Había un gato loco que jugaba solo. Se subía a los árboles y saltaba sobre la tierra persiguiendo pájaros imaginarios y olivas que caían del cielo. Por momentos, se quedaba quieto y petrificado, para brincar de improviso sobre las 4 patas dando vueltas en redondo, como si fuera el minino de Chuck Norris. Era un sitio extraño y un gato extraño; no pedigüeñeaba por las mesas ni se rozaba en las piernas de ningún cliente, sino que simplemente disfrutaba de lo que la vida le ofrecía; y no era poco. El bosque de olivos, el mar al fondo y una taberna impresionista, apenas un sombrajo, con bombillas luciendo dentro de botellas rotas, y con una suave música de fondo; griega, por supuesto.
Estos son los sitios que más me gustan, primitivos y pobres, con una carta escueta y como único decorado, la bruta naturaleza de las islas del Jónico. Un cañizo rodeaba la cantina, disimulaba la cocina y escondía un baño resumido, con motivos de colores para amenizarte la estancia. En la puerta, una cisternilla con un grifo y un lavamanos de latón, hacían las veces de lavabo, mientras te extasiabas con los olivos y el gato. El problema venía cuando te enjabonabas las manos y se agotaba el agua del pequeño receptáculo, tenías que llamar al dueño para que te lo llenara otra vez o quedarte con las manos espumosas. Tristemente, cuando hacen algo de dinero, comienzan las reformas, los baños alicatados, los suelos de gres y las construcciones pomposas; normalmente acaban arruinándolo todo.
Los griegos siempre han sido espontáneos, francos y tozudos, gente a la que no les gusta que les digan lo que tienen que hacer. A ellos, más que a nadie, les vienen estrechas las normas, que ya nos constriñeron a nosotros y mucho antes a los italianos, haciendo del Mediterráneo un mar plano y sin excesivas diferencias. El que conozca este país desde hace tiempo, habrá notado que en los últimos años y sobre todo a raíz de la actual crisis, la normativa europea ha caído como una losa sobre una población no acostumbrada a llevar casco en la moto, respetar las rayas continuas, no pescar donde les apetece, pagar impuestos sobre las casas que habitan o no fumar en los espacios públicos. Esa domesticación les revuelve como el gato panza arriba que patalea ahora mismo, jugando con la sombra de mis zapatos. Cada vez es más difícil encontrar tabernas como esta.
Un grupo de pescadores rivaliza a carcajadas en la playa, iluminando el mar con potentes focos, buscando sepias y pulpos, o el gran ser que sueñan pescar algún día, en esa misma orilla. Me dan ganas de decirles: ¡daos prisa! Dentro de nada seréis furtivos, necesitareis carnets licencias y arpones homologados y caros, no esa bazofia de cañas sobre las que discutís felizmente.
No me convencen los bares con infinidad de platos para probar, prefiero más esos locales de una sola cosa, pero bien hecha. En esta taberna solo había kalamakis (pequeños suvlakis) con patatas, ensalada, empanada de berenjenas que hacía su “mana”, flores de calabacín que hacía su hermana y “pastsa” de boquerones ( salados y marinados) que hacía su tía. Servido todo en unas pequeñas bandejitas de metal. Yo creo que el dueño nos miraba, como disculpándose por no tener musakas, chuletas y pescados como en otras tabernas de más éxito. No te preocupes, es perfecto. Madre, abuela y tía, sabían perfectamente lo que hacían.
Llegó un coche con un matrimonio que saludó con familiaridad. Pidieron unos kalamakis y el hombre, con voz potente amenazó:
-Pero si me los traes en platos de plástico, no me los pienso comer.
-No, Mijalis. Acabo de comprar unas bandejitas metálicas que te gustarán.
-Ah, bueno.
Yo pensé que quizás, el evitar la loza, se podría deber a la antigua costumbre de los griegos, festivos, que al alegrarse con el vino y con la música, lanzan platos al suelo para romperlos y para desolación del tabernero. Pero me gustó que el tal Mijalis protestara por el plástico; yo tampoco lo soporto.
Pasó un camión a toda velocidad por la carretera.
-¡Bomberos!- exclamé yo
-¡Bomberos!- repitió Mijalis, con una pronunciación correcta. No había duda de que era…
-Yo antiguo marinero. Voy por América. Recuerdo algo español.
En ese momento caí en la cuenta de que la palabra bombero era también una excentricidad, porque nada tenía que ver con el fuego que apagaban, como en inglés o en griego, sino con las bombas. Me lo apunté mentalmente para investigarlo en otra ocasión.
Mijalis había engullido dos suvlakis, dejó el tercero a mitad y se dirigió a su coche, aparcado al lado de su mesa, en medio de la taberna. Bajó las ventanillas y puso la radio a todo volumen.
-Podósfero. Football- gritó satisfecho.
La mujer, parecia contrariada y un poco molesta por nosotros, e inventó una excusa bastante infantil.
-Mijalis, te quedarás sin batería.
Mijalis gruñó, por toda respuesta. Realmente debía de ser un futbolero empedernido, porque jugaban Inglaterra y Croacia. Qué carajo se le habría perdido a él con esos equipos del norte, para seguir ese partido ajeno y aburrido, encima por la radio. Se llenó todo de un vocerío de corners, goles y fueras de juego. El tabernero apagó la música.
-Football- volvió a decir satisfecho, entornando los ojos e intentando imaginar esos balones veloces y esos chuts a diestro y siniestro por el verde estadio ruso. El gato seguía, también, persiguiendo a sus ratones inventados, por las sombras de los olivos.
El futbol retransmitido por radio siempre me ha parecido tristón. Me recordaba al Carrusel deportivo de los domingos por la tarde, cuando era niña, cuando se echaba encima el final de la libertad y el inicio del cautiverio semanal; no había hecho ninguno de los deberes, ni había ido a misa, ni me había bañado. Me entraba una angustia existencial. Pero esta vez me pareció magnifica la espontaneidad e irreverencia de aquel hombre, la permisividad de la taberna y el silencio momentáneo de los pescadores, que intentaban enterarse del resultado del partido.
Por un momento me sentí eufórica imaginando que con este país no podrían, que los griegos no tienen “solución”. Yo, como el gato, voy a imaginar que esta taberna seguirá igual año tras año.
Μάλλον θα φοβηθούμε,
Θα μείνουμε σπίτι και θα υπακούμε
στο στόμα του λύκου εμείς δεν θα μπούμε για φάγωμα
κι όταν μια μέρα σωθούμε
ο λύκος θα ‘χει πάει σ’άλλο μαντρί.
Τότε θα κοιτάμε τους άλλους,
τους μικρούς, τους μεγάλους, αδύναμους κι άσημους
και στα κανάλια μας τους παπαγάλους στα κόμματα
κι ίσως μια μέρα σκεφτούμε
μα ποιος του έβαλε αυτούς εκεί;
Δεν φταις εσύ φταίνε οι άλλοι
οι απροσδιόριστοι , ανώνυμοι , άχρωμοι , άοσμοι
ίσως και η Σενεγάλη
δεν φταις εσύ και στην εξουσία τους ποιος θα την πέσει;
Ο ΓΑΤΟΣ ΜΟΥ Ο ΠΕΣΙ.
Κάτσε στο σπίτι, πλύνε τ’ αμάξι
μάζεψε φίλους και παίξτε monopoly
και εξαγόρασε όλη την πλάση και σκίσε τους
κι όταν το βράδυ ξαπλώσεις
ποτέ να μην ξεχάσεις την προσευχή.
Ζήτα απ’ το θεό τον μεγάλο
σπίτι, αυτοκίνητο, κότερο, χρήματα
και προπαντός να τον έχεις μεγάλο σαν δίκαννο
ζήτα και μην το ξεχάσεις
να φύγουν όλοι ξένοι απ΄ όλη τη γη.
Δεν φταις εσύ φταίνε οι άλλοι
οι απροσδιόριστοι , ανώνυμοι , άχρωμοι , άοσμοι
ίσως και η Σενεγάλη
δεν φταις εσύ και στην εξουσία τους ποιος θα την πέσει;
Ο ΓΑΤΟΣ ΜΟΥ Ο ΠΕΣΙ.
Δεν φταις εσύ φταίνε οι άλλοι
οι απροσδιόριστοι , ανώνυμοι , άχρωμοι ,οι Ισπανοί μα και οι Πορτογάλοι
δεν φταις εσύ και στην εξουσία τους ποιος θα την πέσει;
Ο ΓΑΤΟΣ ΜΟΥ Ο ΠΕΣΙ.
Probablemente tendremos miedo
permaneceremos en casa y obedeceremos.
En la boca del lobo nosotros no entraremos a por comida
Y cuando un día revivamos
el lobo se habrá ido a otro corral.
Entonces miraremos a los otros,
Los pequeños, los grandes, los débiles y desconocidos.
Y en los canales, los papagayos de los partidos
Y quizás un día pensemos
Pero, ¿Quién ha traído esto aquí?
No es tu culpa, es la de otros
los indefinidos, anónimos, incoloros, inodoros
y quizás también el Senegal
No es tu problema, ¿la autoridad quién la tiene?
Mi gato. El Pesi.
Sientate en casa, lava el coche
colecciona amigos y jugad al Monopoly
Compra toda la creación y destruyelá
y cuando por la noche te tumbes
nunca olvides la oración.
No es tu culpa, es la de otros
los indefinidos, anónimos, incoloros, inodoros
y quizás también el Senegal
No es tu problema, ¿la autoridad quién la tiene?
Mi gato. El Pesi.
Pidele al gran Dios
casa, automóviles, barcos, dinero
Y además grandes, como una escopeta
Y no olvides de pedir
que se vayan todos los extranjeros de la tierra.
No es tu culpa, es la de otros
los indefinidos, anónimos, incoloros, españoles, portugueses
y quizás también el Senegal
No es tu problema, ¿la autoridad quién la tiene?
Mi gato. El Pesi.
Voy camino de las Rías Baixas y hablaba en un momento dado de esas casas de comidas o tabernas que todavía tenemos en nuestro país.Mi amiga Carmenza, en Tenerife, nos llevó a un guachinche que describiré en otro momento .( Sigo en ruta).
Pues comete un pulpiño a mi salud.
Los gatos enloquecen con las olivas y se vuelven raros. No me extraña que éste de «la taverna» al estar rodeado de olivos sea tan juerguista.
Debía ser jovencito, pero también un poco venado. Igual son las olivas, como tu dices, que le ponen como una moto. Era divertido verle jugar.
Anuska. Si al final me va a dar añoranza con las tabernas del vigo viejo de cuando era un adolescente imberbe. iBendito riveiro casero! En cada tasca era de su padre o de su madre. Estoy contigo, no hay como esos sitios en los que en la carta solo ofrecen cuatro platos pero bien hechos. Me asustan los lugares en los que entro y hay que estudiar un master para leerte la carta entera. O peor, los restaurantes que lo mismo te ofrecen una pizza, que una paella Valenciana, que un pollo al curry con arroz. iEl cocinero un poliglota de los fogones! Tomate unos cuantos vinos a mi salud, y cuidame ese gato que es un figura!
Mil besitos
Viriato
El gato se cuida solo, el muy pillo. Yo me acuerdo de los chiringuitos de playa que había en la Malvarrosa; eran saladisimos. Unos sombrajos de caña sobre tarimas de madera y sillas de enea, todo pintado a rayas azules y blancas. De comer, clochinas y pulpo seco. Luego vino algún sesudo concejal de urbanismo y se los cargó, hizo el paseo marítimo de hormigón y unos restaurantes alicatados, donde camareros uniformados te sirven paellas catastróficas junto con espaguetis al pesto.
Muchos abrazos
Hola Ana:
Después de unos días de regresar de Grecia y al hilo de lo que escribes, tengo que darte la razón sobre esos cambios que te asaltan cuanto estás por allí y en las tabernas todavía lo percibes más.
Bien es verdad que después del viaje (hicimos dos de las Sarónicas y parte de la Argolida) uno siempre tiene la sensación de que prima lo positivo sobre lo negativo, pero el encontrarte tabernas donde ya no suena música griega (y la que suena es muy mala) te apena y ver lugares como Mandraki en Hydra, al que se llega después de una hermosa caminata al borde del mar, cuando tomas algo en la antigua taberna que está sobre la playa, puedes ver al fondo un «Mandraki resort» que hasta tiene ya barquitos directos desde el puerto, ello para disfrute de guiris.
No obstante, como decía, la sensación es que el alma griega se superpone y hace el balance siempre positivo, y en la sencillez e incluso la pobreza hay algo que engancha y hace que sientas aquello como tu casa y cuando la dejas y regresas la nostalgia por volver sea inmediata.
Un abrazo y buen verano (y buenas croquetas de calabacín y buen kleftiko)
Hola Mario. Me alegro de que hayáis disfrutado en vuestras vacaciones. Sí, la nueva plaga se llama «beach bar» y encima los hacen en los lugares más tranquilos y hermosos, para llenarlo todo del bum-bum tunda-tunda, el que yo llamo ruido cósmico. Los turistas es que deben de ser oligofrenicos, algunos, porque venir a Grecia de vacaciones para encontrar el mismo ruido que en su tierra, me parce un desatino. Ya vimos caer a España, espero que Grecia se resista un poco más.
Un abrazo a los dos
Hola, Ana. Hermoso artículo. Yo, cuando me paseo por Grecia (acabo de llegar hace unos días), me suelo parar en las tabernas sin mantel y dónde paran los autóctonos. Como diría mi amigo Rik, en caso de duda, pregunto en una farmacia.
Un saludo.
Hola Kiko. Cuidado, en una farmacia igual te mandan al restaurante naturista.
Fuera bromas, preguntando puedes encontrar buenos sitios donde se coma bien, pero las tabernas que alimentan el alma, esas, las tienes que buscar tu mismo. Ahí está su secreto.
Espero que hayas disfrutado mucho en tu viaje y gracias por pasar por aquí.
Sentimos profundamente los terribles dias por los que estais pasando con las consecuencias del devastador incendio. Para.ti que tanto amas esa tierra, su naturaleza y su gente…debe ser todavia mas duro. Esperamos al menos que por Lefkada y sus costas.no hayais tenido consecuencias.
Recibid Jesus y tu nuestro recuerdo y pesar por tantas perdidas humanas, materiales y de bella naturaleza.
Paco Lòpez
Hola ,Paco. Muchas gracias por tu interés. La verdad es que ha sido todo muy triste, por la falta de medios y de organización. Es la consecuencia de los recortes en servicios públicos.
Un abrazo