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Un pobre país, sin pobres

En uno de los pocos terrenos libres que quedaban en el norte de Meganisi me encontré, como si de un castillo de la Compañía catalana de Roger de Flor se tratase, la desproporcionada estructura de una enorme casa en construcción.

−Barsa, Barsa −decía el albañil albanés que acarreaba cemento a pleno sol− president Barsa.

¿Así que aquella fechoría la había perpetrado un presidente del Barsa? Pero, ¿cuál? Se encogieron de hombros. No sabían su nombre.

La bandera cuatribarrada ondeaba junto a la griega en un arranque de notoriedad. A mí me hubiera dado vergüenza dejar pistas de tamaño desastre en el monte. Había sido necesario talar un bosque de olivos y decenas de cipreses, triturar la piedra de media montaña para allanar el terreno y dejarlo seco como un barranco. Y se habían dado prisa, el año pasado no había ni vestigios de la obra. La construcción en estas islas tiene un doble carácter criminal. Por un lado, esparcen un salpicado de enormes mansiones que se usarán a lo sumo dos meses al año. Por otro, descarnan la tierra, la dejan como un vómito ocre, como una tumba profanada, visible en la distancia, interrumpiendo el verde manto de la exquisita vegetación.

El Jónico griego está de moda y sus tierras hace tiempo que se tambalearon ante la codicia de los inversores extranjeros. Algunas se resistieron más que otras, pero Meganisi cedió al primer embate. Hoy, esta pequeña isla, que ofrece su mano abierta y entre cuyos dedos se abrigan calas y ensenadas, es un terrible sarpullido de casas y hotelitos prepotentes que se apropian de la costa para amarrar las embarcaciones de sus propietarios. El supuesto president también quería entrar en la lista de adinerados desalmados constructores y destructores de parajes naturales.



La Grecia moderna es un país relativamente joven, que repartió sus islas y su territorio entre los héroes de la independencia contra el imperio otomano. Estas haciendas han ido pasando de generación en generación, y como no tributaban, mantenían su propiedad, aunque solo fuera para dejar crecer lagartos, cabras y acebuches. Pero las generaciones pasan, emigran, se alejan y se desapegan. Los herederos, criados en Canadá, Australia, o Estados Unidos, ya no sienten la nostalgia de sus antepasados por esos archipiélagos de las canciones que oían de pequeños, mientras sus abuelos soltaban alguna que otra lagrimita. Venden sus posesiones para desembarazarse de inmovilizados que les empiezan a rascar el bolsillo y que ya no significan nada para ellos. Algo parecido a lo que le debió de pasar a Athina Onassis, cuando puso sus pies adultos sobre Skorpios y apenas podía decir algunas palabras en griego. Vendió la isla a su amiga Katerina, hija del oligarca ruso “rey de la potasa”, para que ella dispusiera de su nuevo reino en el Jónico: ha destruido media isla para construir un hotel de altos vuelos e infinitas estrellas. Pero de momento, con el parón de la guerra, aquello parece una cantera.

Una vez, uno de estos jóvenes griegos expatriados y con alto poder adquisitivo, me recriminaba que yo añorase aquella Grecia pobre que conocí hace ya muchos años. «Una Grecia pobre, sin pobres», le corregí.

Durante mucho tiempo he pensado sobre aquella objeción y sobre el derecho de un viajero a seguir encontrando aquello que le enamoró por vez primera. Grecia deslumbra, eso es un hecho. Deslumbraba ya a los románticos viajeros del S. XIX. Atraídos por la luz de su pasado Clásico, se quedaban pegados en la primera piedra sospechosa de pertenecer al esplendoroso tiempo de sus libros de historia. Aunque a los griegos, ese pasado Clásico les importara un bledo, demasiado tenían con sobrevivir a su reciente estrenado país, en el que los aglutinaba más cualquier iglesia bizantina que un templo de columnas desperdigadas por el campo. Con esta indolencia, genuinamente helénica, dicho sea de paso, vieron como los avispados y cultos visitantes les despojaban de estatuas y restos arqueológicos, algo a lo que ellos no daban mayor importancia. Véase las fechorías de Lord Elguin, o la venta de la Venus de Milo.

Nosotros también llegamos emborrachados por la luz griega, como las polillas. Leyendo y releyendo libros, que encaminaran nuestros pasos entre tanta claridad. Pero, con la perspectiva de los años, confieso que bastaron pocos meses para que me deslumbraran otras cosas menos evidentes: un país pobre, sin pobres. Unos habitantes capaces de disfrutar con la charla a la sombra de un árbol, en un banco, en el recodo de un camino, o con un cafetito eterno, acompañado por un helado vaso de agua, como la mejor de las glorias, como la verdadera ambrosía del Olimpo. Un país que esgrimía la solidaridad como medio de subsistencia: le pasaba algo a algún vecino y detrás iba todo el vecindario. Este credo hizo posible que se repusiera de sus durísimos tiempos de posguerra sin excesiva amargura. Realmente creí haber llegado a Xanadú: el placer de lo sencillo en una tierra en la que no te podías encontrar solo ¡Eureka! ¡Lo tengo!

El futuro es borroso, el presente es inestable y lo único que sosiega nuestro espíritu es aquella aparente serenidad del pasado. Eso no lo comprendes hasta que no alcanzas cierta edad. Por eso, yo buscaba, sin saberlo, el tiempo perdido, en aquel país acogedor. Los días remotos de una infancia triturada y desmembrada por las grúas y las palas excavadoras del litoral de mi país.  El progreso y la codicia no respetan paraísos. Todos queremos prosperar y vivir mejor, aunque, sin darnos cuenta, pagamos un precio demasiado elevado.

El turismo es un sector en auge. Da vértigo calcular cuantos viajeros sobrevuelan nuestras cabezas continuamente, subidos en aviones que se trasladan de una parte a otra del globo. Pero, como cualquier industria, es sumamente contaminante. Acaba haciendo tabla rasa de las singularidades locales y todo se pulveriza para convertirse en fino polvo lunar.  La música de cualquier «beach bar». La comida de cualquier restaurante. Las camisetas de cualquier tienda de recuerdos. Los gritos de cualquier botellón.

Envidio a los turistas inopinados, que eligen sus destinos sin prejuicios, van a los países sin involucrarse, hacen sus fotos y vuelven contentos y felices. Yo tengo la molesta manía de implicarme en el viaje, de enamorarme sin límites y de volver una y otra vez al mismo lugar como una toxicómana. Por eso me duelen más los cambios. Si ves un paraje en una sola ocasión, nunca te preguntarás cómo fue en el pasado.

Este invierno leía en la prensa local que el estado griego había desprotegido una ensenada de la isla de Kastos, la había declarado de interés turístico y permitía la construcción de un hotel de cinco estrellas. Kastos creo que tiene treinta habitantes en invierno, problemas de abastecimiento de agua e incapacidad de hacerse cargo de las basuras de los visitantes. La isla es tan hermosa que últimamente se dejan caer por allí los barcos de los millonarios. Es frecuente ver el yate de un famoso constructor español y el tremendo velero de un también famoso propietario de una conocida marca de moda española. Un año tras otro fondean en la misma bahía ¿Se habrán enamorado de la isla?
Lo que a continuación relato no tiene la mayor credibilidad que salir de los labios de un querido amigo tabernero un tanto fantasioso; por ello hay que tomárselo como simple cotilleo:

−Vinieron a cenar la otra noche la Reina de España y el propietario del velero grande.
−¡Hala! Ya será menos
−¡Qué sí!, ¡qué es verdad! Sofía, la griega.
−¿Y no te habrán tomado el pelo?
−Pues no. Y me dijeron que van a construir un hotel en Kastos para ricos.
− Y a ti ¿Por qué se te iluminan los ojos?
−Porque vendrán a mi restaurante y podré traspasarlo. 
−Vaya, veo que tu taberna ha ascendido a categoría de restaurante. Se acabaron los calamares rebozados.
Y te comprarás una villa ¿No? ¿Has mirado en Meganisi? Bueno, igual no te llega el dinero.


Fue Petros Markaris, el que escribió en su novela «El accionista mayoritario»: En Grecia, vendas lo que vendas, tomates en la plaza o programas de tele, siempre acabas pensado lo mismo; tratas de hacerte rico con los que están podridos. También fue él mismo el que dijo que, lamentablemente, los griegos estaban perdiendo la capacidad de ser felices con las cosas sencillas.

Μην κλαις και μη λυπάσαι που βραδιάζει
εμείς που ζήσαμε φτωχοί
του κόσμου η βροχή δε μας πειράζει
εμείς που ζούμε μοναχοί

Τα σπίτια είναι χαμηλά
σαν έρημοι στρατώνες
τα καλοκαίρια μας μικρά
κι ατέλειωτοι οι χειμώνες

Μην κλαις και μη φοβάσαι το σκοτάδι
εμείς που ζήσαμε φτωχοί
του κόσμου η απονιά δε μας τρομάζει
θα έρθει και για μας μια Κυριακή

Τα σπίτια είναι χαμηλά…

No llores ni te entristezca que anochezca
nosotros que vivimos en la pobreza
La lluvia del mundo no nos importa
nosotros que vivimos en soledad.

Las casas son bajas
como cuarteles desiertos
nuestros veranos son pequeños
e interminables los inviernos.

No llores ni te asustes de la oscuridad
nosotros que vivimos en la pobreza.
La crueldad del mundo no nos importa
llegará para nosotros un nuevo domingo.

Las casas son bajas…

24 comentarios en «Un pobre país, sin pobres»

  1. Hola anuska, si es una verdadera pena como se van denigrando los sitios bonitos, los que nos enamoran. Bien dices de nuestro litoral, pero no solo el Mediterráneo, también la Galicia de mi infancia no la conoce, que diría Guerra, ni la madre que le parió. Pero no solamente es la construcción, que tanto se ve; son las costumbres, las modas y nuestros propios actos al enfrentarnos con esos sitios que recordamos idílicos. También eran sitios idílicos por qué íbamos cuatro, en los que me reconozco, privilegiados. Al democratizarse las vacaciones, se han masificado esos sitios y se han vuelto iguales en todas partes. Lo mismo te da que te vayas una playa de moda en Ibiza, en la rías bajas o en Grecia, es todo igual. Como los cruceros de lujo. Por dos perras va a ver usted el mundo infinito, con una pulseritas que le permite ponerse de alcohol hasta las cejas… Y los beneficios me lo llevo yo, multinacional. En fin…
    Mil besitos a los dos
    VIRIATO

    1. El progreso trae prosperidad, sanidad, infraestructuras y facilidad para acceder a sitios antes remotos. Así que el engranaje se ceba solo, sin posibilidad de que lo paremos. Que conste que el Covid lo ha intentado, pero no le ha salido. Así que nunca más cierta la frase: adaptarse o morir. Eso no quita para que añada yo: y protestar.

      Un besazo

        1. Tienes toda la razón. Pero mientras el progreso se mida en PIB y este dependa, en nuestros países del sur de Europa, del ladrillo, nuestros gobiernos seguirán encantados de que sean sinónimos.
          Un saludo, Gregori

  2. Hola Ana,
    Gracias por recordarnos lo que estamos perdiendo por la avaricia de tanto desalmado, la rapiña nos rodea y no respeta nada, el megayate, el casoplón y qué más dá si se cargan una isla. Hay cosas que cada vez llevo peor y es ver como destrozamos todo lo maravilloso que nos rodea , cuando ves un paisaje intacto, lo disfrutas creyendo que estará allí siempre para tu gozo y vuelves y te encuentras esa mole apabullante que te escupe en la cara.
    Seguiremos disfrutando de lo que nos queda, no sabemos durante cuánto tiempo..
    Un abrazo fuerte!
    Isa

    1. El cemento es como un cáncer. Uno se hace un casoplón y el otro lo quiere más grande. Cuendo vi la banderita y la obra no pude menos que pensar en una fortaleza de Roger de Flor y su Compañía catalana, cuando vinieron a auxiliar a Bizancio y acabaron arrasando con ella y con Atenas. Deplorable que la historia se repita una y otra vez.

      Un besito

  3. Hola Ana: a un día de llegar a ese maravilloso país, esperamos que, de tu mano, seamos capaces de conocer, ver, vivir cada rincón, cada playa, cada puerto en el sentido que propones en esta entrada. Vamos con esa predisposición aunque para llegar tengamos que emitir algo de CO2.
    Un saludo y en nada contigo.
    Carmen

  4. Hola Ana:
    Comparto todo lo que dices, incluido el peso un tanto melancólico que lo envuelve. En esta fase actual del sistema económico capitalista que todo lo domina y no se detiene ante nada, la descomposición humana y de la naturaleza (por efecto del sistema) me temo que ya no tiene freno.
    Hace pocos días que regresamos y año tras año percibo una cosa aquí y otra allá que descubren cambios para mal; es comprobar que los sitios a los que vuelves ya no son los de hace 15-20 años. Hay casos, Mykonos, por donde pasamos por tema de conexión aérea, que simplemente es repelente. Hordas de turismo joven sin cerebro alguno, pendientes únicamente de su cuerpo, los selfis, la representación banal, da igual donde vayan.
    Por el contrario, todavía en Donoussa encontré una isla sin coches casi, que invitaba a caminar, incluso la gente que la visitaba tenía otra pasta. También en Tinos pude visitar hermosos pueblos donde podía caminarlos con deleite sin cruzarme con ningún turista, eso sí siempre acompañado por el viento. También paramos en Naxos, una isla a la que le tengo mucho cariño, pero ahí sí veo cada vez que vuelvo los efectos del turismo.
    En fin, todavía encuentras sitios donde te acomodas a esa idea que llevas dentro de las islas del Egeo; sin embargo ya sé que los cambios, más si tienes tiempo a observarlos, poco a poco se extienden sin freno.
    De vuelta a mi tierra, tuvimos que ir a resolver un asunto en Santiago y no veas en lo que la están convirtiendo: llena de gente, gente que no se ve que vaya a contemplar la belleza que encierra la ciudad, ya casi no quedan las tascas de siempre, nuevos negocios dirigidos a los turistas. Un nuevo parque temático.
    Bueno, procuremos seguir viviendo y con la máxima dignidad posible.
    Un abrazo

    1. Lo de las ciudades y el turismo es terrible: están convirtiéndolas en parques temáticos para atraer al visitante, los habitantes importan poco. No puedo imaginar Santiago sin tasqueo ¿Lo llenarán de Starbucks y pizzerías?

      Me alegro de que pasarais buenas vacaciones.

  5. La primera vez que visite Grecia y sus islas fue junto a un grupo de amigos, alquilamos un velero en Atenas durante 15 días, allá por el año 2.009 Pasamos una vacaciones extraordinarias, atravesamos en canal de Corinto, hicimos noche en la preciosa Trizonia y a día siguiente descubrimos el Jónico. Nos fondeamos un día en el norte de Meganissi con todas esas calas y fondeaderos con forma de garra, fue algo maravilloso, íbamos andando hasta su capital por la noche, que esta apenas a 3 kilómetros. Era un paseo de Ronda maravilloso. También visitamos Kalamos, Cefalonia, Itaka, Zante y nos fondeamos unas horas en la celebre Skorpios. De vuelta pasamos por el Argosaronico, hicimos noche en Spetses, Hidra y Egina.
    Cuando terminaron aquéllos maravillosos días, al dejar de nuevo el barco y venir los encargados para hacerle el «Cheking» estaba presente el armador del mismo, el barco era un velero Jeanneau 54. Recuerdo que entonces le felicite por su maravilloso país y sus preciosas islas, también le pregunte que me había extrañado muy gratamente que no estuvieran explotadas sus costas, con urbanizaciones y hoteles. La respuesta de aquel hombre ya mayor fue esta: Es que lo griegos hemos aprendido de los errores de los turcos y de los españoles y no nos vamos a dejar colonizar ni explotar destrozando nuestras islas virgenes, nos gusta lo nuestro, lo autentico. Ya hay bastante con Mikonos y Santorini. Me pareció su respuesta algo maravilloso.
    Ahora veo que de todas maneras, con mucha pena y tristeza que el cemento y su imparable paso, compra voluntades allí donde se establece. Siempre soñé en alquilar durante un par de años una casita en la pequeña Spartochori….un pequeño pueblo que esta en alto, con un precioso mirador, situado en la isla de Meganissi. Ahora veo que mi sueño se desvanece….como tantos otros con el paso de los años…. Solo nos queda el pasado del cual no hemos aprendido nada….y este desalentador presente gris y confuso, en cuanto a el futuro…. como diría Leonard Cohen en su canción «The future» «He visto el futuro hermano y es un crimen….»

    Gracias una vez más Ana por tus comentarios y tu maneras de exponerlos, siempre es un placer leerte, cuídate mucho y cuida esa pequeña parte de tu vida que tienes en la isla de Lefkada. Un besote grande.

    1. Los sueños se desvanecen con el paso de los años, por eso hay que atraparlos al vuelo y no procastinar su realización. Aquel hombre que habló con vosotros era sabio. El problema es que cuando desaparece una generación, los descendientes heredan sus bienes, pero no su filosofía.
      No te preocupes, Grecia sigue ofreciendo rincones encantadores si sabes buscarlos, aunque, tiene razón Cohen: el futuro es un crimen.

      Un abrazo

  6. Hola Ana,
    Acabo de volver de Creta, donde estuve en el año 82 y toda la costa norte está « alicatada hasta el techo »…afortunadamente es grande y quedan sitios vírgenes haciendo muchos kms…pero me dio pena ver la diferencia con lo que yo conocía. Es el progreso, dirán algunos; de verdad? contestaría yo, cuando se saturan los lugares los grandes hoteles buscan otros territorios y allí quedan moribundas esas construcciones, en el sur de Tenerife lo saben bien.
    Pero Grecia tiene una desgracia que en el fondo les protege, es zona sísmica y no pueden construir rascacielos, un pequeño consuelo, aún así Grecia sigue siendo idílica, solo hay que salirse un poco de lo conocido.
    Un beso και καλό καλοκαίρι!

    1. Hola Alicia. Miedo me da en pensar en Creta. Y tienes razón, seguimos disfrutando de momentos y rincones en este país. Pero, ¿Tú te has fijado que cada vez se oye menos música griega en las tabernas? Al turismo de masas no acaba de gustarle la «música árabe», que dicen ellos, y a la gente joven les gusta seguir la corriente general de los canales de Youtube. Quedamos los románticos, pataleando. 🙂

  7. ANA HOLA PASA TODO ESTE BLOG A UN LIBRO TAL CUAL lo encuentro genial ,es material y un dia esto va a desaparecer no tanto por eso ,pero si porque esta muy bien para libro papael

    1. Hola anónimo. Ya tengo 2 libros como puedes ver en el lateral: Mil viajes a Itaca y Navegando por el cielo. Nacieron ambos de historietas publicadas en este blog. Escribir aquí me entrena y me estimula para seguir desarrollando las ideas más tarde. Muchas gracias por tu interés.

  8. Hola Anita, magnifico relato como siempre. Nos paso lo mismo con Mallorca invadida de alemanes asta tal punto que el gobierno alemán allá por el 2000 sabiendo que juntando las escrituras era dueña de mas del 50% de territorio de la isla quiso proponer un referéndum a su población con la posibilidad de hacerse con la isla. Parece surreal pero estoy seguro que encontraras información.
    No suspires ya queda menos para que la raza humana desaparezca, lee mi novela FAGOS te reconfortara el final. Besos de un admirador

    1. Y Formentera ahora es una colonia Italiana. Pero nada podemos hacer para que la gente no venda sus terrenos y el estado sigue encantado con los impuestos que le produce. Fijate el Hotel del Algarrobico, tanto tiempo y todavía nadie lo ha tirado abajo.
      Voy a ver si me hago con tu libro para las próximas vacaciones. Seguro que me gusta. O me preocupa, quien sabe.

      Un saludo

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