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Me compré unas cacerolas

Todo empezó al fondear en una playa de Sifnos, una de las Cícladas, en esas aguas tan transparentes que hacen dudar de su existencia; hasta de la de uno mismo. Buceando un poco y ensimismada con las rocas, las algas móviles y los peces zigzagueantes vi que en el fondo abundaban las piedras rojas, me sumergí para coger alguna y noté que tenían textura de arcilla, parecían restos de vasijas que el mar y el tiempo hubieran redondeado. En la playa había una hermosa casa blanca con unas grandes letras azules donde se leía: “Ceramica Antsonios”, delante de ella un muelle y una barca. Podía ser que el tal Antsonios vertiera sus desperdicios en el mar, pero aquellas piezas de barro romo debían de llevar sus años dando vueltas por la playa. La casa se veía abierta y habitada pero no había nadie a quien preguntar. Entramos a husmear un poco y vimos un antiguo horno de leña y cientos de tipos de vasijas, cacerolas, botijos y jarras desparramados por los jardines. Me picó la curiosidad y el gusanillo de que ahí había alguna historia interesante.

Sifnos es una de las Cícladas “verdes”, es decir, no es solo una roca monda y pelada si no que numerosos árboles y matorrales le dan un aspecto más fresco que el de las islas vecinas. No era la primera vez que estábamos en la isla, de la que ya conocíamos su sublime castro, uno de los más bonitos del Egeo; pero esta vez queríamos rebuscar un poco por sus calas y pueblos para encontrar su corazón. En la playa de Vathi unas sabinas inmensas daban sombra a cuatro mesas y ocho sillas; componían la taberna perfecta. Sentados con un pie en la arena y otro en el agua, con la nisiótika (música del Egeo) sonando y mirando toda la bahía como si fuera obra de un santo milagrero,  le pregunté al tabernero señalando la casa de Antsonios.

– Lleva fabricando cerámica desde 1870. Esta es la cuarta generación que se dedica al oficio.

Acabó de atormentar mi instinto rastreador y me aposté en el barco con los prismáticos dispuesta a bajar corriendo a la alfarería al más mínimo movimiento. Salió un perro a corretear por la playa y en segundos estábamos llamando nosotros a la puerta azul. Un señor muy amable nos enseñó todo el taller por dentro y nos presentó a toda la sonriente familia que se desvivía para que admiráramos su colección de vasijas, cazuelas y botijos de varias bocas que suelen coronar las chimeneas, “kaminades”, de las casas de las Cícladas. Vivían aquí mismo, en esta casa, junto a la playa; de ahí su sonrisa y la cortesía con la que la madre nos ofreció unas golosinas. Se movía con la dulzura y la calma de los que habitan sitios hermosos como este, hasta el perro deambulaba por el taller desnervado, sin temor a derribar un estante con el movimiento de su rabo.

– En esta casa vivieron, en sus tiempos, hasta 20 alfareros y sus ayudantes. Muchos tenían casa en la jora pero la dificultad de los caminos hacía imposible el ir y venir en el día. Aquí formábamos una gran familia, trabajando sin descanso hasta la llegada del caique que se fondeaba en la bahía esperando que le entregáramos la partida de cazuelas de barro. Cuando completaba la carga zarpaba para vender las piezas en otras islas, por toda Grecia, en Malta, en Italia, en Esmirna. Todo eso hasta que llegó el aluminio, irrompible, y la gente empezó a comprar pucheros y chimeneas metálicos. La mayoría de los maestros ceramistas se fueron y os digo una cosa: encuentres la alfarería que encuentres, en cualquier parte del país, os aseguro que serán descendientes de nuestros “mastoras” que se llevaron su oficio allí donde fueron. Ahora seguimos haciendo cacharros de cocina, pero con diseños llamativos para venderlas como decoración.

Ya me imaginaba yo el caique dando balances con el Meltemi y la barca de cacerolas cabeceando con las olas y derramando algo de su carga en el trasvase. Esas eran las piedras rojizas de la playa que habíamos encontrado. Era realmente sorprendente que todavía quedara alguien que pudiera desempeñar un oficio tan antiguo en este lugar tan luminoso, casi emocionaba.

No tuve más remedio que comprar una cazuela y la señora, mientras me la envolvía me preguntaba: ¿De dónde venís? Del jónico. Ah que lejos. Y ¿Cómo es el jónico? ¿Cómo son los de allí? ¿Son buena gente? Podríamos haber estado hablando de la Patagonia en iguales términos. Pensándolo bien ¿Qué se le había perdido a esa feliz señora en otra parte del mundo que no fuera Sifnos y su alfarería frente a la playa dorada?

Fotografía tomada de www.ceramicartsonios.gr

Deambulando por la isla, un día llegamos a Platy Gialos, una bahía inmensa con una gran playa en la que el impulso turístico ya había perpetrado los desmanes caóticos típicos de estos desarrollos no planeados; no era feo pero lo será. Para pasear por la playa hay que ir saltando de bar en bar y de tienda en tienda, todas puestas una junto a la otra, compitiendo por la primera línea de costa; un sitio anodino que debió de ser un espectáculo en su momento.
Pegando brincos por las terrazas pasamos por varias tiendas de cerámica; supuse que venderían piezas de Antsonios. Pero en una tercera vimos que tenía fabricación propia así que nos metimos a cotillear. El hombre era amable, pero no sonriente y en cuanto le rascamos un poco  nos empezó a contar la historia de la alfarería en Platy Gialos ilustrada con preciosas fotografías antiguas tomadas por su primo. En la bahía, en los años 50, solo había 5 o 6 casas, todas dedicadas al barro y bien distanciadas las unas de las otras. Era todo un acontecimiento, cuando el tiempo mejoraba y la oscura proa del caique aparecía en la rada al traspasar el cabo, de cada casa salían apresuradas las barcas cargadas de cazuelas remando con ímpetu; el primero en llegar era el primero en vender, la competencia y las prisas hacían que el día de la calma tras los temporales  fuera un día de nervios. Hasta 3000  personas llegaron a vivir del oficio en Sifnos.

– Luego hicieron la carretera y el caique dejó de venir. Luego vino el aluminio y se acabaron las peticiones de cacerolas. Luego construyeron el hotel del fondo y vinieron los turistas. Luego me destruyeron el horno de leña con las obras del edificio de al lado y lo puse eléctrico. Y por último los turistas que vienen en verano se compran mis cacerolas, ahora bien, repintadas y diseñadas como recuerdo de la isla.-  Yo le compré una ¿Qué otra cosa podía hacer?

Meditaba yo esa noche sobre la frágil armonía de una isla, similar a un ecosistema cerrado en el que la más mínima perturbación; una carretera; puede desequilibrar el medio y perjudicar algunas especies; los caiques, los burros; y que la aparición de individuos nuevos y más resistentes al medio; el aluminio; hacen tambalear los cimientos de todo el delicado mecanismo, lo dejan listo para que nuevas variedades oportunistas; el turismo; lo colonicen y lo transformen en algo totalmente distinto. Me dormí con la cabeza turulata y soñé con  los botijos de 4 bocas de las “kaminades”;  eran indudables extraterrestres; simpáticos por otro lado; que bajaban de sus platillos volantes para posarse sobre las chimeneas blancas de las casas de Sifnos.

9 comentarios en «Me compré unas cacerolas»

  1. Qué bonito! Menos mal que no entrasteis en más tiendas…ahora tendrías una batería de cacerolas. El señor de la 1ª foto debía ser el padre o abuelo del señor con el que hablasteis, no? Por cierto, que es "jora"?
    Bueno, un besito para los 2.

  2. Qué bonito! Menos mal que no entrasteis en más tiendas…ahora tendrías una batería de cacerolas. El señor de la 1ª foto debía ser el padre o abuelo del señor con el que hablasteis, no? Por cierto, que es "jora"?
    Bueno, un besito para los 2.

    1. Jora, χώρα, se llama a los pueblos principales de las islas, sobre todo en las Cícladas, que normalmente están desparramados por la montaña y le dan ese aspecto tan característico.
      También compré una jarrita para la cerveza de Jesús.

      Otro muy fuerte también de vuelta.

  3. Hola Ana, después de leer tu escrito con relación a Sifnos (como siempre hermoso) acerca de las "cacerolas", los oficios tradicionales, el sentido del tiempo alejado del actual sistema, es la constatación de como la modernidad, capitalismo, no ha dejado ni deja de ocupar/destruir los restos de otra vida opuesta a este presente sin sentido y sin futuro. De todas formas, en el caso de las islas griegas, todavía se respira un aire que nos recuerda ese pasado, algo debe de haber en las gentes, en las piedras o en la luz.
    Luego, lo que dices de las playas, en todas las islas que he estado me he entrado con los tres tipos: uno es la playa virgen, a veces sólo comunicada caminando por montes o por mar (se me ocurre Livadaki en Folegandros), donde no hay nada, salvo el mar, alguna vegetación a veces, la arena o las rocas; otro es, me imagino que parecido a la Vathi que refieres, apenas unas tumbonas con sombrillas y una taberna (me acuerdo de Mandraki en Skiathos o Agios Nikolaos en Symi); luego están esas otras donde el turismo ha hecho sus excesos (este año lo vi en Agia Anna en Naxos). Ahora bien, he disfrutados de los tres tipos , sin embargo, quizá por la edad, a veces agradezco la sombrilla y un sitio donde tomar algo, por eso esas playas maravillosas con una taberna allí perdida es algo impagable.
    Saludos y disfrutar de esos mares

    M.Barros

    1. La verdad es que llegar al rugr mas recóndito de una isla y encontrar una taberna para apagar tu sed es algo que no tiene precio, y encima son bonitas. Ahora mismo estoy en Astipaléa, en un golfo donde no hay más que cuatro casas y dos barcos de pesca y la taberna que permanece, desde tiempos inmemoriales, es un autentico lujo. Una taberna no es un sitio solo para comer y beber, si no para intercambiar conocimientos.

      Un abrazote

  4. Hola Anuska, vaya con Jesús, qué sibarita, imagino que la pondrá a enfriar en la nevera de la Maga. Y tú no te has comprado otra?
    La verdad es que la foto de la barca que cargada de vasijas es una preciosidad. Te iba a decir que os tomabais un vino a mi salud, pero visto lo visto, que sea varias cervezas muy frías.
    Un beso muy gordo
    VIRIATO

    1. ¿Donde estabas mushasho, que ya empezabamos a preocuparnos?
      La mia es mucho más fea, de hecho la compramos antes que la de Jesus . Tiene un mapa de Poros con burros, barcas, delfines y todos los colores del arcoiris; en fin, un horror, casi prefiero beber a morro.

      Otro

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