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Mujeres navegantes. Las piratas

Cuando a principios del siglo XVII los piratas del Caribe formaron una asociación llamada “Cofradía de los hermanos de la Costa”, fue necesario que elaboraran una constitución. Era una manera de ordenar la convivencia dentro del caos de unas almas proscritas y organizar una cooperativa. El decálogo era principalmente ácrata, con muchos derechos y pocos deberes, y con la palabra libertad omnipresente en la mayoría de sus párrafos. El espíritu libertario surgía posiblemente de las tripas de unos individuos sedientos de independencia, que provenían de los presidios, de los bajos fondos, de la sociedad más proscrita y desterrada. La autonomía que ansiaban la encontraban en las brisas que impulsaban los barcos, lejos de cualquier autoridad y en busca de aventuras y tesoros, y les daba la bienvenida a una excitante vida, que hasta hacía poco no tenía la más mínima esperanza.

«No existirán prejuicios de nacionalidad ni de religión. No existirá la propiedad individual. Se respetará la libertad individual. No habrá obligaciones ni castigos y se podrá abandonar la Hermandad en cualquier momento. Se dará una indemnización a quienes resulten heridos o lisiados

Constituían un premonitorio sindicato del crimen, pero supeditado a ciertas normas de honestidad que, de ser contravenidas, acabarían en el tablón de proa y en los tiburones. Pero había una ley ineludible: «no se admitían mujeres a bordo; a excepción de hembras de color y esclavas

Es posible que este último requisito obedeciera a las creencias arcaicas de que la mujer era de mal augurio en un barco, o de que su presencia, dada la fogosidad de los marineros, habría sido motivo de trifulcas y celos. O quizás, también, que les atemorizara la mirada sagaz y vigilante del género femenino, que les recordaba a esposas abandonadas, hijos diseminados por puertos remotos y una presencia que les hacía caer en la cuenta de que tal vez no acabarían siendo tan libres como pretendían si no conseguían resistirse a ella.

B.R Burg en su libro «Sodomía y tradición pirata» (1983), señala que en los barcos piratas los actos homosexuales se convirtieron en una norma establecida y tolerada. Estas relaciones no eran fruto de la opresión, como en las cárceles; eran noviazgos libres y estaban asumidos por la comunidad. Los piratas adultos tomaban como parejas a los tripulantes más jóvenes, siguiendo normas y costumbres parecidos a los de la pederastia griega o al mundo de los samuráis en el Japón.

Como consecuencia de ello se organizó el matelotage, una unión permanente, formal, a menudo contractual, entre dos hombres adultos. Estos hombres, conocidos como hombres de mar (matelot), unían tierras y bienes. Prometían luchar codo con codo, y cuidarse entre sí cuando estuvieran enfermos. Los matelots solían dejar testamentos que estipulaban que, tras la muerte de un pirata, la pareja heredaba todas sus propiedades. E incluso, aunque no hubiese compromiso escrito, “los viudos” adquirían la propiedad de los bienes del fallecido.

Siempre he pensado que el personaje amanerado y de genero difuso que recrea Johnny Deep en Piratas del Caribe, su Jack Sparrow, tenía su inspiración en esa libertad homosexual que se experimentaba en los barcos de bucaneros.

En este mundo de hombres libres y autosuficientes, hete aquí que aparecen dos mujeres a romper las leyes inmutables de la hermandad. Sorprendentes por la singularidad de introducirse en tal mundo, y mucho más por permanecer por propia voluntad en él, a pesar de los peligros, las incomodidades de la vida a bordo y las persecuciones por situarse al otro lado de la ley. La especulativa historia de sus vidas se la debemos al Capitán Charles Johnson, coetáneo de las dos mujeres y que recogió los hechos de los más famosos bucaneros en su libro: Historia General de los Robos y Asesinatos de los Más Famosos Piratas. Se cree que el tal Johnson pudiera ser un seudónimo del mismo Daniel Defoe, escritor conocido por dar vida a Robinson Crusoe.

Anne Bonny fue la hija ilegítima de un importante abogado irlandés que mantuvo relaciones extramatrimoniales con su criada. Anne disfrutó de una infancia desahogada y cierto nivel de educación, gracias al dinero amasado por su padre en múltiples y hábiles negocios. Pero cuando este intentó casarla con un muchacho de bien, Anne se fugó con el pirata James Bonny.

Bonny acabó trasformado en un soplón a las órdenes del gobernador de Bahamas; revelaba secretos y localizaciones de antiguos colegas de piratería. Anne lo abandonó y se unió a Jack Rackham, alias Calico. Jack Rackham se convirtió en un icono pirata, por sus correrías y por ondear un pabellón negro, con dos tibias y una calavera. Enseña que ha trascendido hasta nuestros días envuelta en espumas románticas de brisas, salitre, aventura y libertad.

Anne ya había demostrado un espíritu inconformista desde niña; vestía de hombre, montaba a caballo y usaba las pistolas mejor que cualquier muchacho de su edad. Así que en el barco siguió llevando la misma ropa que sus compañeros, para no contravenir las leyes de la hermandad. Demostró bastante carácter, tanto como para sobrevivir en esas naves llenas de personas crueles, marinos malhablados, malolientes y asesinos.

En uno de sus abordajes, y como mandan los cánones, hicieron esclavos a todos los tripulantes y pasajeros. Anne pasó revista a todos los prisioneros y fijó sus ojos en un joven de aspecto un tanto especial, con rasgos dulces, visibles a pesar de la mugre. La suspicacia femenina, ese sexto sentido que nadie sabe dónde está, pero que existe, le hizo sospechar que aquel joven era alguien muy especial. Se llamaba Mary Read.

Mary Read nació en Londres y probablemente también fue hija ilegítima. Durante un tiempo, su madre ocultó su nacimiento, hasta que, cuando murió su hijo mayor, la vistió con ropa de chico y la hizo pasar por su hermano muerto, con el fin de seguir cobrando una asignación que le pasaba la abuela del niño. La llamaba Mark.

Mark se enroló en un barco como marinero, pero lo abandonó al poco tiempo para alistarse en el ejército inglés, destacando como feroz soldado en la batalla. Cuando finalizó la guerra anglo-holandesa, volvió a embarcarse con destino a las Indias. Pero el azar quiso que finalizara su travesía como botín de Jack Rackman.

Anne, Calico y Mary constituyeron un trio sanguinario a bordo del legendario navío Revenge. Si formaron un trio, parejas o dobles parejas, ha sido el pasatiempo de muchos biógrafos, escritores de teatro y hasta directores de películas. Pero lo real fue que Calico y sus dos mujeres consiguieron ser muy respetados por su tripulación, que se dejaba gobernar a cambio de suculentos botines. Tanto Anne como Mary luchaban en los abordajes como el más temible de los hombres. Su fama era tan extendida que el Gobernador de Jamaica ofreció una elevada recompensa por su captura, lo que llevó a un sinfín de barcos tras su estela. Finalmente, fueron atrapados por el capitán Barnet, que navegaba en corso para el gobernador. La tripulación estaba borracha cuando los apresaron y no opusieron mucha resistencia.

Calico, junto con sus hombres, murieron en la horca y sus cadáveres fueron expuestos en la isla para escarnio público. Pero las dos mujeres declararon un avanzado embarazo y se les aplazó el juicio. Mary murió en prisión víctima de las fiebres, mientras que Anne consiguió salvar su vida gracias a que su padre pagó una fuerte suma al gobernador para poder llevarla de vuelta a casa y meterla en un convento. Murió en Carolina del Sur, a la edad de 84 años.

Ya sé que estas dos mujeres no son un buen ejemplo de navegantes; nunca capitanearon un barco y en realidad fueron unas asesinas desalmadas; bien es verdad que no con mucha menos alma que los corsarios que las perseguían. Un simple papel, la “Patente de Corso”, transformaba una idéntica profesión, el asalto y robo a mano armada, de proscrita a legal por la simple firma del Rey. Pero dado que llevo un tiempo haciendo un repaso a ilustres navegantes femeninas, no podía olvidarme de la piratería, una de las vertientes más novelescas de la navegación.

No es difícil imaginar que, si los marinos buscaban la libertad entre las olas, más lo hicieran dos mujeres constreñidas por la moral puritana de la época. Su vida a bordo, travestidas libremente en hombres, suponía un desfogue y una venganza personal frente a todas las prohibiciones y restricciones que asumían las señoras. No hay que olvidar que ambas eran hijas ilegitimas y que, por lo tanto, en algún momento habían sentido en la piel de sus progenitoras el oprobio de haber dado rienda suelta a la pasión prohibida. Y el fruto de sus pecados debía ocultarse de la burla escondido entre pantalones y casacas, desterrando lazos y canesús. Pero ellas asumieron su disfraz y lo tomaron como estandarte. Y ese coraje de vivir existencias al margen, en el lado salvaje de la vida, hizo que sus historias llegasen hasta nosotros para ser reinterpretadas una y otra vez, como yo hago ahora.

Yo imagino a Anne y Mary, asomadas por la borda buscando naves en el horizonte, mirando el reflejo de sus cabezas en la superficie del mar en los días de calma y gritando: Agarra la vida, ¡qué se te escapa!, como en aquella antigua canción de Génesis:

El rostro, desde el agua, te contempla
Y agita su cabeza como diciendo:
“Este es el ultimo instante en el que serás como hoy te ves”
Navega lejos, navega
Las ondas nunca regresan
Se fueron a la otra orilla…

24 comentarios en «Mujeres navegantes. Las piratas»

        1. Gracias, Maceto, es un detalle. Lo conseguí de segunda mano. La verdad es que no me ha gustado, se centra mucho en sus presuntas relaciones sexuales de las dos mujeres y deja a un lado la esencia y complejidad de los personajes. La verdad es que es difícil retratarlas, con el poco documento escrito que hay de ellas. La historia de Defoe, tampoco está muy claro que sea fiel a la realidad o que no esté adornada. En cualquier caso, dos mujeres fascinantes y terribles.
          Un saludo

    1. Gracias por el enlace. Es curioso, a Calico, le llamaban «el hortera», porque iba muy emperifollado. El Jack Sparrow, de Deep, que estoy segura que esta inspirado en Jack Calico, además de afeminado viste también de una forma recargada y llamativa.

  1. Hola Anuska.
    La verdad es que después de visualizarlas tal y como las describes, a espadazo limpio tomando al abordaje un barco y pasando a cuchillo a todo bicho viviente, cuesta creerse lo que nos venden en las películas de Hollywood, damiselas encorsetadas y monísimas que, por reveses de la vida (todas se iban a vivir con un pariente en Jamaica) acaban comandando un barco y dirigiendo una tripulación de feroces bucaneros. Porque aquí está la cuestión. Como bien se sabe de toda la vida, en los veleros de antaño y de hogaño si me apuras mucho, se colaba lo mejor de cada familia y estos angelitos no se paraban emprendas solo por el cambio de atuendo. Imagino que estas mozas, si te pegaban una leche, así, con la mano abierta, te vestían, y nunca mejor dicho, de marinero. Debía dar miedo encontrárselas de frente. Y hablando del pabellón negro con dos tibias y una calavera. Me pone del hígado los barcos con que me cruzo que enarbolan este pabellón. ¿Donde se creen que van? Bastante lata dan con la música a tope en las calas, para ir fardando de lo que no son. Los piratas eran unos hijos de la gran puta, y estos son unos horteras domingueros.
    Un millón de besitos
    VIRIATO

    1. Tienes razón, en verano sería apetecible convertirse en corsario y perseguir a los catamaranes con banderas de tibias y calaveras. Yo los colgará a todos de los pulgares y los dejaría al sol, con música de Regaeton, a todo volumen, hasta que imploraran perdón. 🙂
      Oye, lo de la paella se está retrasando tanto que igual la acabamos comiendo de pangolín.

      Muacc

  2. Que gracia, acabo de entender de donde viene el nombre del ancestro del Capitán Haddock, en Tintin: Rackham-el-rojo, famoso pirata y capitan de La Licorne… Hergé se documentaba bien. Pero como misógino que era, nunca hubo una mujer importante en sus álbumes, sino para caricaturizarlas, como la Castafiore!!!

    1. Y, tras leerte, uno se pregunta:
      ¿Que he hecho con mi vida?
      Queremos vivir más tiempo en lugar de querer vivir más.
      Y por eso vivimos menos.
      Gracias que, al leer, vivimos un poco las vidas de quienes sí vivieron.
      Gracias Ana.

      1. Yo no me calentaría mucho la cabeza; ni me arrepentiría de nada. En la vida se podrían haber hecho muchas cosas y se podrían no haber hecho otras tantas, pero al fin y al cabo es la nuestra. Hay que aprovechar cada momento de respiración como si fuera la gran aventura. Y más ahora, que parecemos chimpancés metidos en jaulas. Por eso, cuando veo a los turistas haciéndose selfis, sin disfrutar de su viaje, es cuando empiezo a preocuparme por el futuro de la humanidad.

    2. No lo sabía, Paul. Yo no era muy tintinofila, pero Viriato, el que escribe más arriba, era fan de los comics de Tintín. Seguro que Hergé era docto en la materia piratil. Yo voy a ver si me consigo el libro supuesto de Defoe, para empaparme bien de lo que sucedía en aquella republica anarquista de la isla Tortuga.

      Un abrazo

    3. No lo sabía, Paul. Yo no era muy tintinofila, pero Viriato, el que escribe más arriba, era fan de los comics de Tintín. Seguro que Hergé era docto en la materia piratil. Yo voy a ver si me consigo el libro supuesto de Defoe, para empaparme bien de lo que sucedía en aquella republica anarquista de la isla Tortuga.

      Un abrazo

        1. No, me refería al libro del capitán Charles Johnson, probable seudónimo de Defoe, que cito en el artículo: Historia General de los Robos y Asesinatos de los Más Famosos Piratas.
          Aunque Crusoe no me importaría releerlo y si es de la mano de Cortazar, más. Ay, cuantos libros se me acumulan.
          Gracias Paul

  3. Muy buen artículo Ana, enhorabuena. Me alegra ver que no caes ni de lejos en la tentación de idealizar a toda esa turba de asesinos. Desgraciadamente, muchas veces la cultura popular, ayudada por el cine y la literatura, ha convertido en héroes a personajes realmente deleznables, vendiendo como hazañas todo tipo de crímenes. Aún ocurre, no hay más que ver las llamadas películas de acción o leer determinadas novelas que sirven de entretenimiento a mucha gente; y resulta ingenuo esperar que, algún día, una sociedad culta y civilizada ponga las cosas en su sitio.
    Entretanto disfruto de tus artículos, me gusta tu estilo.

    1. Sí, Hollywood es capaz de transmutar al más horrible vikingo o a el romano más cruel en un ejemplo de honestidad y dulzura. Pero los mitos se construyen así, parte cierto, parte inventado, o tergiversado, por los escritores, actores y directores. También lo era en la época de Homero; encima con tradición oral; cada uno contaba el cuento según le convenía.
      Muchas gracias José Carlos por leer este blog y por tus comentarios tan gratificantes.

  4. Pues a Hergé le gustaban los barcos, hay mas de veinte en los álbumes de Tintin. Y el abordaje de Rakham el rojo al navío francés, El Unicornio, está muy bien contado ( por Haddock).
    Es verdad que en las aventuras de Tintin no salen mujeres pero en la época en que fueron dibujadas, no salía ninguna en las revista «para chicos».
    Un beso Ana

  5. Razón tiene mi amigo José, pero mis neuronas se pusieron finalmente a funcionar: el ancestro de Haddock era el Señor de Haddoque, que luchó y ganó la batalla al pirata Rackham el rojo.
    Inolvidable Tintín…

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