Asomó por la puerta con su bandeja de latón llena de vasos de agua con cucharitas; un amenazante ejército de hoplitas. Yo me levanté como un resorte de la silla. Υποβρύχια, exclamé, ¡submarinos! Y la perseguí por entre las mesas hasta que posara para mí. Ella, sujetando el gran disco sobre el hombro esperó paciente a que hiciera una fotografía. Y por supuesto pedí un par.
El submarino de vainilla no es algo que se encuentre fácilmente en las tabernas. Me pareció un postre excelente para una velada de buena música, acompañada de un apacible buzuqui, casi tan suave como la vainilla que se acomodaba en el fondo del vaso, descansando en el regazo de su cuchara, meciéndose y emanando algodones de dulzura.
El submarino es un refrigerio humilde que inventaron los reposteros quiótas residentes en Estambul, principalmente en el barrio de Gálata y le llamaron “dulce blanco”. Cuando estos pasteleros fueron deportados, tras la guerra grecoturca de 1919, volvieron a su arbolada Quios y se llevaron en su exiguo equipaje sus secretos, los esplendorosos dulces de “La Ciudad”, la única para los griegos. Al regresar a su isla, comenzaron de nuevo a popularizar el submarino con el singular aroma a lentisco: la mastija. Para entonces, la dulce cuchara refrigerada en su agua fresca se había convertido en uno de los sorbetes más comunes ofrecidos a las visitas de las casas griegas y una ceremonia obligada para los padres de la novia el día que se hacía público el compromiso de la joven pareja. Aun hoy es una singularidad con la que se obsequia a los visitantes del Patriarca de Constantinopla, así como en las bodas y bautizos de aires tradicionales.
Posiblemente los submarinos ya fueran dulces delicados de la Constatinopla imperial; pero se elaborarían con diferentes especias orientales, a las que los Bizantinos acomodados eran muy aficionados. La vainilla es el fruto de una orquídea hermafrodita mejicana. Los descubridores españoles la denominaron así debido a las pequeñas vainas aromáticas que colgaban de la planta. El proceso de extracción del condimento de vainilla es bastante laborioso, por ello, junto con el azafran, constituye una de las esencias más valoradas de la repostería.
El dulce de la cuchara es una pasta de azúcar, muy batida, que toma el color blanco, al que se le pueden añadir distintos aromas como la vainilla, la mastija o la menta; la textura es como un tofe, con un tacto aterciopelado para la lengua y una chispa de limón para despertar al paladar. El agua del vaso debe de estar bien fría, para que refrigere la cucharita, que se debe ir chupando con mucha calma, volviéndola a sumergir en el fondo para su descanso; el submarino.
El vidrio empañado de vapor, en esta calurosa velada veraniega, es una tentación para impacientes. Si te lo bebes se acabó la función, me dije para mí misma; así que me propuse que, lamiendo, lamiendo, me tenía que durar dos canciones. Me puse a tamborilear con los dedos en la madera, siguiendo el compás, y me entretuve en observar las caras de mis vecinos comensales para adivinar su opinión. Los extranjeros la recibían con indiferencia.
A los griegos de cierta edad esto tiene que traerles gratos recuerdos infantiles, de visitas a casas de abuelas y tías, que siempre solían reservar golosinas en las alacenas, envasadas en tarritos rodeados de puntillas; el submarino, claramente, constituyó el helado de una época sin neveras, improvisado frente al chorro de una fuente fresca, limpia y gloriosa. Yo miraba sus expresiones; algunos asentían, otros negaban. Posiblemente, el gozo imaginado en los recuerdos siempre supera al de la realidad.
Me recordaba al carrito del barquillero, con los niños como moscas alrededor, jugando a la ruleta; o a los asadores de panochas. El aroma del carbón socarrando los granos de maíz a muchos nos deja pasmados. Aunque no quieras, haces todo lo posible para detener tus pasos y ralentizar el trayecto frente a las olorosas brasas. Ay, mira como mete la espiga en su hoja lanceolada ¡Ah! Lo rocía con sal gorda. Hum, el niño lo muerde dejando la forma de su dentadura grabada entre sus granitos ¡Hala! El hombre elige otra buena mazorca y la deja tostar sobre el rescoldo, ella responde chisporroteando; mientras tus pies se han petrificado en ese cruce de calles, de olores y de crónicas.
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He conseguido chupar y chupar hasta el final, hasta cuando el agua se calienta y se pone blanquecina. La música se acaba. Los sabores me han transportado a una bochornosa noche en Estambul, frente a la torre Gálata, viendo a las barcas del pescado balanceándose en el Cuerno de Oro, hasta casi verter los aceites de sus frituras sobre cubierta. Los paseantes se refrescaban con submarinos de colores. Es realmente curiosa la sinestesia que recorre nuestros nervios; asociar olores y sabores con colores y recuerdos. Porque, ahora que pienso, yo nunca he estado en Estambul en verano y es la primera vez que pruebo un submarino.
Anuska, me has dejado sabor dulce en la boca, tanto que me chirrían los dientes como si una golosina eterna se me hubiera incrustado entre las muelas. Es tan dulce como imagino? Curioso el nombre y curiosa la manera de tomarlo. Tu recuerdo huele mazorcas, el mío sardinas a la brasa. Hoy, para vengarme, me he comido una docena yo solito. No eran como las gallegas que recuerdo de mi infancia, un palmo de sabor y carne. Éstas eran chiquititas, pero estaban cojonudas.
Un besazo enorme
Viriato
A mi, las sardinas me gustan pequeñitas, como las de Málaga, o las de aquí. Tienes que dejarte caer por estas tierras, comerás las sardinillas de tu vida. Y discutiremos de cual son las mas buenas, ahí está la gracia.
Un abrazo gordote
Ya me puse las botas en Preveza. A mí las sardinas me gustan de todos los tamaños, pero te tomo la palabra, a ver si pronto podemos estar ahí juntos Y discutir, como siempre, de lo divino y lo humano, claro está, con un buen vino griego en la mano.
Otro beso mas
Nos lo pusieron por primera vez en Nauplio, hace muchos años. Gracias por recordármelo, Ana, casi puedo paladearlo.
Hola Carmen. Las golosinas tan sencillas dejan buenos recuerdos de los viajes; más que una opípara y rebuscada comida.
Gracias por pasar
A mi también de medianas a pequeñas…y en casa ya no las como de otra forma que haciéndolas como me parece recordar, con fruición, que las comíamos ahí. Al menos intento imitarlas.
Un abrazo a ti y Jesús .
Hola Paco. Ya sé que es el tremendo dilema, sardina o parrocha, igual que tortilla con cebolla o si ella. Pero la sardinilla pequeña es más delicada y sabrosa, para mi gusto. El secreto está en hacerla bien, sin que se queme y pierda frescura; como la del Palo, en Malaga, o la de algunas tabernas griegas, no todas.
Un abrazo
Hola Ana
los submarinos griegos o bizantinos son diferentes a mis submarinos del norte de Argentina, alli le llaman a una taza de leche caliente y un trozo de chocolate al fondo y venga remover y si uno se arma de paciencia , el ultimo sorbo es mas concentrado, como bien dices, la memoria que gran cosa, nos suele llevar a ese lugar exacto con las sensaciones de ese momento ( ya sea de alegria o tristeza) y podemos ir guiados por el olor, sabor, sonidos etc, como tus relatos que tambien nos llevan a otros lugares, con placer renovado.. muchas gracias por esta nueva entrada.
Eso que cuentas, más que un submarino es una prueba de resistencia Zen ¡Qué impaciencia para un niño!
Supongo que por esa misma dificultad lo recuerdas con más agrado.
Un abrazo, Antonio
Hola Ana,
has unido en el recuerdo la cucharilla tratando de disolver la pasta y el Rembetiko. Qué cerca, qué lejos!
Con varias semanas a cuestas tras el regreso, tus escritos me golpean los recuerdos.
Esta vez sí pudimos escuchar un buen rembetiko en Ano Syros, aunque me sorprendió un cierto desapego social.
Llegamos con meltemi y algo te consulté al correo, pero el mismo meltemi, el estío y la faena supongo que lo traspapelaron.
Un abrazo
Hola Mario. He mirado cien veces os correos y no veo el tuyo por ninguna parte. Si que es verdad que a veces baja el correo Jesus y luego yo no lo veo. De todas formas llevamos un verano bien ajetreado , con graves problemas familiares y es posible que se le haya olvidado comentármelo; lo siento de veras.
Me alegro de la rebétika de Syros, es la patria de Bambakaris, así que espero que fuera sensacional.
Un abrazo muy gordo