De vuelta y todo sigue en su sitio. Las conversaciones a mi llegada al país son las mismas que hace 5 meses, pero más enconadas. Han subido los impuestos, han bajado los sueldos y las pensiones a la mitad y los precios se han disparado hasta la estratosfera estelar. Muchos negocios prósperos cierran porque no les sale a cuenta seguir trabajando y todos son más pobres que hace unos meses. En Grecia se da la peculiaridad de que cuando haces la declaración, pagas por lo que has ingresado más una provisión estimada para el año siguiente. Se puede dar la casualidad de que acabes pagando más de lo que cobras y frente a tal expectativa muchos deciden echar el cerrojo.
Pero sigo encontrando chispas en esta tierra peculiar. El recibimiento en el pueblo ha sido excepcional y cálido. Aceitunas, huevos, cariño y muchos abrazos. La panadera está enferma, el pescador vende su barca y el mundo da giros y giros sin que nadie podamos detenerlo. ¿Será que Grecia me la invento o sigue siendo un sitio excepcional?
El caso es que todo el mundo se prepara para la temporada estival: llegan los primeros barcos, llegan las furgonetas, llegan los coches de matrículas extranjeras, pero hay una desesperación general, una sensación de que estos malos tiempos han venido, y como siempre por siglos en este país, para quedarse. Ya no se creen que aparezca ningún Leónidas que les salve milagrosamente por su bravura y heroicidad.
Lefkada es una isla abrupta; los saben sus vientos que la circundan para evitarla, los mares que son tan diferentes en uno y otro lado, los turistas que ruedan y ruedan por sus carreteras circulares para bañarse en sus playas de piedras, nunca adentrándose en su frío, rocoso, pelado y remoto interior. Hay una muralla virtual coronando la cima de la montaña que separa a un mundo de otro, cuando traspasas su puerta, entras en un espacio tan diferente al conocido que imaginas vivir dentro de un espejo. A mí me gusta atravesarlo de vez en cuando para buscar conejos malhumorados y gatos sonrientes.
Estábamos sentados bajo un frondoso árbol, charlando con mi amiga María mientras ella acababa de preparar sus albondiguitas con hierbabuena. De repente, como por ensalmo, en silencio y sin movimiento alguno apareció un hombre desaliñado en la puerta.
– Ay, Tasos, Tasulis, que bueno eres. – Exclamó María.
Y era tan bueno que le traía boñigas de cabra para abonar sus tomates. Dejó caer la bolsa oscura y olorosa frente al portón y se sentó en una mesa a tomarse una cerveza. Era muy delgado y algo deforme y tenía un hablar gangoso que me impedía entender lo que decía. Pero debía necesitar conversación porque se disparó a hablar como si le hubieran dado cuerda, y María no tuvo otro remedio que ir traduciendo la jerga incomprensible. Tasos era pastor y se tiraba gran parte de tiempo en la montaña a solas con sus cabras y sus ovejas. De vez en cuando fruncía el ceño, se quedaba en silencio y afilaba las orejas muy circunspecto, intentado escuchar ruidos que nosotros no oíamos.
-¿Qué oyes, Tasos?
-Los perros están ladrando.
Con la crisis, la cantidad de perros abandonados en la isla, como en todos los sitios, había ido en aumento. Los canes forman jaurías y suben a las montañas, donde está el ganado, atacándolo para alimentarse. Cientos de cabras, dijo Tasos, que había perdido este invierno.
Pero cuando veía pasar el peligro, volvía a su extravagante conversación, mezcla de rebaños y perros, mezcla de sus viajes alrededor del mundo como marino y contrabandista y mezcla de sus múltiples accidentes de los que había salido milagrosamente ileso pero que le habían dejado la cabeza, los brazos, las rodillas y la mayor parte del cuerpo ensamblada con tornillos y tuercas.
-Tasulis siempre se salva porque tiene un buen alma y le protege el cielo. -Me explicó mi amiga mientras el aludido sonreía tanto que parecía que se le fuera a partir el rostro en dos.
-Etoy eno de ecambios.
Mientras nos reíamos aparecieron unas vacas paseando por el pueblo. Parece ser que la CEE subvenciona aquí la cría de vacuno con 3000 € la cabeza. El avispado propietario las deja sueltas por el monte y ellas viven del pillaje, es decir de los huertos y jardines de los vecinos.
-Todos los días tiene una denuncia, pero le da exactamente igual.
Una negra y más grandota se metió en la casa de al lado y la emprendió con la parra. María empezó a gritar y cogió un buen palo para darle en la cabeza.
– Oooo, Maía, ooo. Ete e un macho.
María, llevada por su adrenalina, sin escucharle, cerró el portón del vecino y dejó al toro dentro que empezó a mugir enloquecido. Tasos se desternillaba y yo con mantilla y peineta me disponía a vitorearla y sacarla en hombros cuando a cámara lenta, con la misma velocidad con la que abríamos nuestras bocas de palmo, el torito pegó un brinco y se saltó la valla de dos metros, cayendo de cabeza en la calle y espatarrándose como una bailarina rusa. Para que voy a ser más explícita, yo metí un pie en la casa por precaución española y María levanto el palo como un cruzado. No sonaron las cornetas ni flamearon pañuelos, a lo sumo las carcajadas de Tasos y algún bufido del atontado animal. Este, sacudió la cabeza de un lado al otro y se fue tras una vaca que paseaba entre la maleza resoplando.
-Qué onito, qué onito…- Palmeaba Tasos en la mesa.
Pasado el trance disfrutamos de lo lindo recordando los detalles y hasta alguna tonadilla de Mari Fe de Triana. Así que cuando Tasos me invitó a subir a verle a la montaña, no lo dudé un solo momento
-¿Qué día te viene bien?
-Uando ieras.
Magnífico. Me he reído con ganas. Gracias
Nosotros también nos reímos bastante. Ya ves, el mundo económico y sus mercados abajo y arriba…la vida se mide en vaquillas y cabras. Realmente es la que me interesa en estos momentos.
Un saludo, Román.
Hola Anuska, a ese toro habia que llevarlo a las olimpiadas, un salto libre de dos metros y sin carrerilla; un figura. Si llego a estar yo con Maria y contigo, alli sentado y aparece el toro por los aires, me subo a la copa del primer arbol mas alto que vea. Me gustan los toros, pero a una distancia prudencial, digamos de… dos kms.
Mil besos para Maria y otros mil para ti y tu chico
Viriato
Oye, que los toros saltan que no veas, ten en cuenta que cuando se levanta sobre las patas traseras ya tiene una alzada de más de dos metros. Y eso que hablo de una vaquilla, no un toro de lidia. Pero de todas formas impone cuando dice eso de Muuu.
Muchos besos
Delicado y divertido el texto, estremecedora la canción! Como siempre, he pasado un ratito delicioso saboreándolo todo, dulce y amargo. Gracias.
La canción es un poco bruta y estuve tiempo pensando en ponerla o no, pero la música es tan suave y evocadora que me dije: en el fondo el bosque es así, agrio, enigmático y salvaje. La próxima espero encontrar algo más dulce.
Oir de cerca un muuu ya lo creo que acojona, es como oír de cerca el rugido de un leon, ¡¡ que lo lleven a San Fermín !!
Albondiguitas con hierbabuena…ñam ñam ñam
A cuidarse.
Bueno, normalmente son vacas rubias, de esas que hay muchas por Galicia, pero este era un novillo oscurito y eso impresiona. Dejé la sangre torera a la altura del betún. Ya sé que no se llevan los toros y a mí nuca me gustaron, pero después de esta , quien sabe, cualquier día tomo la alternativa.
Un super abrazo, Fernando