No puedo negar que un día enloquecí por ella, era tal su poder de evocación que el simple sonido del chorrito saliendo del barril y resbalando por el latón de la jarra anaranjada colmaba todas las expectativas y ahogaba las nostalgias. Si alguien quiere beberse a Grecia, con todas sus islas, saboreando Monastiraki, Plaka y el Partenón; con Melina Mercury o hasta el mismo Zorba, debe probar la retsina.
El olfato es uno de los sentidos más emocionantes que tenemos. Los aromas conectan con nuestro inconsciente e influyen en nuestro estado de ánimo, mucho antes de que nosotros podamos percibir conscientemente el olor. Si un perfume nos pareció agradable o positivo mientras estábamos en el útero, su recuerdo se convertirá en un calmante, razón por la cual los bebés y cachorros reconocen el olor de su madre a distancia. Pero dentro de la gama de olores existente hay algunos que guardan en su esencia, como la caja de pandora, una explosión de imágenes concentrada, como una apoteosis de fuegos artificiales. Para mi memoria olfativa, los reyes son el jazmín y el azahar, seguidos de aromas campestres de tomillo o espliego, de tierras mojadas, de la madera recién cortada, de lluvia y de salitre marino. Y cómo no, el olor a pino, a panoja, a piña, piñones y orugas procesionarias con sus polvillos que pican que no veas solo con su recuerdo de patio de colegio. Y todo esto te entra en la boca cuando pruebas la retsina y te sumerges en su mundo sápido incomparable.
La elaboración de vino con sabor a resina viene de la época clásica, en la que probablemente se sellaban las ánforas con savia de pino para evitar la oxidación y el agriado del caldo. Posiblemente, también sea un buen método de conservación organoléptica, o incluso de disfrazar los vinos más rastreros para poder venderlos al incauto. Hoy sigue siendo la seña de identidad de las tabernas del Ática y como decía más arriba, una forma de tragarse la Hélade entera a sorbos, pues es un sabor genuino como pocos.
Cuando empieza a gustarte la retsina, comienzas también a buscar aquellas tabernas que la sirven más fresquita, más sabrosa, más aromática y a despreciar las embotelladas, como bebidas de turistas perdidos por Atenas. Pero la realidad es que la retsina envasada pasa por unos filtros e inspecciones que la convierten en una bebida controlada; porque la resina, como buena savia arbórea, es sencillamente un batido de alcaloides a la que se le añade vino y sin vigilancia puede convertirse en peligrosa. Imagino que más de uno ha conocido las aguas estigias, agarrado a un ánfora perfumada, en una noche cualquiera de celebración, al regreso de la guerra contra los persas.
Así fue; un día paseando por los arrabales de Spetses, hace ya muchos años, descubrimos una taberna singular. Α plena luz del día la oscuridad en el interior era total. No tenía luz eléctrica y las mesas se iluminaban con lamparitas de petróleo, con tulipas ennegrecidas por la grasa de los dedos y el humo de las mechas. En las mesas algunos viejos se mecían en las sillas sin pronunciar palabra, arrojando sombras finas, como un grupo de Nosferatus de Murnau. Nos sentamos en una esquina y pedimos una jarrita de retsina. Lo cierto es que era deliciosa, con un aroma a bosque ateniense denso que te dejaba un buen rato buscando historias en el culo del vaso. Nos gustó tanto que le compramos otro litro para seguir bebiendo a la hora de comer. Y cuando habíamos acabado, como en una aventura de Homero, un denso sueño cayó sobre nosotros. Soñamos tantas cosas que se podría escribir un libro de aventuras, pero lo extraño fue que cuando se evaporaron los humos del sopor, la vida no tenía pinta de despejarse; andábamos de una parte a otra del barco flotando en una bruma onírica que nos atenazaba brazos y piernas; cuando intentabas desembarazarte de las cadenas, te aterrorizabas, porque caías en la cuenta de que era imposible. El tiempo pasa muy lento cuando uno experimenta esa serie de alucinaciones, se vuelve infinito. Arrancaban los pesqueros del puerto a media noche, con una lentitud y una parsimonia increíbles; la explosión de sus pistones, que en la realidad es un petardeo continuo, era semejante a un lento tambor celeste de semana santa interplanetaria. Las barcas de Caronte pasaban a nuestro lado con figuras de caras sonrientes mientras algún perro aulló con un lamento que duró horas. En algún momento tuve la sensación de que aquello era una ventana a la locura y que el límite entre cordura y demencia es tan suave y sinuoso que no sabes exactamente de qué lado estás. Cualquier persona que haya tenido una mala experiencia con el ácido lisérgico o cualquier psicotrópico se sentirá reflejada en alguna de estas escenas.
Amaneció, y la claridad tuvo algo de bálsamo. Esa capacidad de ver las cosas con sus colores fue atenuando poco a poco el mal viaje. Pero muy poco a poco, porque pasaron semanas, hasta volver a encontrar la normalidad y el calor de la sangre fluyendo por las venas. Supongo que era más por la aversión a que aquello se volviera a manifestar que en sí porque nos quedara algo de alcaloides en el cuerpo.
Ya no hace falta que explique que si la he vuelto a probar ha sido siempre de marca registrada, aunque suene a cobardía, y aun así, miro a través del vidrio la botella, por si ese líquido pajizo tuviera pesadillas en suspensión. Pero me sigue sublimando el olor del chorro saliendo del barril y salpicando la tablazón de las tabernas antiguas que se quedan impregnadas de esa emoción aromática para que llegues tú y la identifiques, con la inocente felicidad de aquella primera vez en que llegaste a Grecia.
Precioso artículo. Gracias.
Me encanta el vino de retzina, porque sabe a Grecia.
Quizá el vino en si, si fuera de otro lugar, no nos gustaría tanto. Pero es el sabor especial, el aroma que asocias a Grecia. Uno de ellos. Y para los que amamos Grecia, siempre será un grato sabor.
El único pero, es que, a menudo, en Grecia te sirven el vino poco frío para lo que estamos acostumbrados y para lo que parece que pide el calor en verano.
Si que es verdad que a veces descuidan el frescor del vino en las tabernas; y la retsina caliente es horrible. Yo prefiero los vinos normales y claritos, como el blanco de Limnos, nunca lo olvidaré; pero claro el folclore a veces me pierde y el problema con la retsina es lo que tu dices, te recuerda tanto a Grecia que lo bebes para teletransportarte a momentos pasados.
Un abrazo, Esteban, me alegro de seguir sabiendo de ti.
Creo que esta noche voy a tener barco en la cama después de leerte Ana… Cuando por fin me toque un día pisar aquella tierra ya sé que es lo primero que pediré en una taberna. Por cierto, ¿ cómo es, retsina o retzina ? Me ha gustado mucho esta entrada ( como todas ).
Musu bat.
Pero pruebala con tiento, ya ves lo que nos pasó por glotones. Yo creo que queda mejor Retsina, ya que ellos la llaman ρετσινα, y la sigma es nuestra s un poco más suavecita.
Me alegro de leerte
Musu bat
Anuska, para mi el sabor de la retsina siempres me recordara a tu chico y a ti. La primera vez que la probé fue estando juntos y cada vez que, después de bastante tiempo, la siento en mi boca, aparecéis como fantasmas en mi cabeza. Los olores y los sabores evocan situaciones, y la retsina es mar, es pino, es tierra caliente, es mecerse en la bañera al sol del mar ondulante.
No sé qué se sentirá cogiéndote una buena castaña de retsina, pero de la comercial, seguro que te da un resacón de narices.
Mil besitos
VIRIATO
Pues ya te cuento el mal viaje que nos dio, no quiero pensar en una borrachera de retsina. Sin embargo los blancos jóvenes griegos no dan ningún dolor de cabeza. Otra bebida nacional Mediterránea es el Ouzo, los anises, absentas y medas espirituosos con hinojo. Su nombre lo dice: puedes ver a los espíritus. Reconozco que nunca me gustaron, pues me sabían a Licor del Polo.
Un abrazón
Es curioso que en el Mediterráneo les gusten los alisados Y por el norte nos tomemos los Orujos . El licor de hierbas ibicenco ( cualquiera con lo de hierbas si imaginaría el típico orujo de hierbas gallego) se realiza con anís seco y dulce y todas las hierbas que encuentres por el prado.
Más besitos
Bueno, el hinojo crece por castigo a orillas del mar, aquí se toma hasta en salmuera, como las aceitunas. Yo le suelo añadir hinojo al caldo de pescado o bien Pernord, que lo lleva en su composición.
Donde pone alisados, leer anisados, esto de dictarle al teléfono y que escriba lo que le sale del arco del triunfo o es una lata …
Ana, no deja de ser curioso que este último texto sobre la retsina me haga recordar que únicamente la tomé una vez (en Atenas) y no es que me entusiasmara. Conozco incondicionales de tal vino, pero quizá por no ser tan propio de las islas que hemos visitado a lo largo de los años o porque mi curiosidad se durmió en ese anocher lejano de Atenas, lo cierto es que uno, que disfruta todo y más con los vinos de aquellos lugares donde he estado, se ha dejado en el camino alguna sensación como las que describes. He probado buenos vinos blancos de Santorini, de Paros, de varias islas más, de Macedonia, del Peleponeso, del Atica, hasta de viñedos del Monte Athos, y, faltaría más, los muy agradables de las tabernas, que a veces Dionisio no me susurra al oído de donde son. Aunque por aquí tenemos un godello a veces sublime, más otros fenomenales del Rosal, treixadura, etc., siempre que he viajado me he enamorado de la magia del vino de los lugares. Un buen sauvignon en Francia o Italia, los blancos de la Toscana (ya que el tema va por ese color). Ahora bien, nunca he disfrutado con tal deleite como con esos vinos griegos, sencillos, en esas tabernas únicas y con esa magia que a veces se da allí.
No obstante, que la retsina me perdone por mi falta.
Un abrazo y felicidades por seguir evocándonos esas cosas de la vida.
A mi también me gustan otro tipo de blancos, pero si la retsina tiene incondicionales es porque te metes en la boca una postal del templo de Sunion a la puesta de sol con el mismísimo Zorba marcándose un Zeibékiko. Es de esos sabores tan poderosos que se asocian a vivencias intensas y siempre quieres probarlos para revivirlos, como las galletas de nata de la abuela. Ahora, despues de aquel viaje la cato con un poco de aprensión. Hay que revivir escenas pero no tanto.
Otro abrazo gordo
También la tome en mi primer viaje a Grecia, alla por el año 1979. Tiempos pasados, muy presentes gracias a la memoria, e iniciaticos al mundo griego. Cerca de Athenas pasando la noche y junto al montaje de nuestro descanso, la gran fiesta del vino de julio. Espacio cerrado, con muchas mini tabernas griegas, exponiendo los diferentes vinos del pais. Y, de vino en vino llego la retsina, salia de barril y en jarrita. Los efluvios de los diferentes vinos, colmados con la retsina, me llevarón al primer ligue griego con el que me entendia en alemán, o así lo recuerdo….La resaca tremenda. La retsina con mucha cautela desde entonces.
Besos
Bueno, pues cada vez que la bebas te recordará susurros de Eros; ságapó y cosas por el estilo ¿No? Pero la resaca debe ser muy mala.
Además, en esos años, la retsina debía ser autentica, con trozos de pino flotando en el vaso. No me extraña que te enamoraras.
Otros
Ha salido anónimo, pero no es así.
Ya sabía que eras tu. Te has dejado el zapato antes de salir corriendo.