan las pasiones como aletean los pájaros
Tengo un deseo
que me reconcome dulcemente y me agota
tengo un deseo e iré a contártelo
hermana mía, tú la mar que quiero.
Oleadas de pájaros
que en vuestros viajes vais
a sitios lejanos
tomad mis penas ocultas
y llevarlas lejos
para traerme la dicha.
Hola Anusca, cuando empecé a leer no hacía más que darte la razón, y no por creer que la preparación supere al viaje. Para mí son cosas distintas. Cuando planteas un viaje es igual que cuando te vas a comer un buen cordero. Primero eliges el restaurante y conforme te acercas el olor te emborracha los sentidos y los jugos gástricos te ahogan de placer. Esa es la preparación al viaje. Después te sientas y te lo comes. Si encime has atinado, es el cielo. Hasta aquí lo previsto. ¿Pero y que me dices de los entrantes? ¿Y del vino? Esa primera copa de un vino elegido al azar, esas croquetas que superan todas las expectativas. (Acabo de desayunar y me está dando hambre) Esa sí que es la guinda de los viajes, lo inesperado. ¿Cómo era aquello de que el viaje no es Ítaca, si no el primer paso para llegar a ella? Mil veces lo aleatorio supera a lo previsto, pero que nadie me quite los preliminares. Sin los unos nunca gozarías de los otros. ¡Vivan las croquetas!
Mil besos
Viriato
¿Estás a régimen? Veo que te lo has tomado por la vena gastronómica. Pero bueno, si hay que brindar se brinda ¡Qué vivan las croquetas y los montaditos!
Un beso, Pavlov
Hola Ana, si a ti aún te sorprende Grecia, no quiero ni imaginar que pasará conmigo…
Me ha llegado un vídeo que tal vez te guste, https://www.youtube.com/watch?v=U9NeWHJ3yw8
Muxu bat, Fernando.
Hola Fernando. Me sigue sorprendiendo Grecia, sin embargo, España me desespera. Llevo aquí 2 semanas y ya me ha parado la Guardia Civil del mar 2 veces; Pero sí me sorprende en algo, y es que veo a todo el mundo resignado.
El vídeo de Pedro Olalla lo conocía. Tiene algunos libros sobre Grecia muy buenos, como Historia menor de Grecia.
Un abrazote
Una buena lección Ana. Cosas que desechas por pensar que están totalmente devaluadas luego pueden llegar a sorprenderte e, incluso, a enamorarte. Supongo que mucho tiene que ver con ese espíritu griego que se aferra a lo que eran (o son). Me encanta la idea de que al lado de una zona turística y bullanguera te puedas encontrar otra orgullosa de mantenerse fiel a si misma.
Un abrazo
Ángel
Hola Angel. Es posible que sea cómo tú dices y se deba a su espíritu indómito o recalcitrante; o bien es pura casualidad, pero te aseguro que eran más felices en Thirasia que en Santorini, entre otras cosas porque los de Santorini ya han vendido sus casas y no pueden vivir allí. Nosotros tenemos tantos ejemplos de esos, cómo Mallorca, prácticamente en manos extranjeras. ¿De qué me sirve una tierra hermosa si ya no la puedo disfrutar?
Muy bonito el viaje tuyo; me quedo con ganas de navegar por Portugal.
Abrazos