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Un romance

Siempre hubo en mi casa un “Romancero Gitano” de Lorca. Me gustaba mucho el «Romance de la Pena Negra»y «el Romance de la Guardia Civil«;  llegué a aprenderme muchos versos de memoria. Esa tarde venía yo recitando, sin saber por qué unas estrofas repentinas.

Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.

Pudieron ser los hados o la premonición inconsciente. El caso es que cuando finalizaba las clases y me disponía a amarrar, una lancha verdinegra realizó dos trágicos círculos a nuestro alrededor y nos dejó tragando saliva y rociones de salitres en un tumulto de olas que nos cercaron como un tornado. Teníamos prisa por acabar; cerraban el puerto esa noche a partir de una hora y si nos demorábamos tendríamos que dar un gran rodeo a pie para salir.

.. Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.

Yo tiesa y quieta, mirando a todos lados como quien no ve nada y observa sin notar. La lancha que está esperando a la entrada del puerto. Los guardias en tierra. Y el brazo que se alza y la palma extendida. Y la voz potente. Aunque no quieras lo ves.
¡Nos paró la Guardia civil! Espero que sea rápido, les dije a mis acompañantes. Ya que de una clase se trataba yo expliqué la maniobra que debíamos hacer. Arrimarse despacio, dar la amarra de proa y marcha atrás con el timón hacia el muelle para que la popa se acercara poco a poco. Así lo hizo mi tripulante. Así, cogió el guardia la amarra. Así dimos atrás. Así casi destrozamos el barco porque el guardia, ni corto ni perezoso, sin un aviso, nos soltó el cabo en el último instante. La sangre empezó a templarse.

Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.

Por favor, la documentación. Por favor titulación del patrón. Por favor saquen todo el material de seguridad. Yo le dije si quería revisarlo a bordo y él me dijo que no. Yo le sacaba chalecos y él me pedía bengalas. Todos mirando la hora y él escrutando papeles. Yo me atreví con lo del cierre de la marina y él que lo hubiera dicho antes y que vamos, que no faltaba más, que la Guardia Civil es muy comprensiva y que él estaba allí para nuestra seguridad y no para estorbarnos. Y yo dije que ¡oh! pero que no se me había ocurrido hasta ahora decirle a la Benemérita que pasaba de largo cuando me dan el alto. Y él, para demostrarnos que de molestar nada de nada se fue a la patrullera con los papeles. Tardó tres cuartos de hora.

Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.

Cuando ya era bien de noche y mis alumnos uno por uno fueron pidiendo permiso para irse por motivos familiares yo seguía allí viendo pasar las horas. Se acercó arrastrando las botas y rechinando sus tacones me devolvió los documentos. Le recomiendo, dijo, que no tarde tanto en encontrar los extintores la próxima vez, podría poner en peligro su tripulación.

Yo para entonces tenía la boca seca y el espíritu amargo. En lo que transcurre un instante infinito se me cayó un cielo encima y me ahogaron vaharadas de poemas. Corre que te corre, la mente en esos segundos nos traiciona. Cállate tonta y quédate quieta. Pero para entonces me hervían todos los fluidos y linfas.

Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo se les antoja
una vitrina de espuela

La voz surgió de mi interior casi sin yo quererlo:

– Y yo le recomiendo, amable guardia, que dado que nuestras profesiones confluyen de algún modo; usted Guardia Civil del mar, yo Patrona de Altura de la Marina Mercante; hagamos prevalecer las costumbres y leyes de la navegación.  También yo me permito aconsejarle que no suelte la amarra a ningún barco sin permiso de su capitán; podría haber generado un accidente. Creo que usted, como yo, queremos ser buenos profesionales.

En el silencio de la noche, en aquel puerto vacío donde el relente iba rozándolo todo con sus dedos de charol, sonó algún trueno terrible en su cabeza de plomo, chispearon sus ojos de muerto  y me arrebató los papeles de un manotazo. Pasaron dos horas más hasta que me entregó la sanción.

Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.

Con las últimas fuerzas del cuerpo rebelado le miré a los ojos y le dije:

– Ve usted cómo no se les puede decir nada. Ustedes son guardias, pero no se equivoque, no se haga a la idea de que son accesibles y comprensivos. Cíñase a poner la multa, no hay otra motivación; y no endulce su conciencia.
Tengo que reconocer que no consiguió devolverme la mirada.

8 comentarios en «Un romance»

  1. Hola Anusca, es alucinante, ya nos adelantaste algo en tu anterior entrada. A mí me pasó algo parecido en el puerto de Castellón, no sé si te lo he contado alguna vez. Fue con el “Viriatín” camino de Peñíscola. Era en invierno. Por radio nos asignaron un sitio en el que no teníamos ningún barco al costado, pero de largo, y el viento, bastante fuerte de poniente, nos acolchaba contra el embarcadero. Al acercarme vi que no nos esperaba un marinero, sino una pareja de la Guardia Civil. Iba con mi amigo Esteban (que no está muy ducho en las artes marineras) bien aleccionado a pasarle las amarras al primero que apareciera en el pantalán. Entraba a amarrar de proa. Enseguida me di cuenta que aquellos dos no iban a echarnos ninguna mano. Para no alargarme, con el barco casi sin arrancada, salí zumbando a proa, salte al pantalán, lo paré, lo amarré a barlovento, tomé la guía y cuando estaba subiéndome para amárralo en popa y evitar que callera sobre el costado, se acercaron pidiéndome los papeles. No les mandé exactamente a la mierda, paro estuvimos cerca de tres horas esperando junto a la patrullera a que nos devolvieran todos los documentos. Hacía un frio del carajo por cierto. Contigo amagaron que es mucho peor. Si a mí me lo hubieran hecho, me había espachurrado contra el muelle. ¿Y se llaman del mar? Sin comentarios.
    Mil besitos
    Viriato

    1. Bueno, a parte de la sanción, que recurriré hasta la muerte, me ha divertido escribir la entrada. La Soledad Montoya: ¿Soledad por quién preguntas sin compañía a estas horas? Pregunte por quien pregunte dime a ti qué se te importa.
      Lo escribió Lorca, pero me gusta recitarlo.

      Besitos

  2. Reconozco que yo me habria mordido la lengua, aunque me habria quedado un sabor amargo de abuso y mala leche
    Por contra acabas antes y con la cartera mas llena (que no necesariamente igual de llena que antes)
    La verdad es que da mucha mala leche esa respuesta de "a este le jodo", por haber dicho lo que pensabas.
    Un abrazo

    1. Pues yo no me la mordí ¿Qué conseguí? Nada.
      La verdad es que la escena fue dantesca. Cuando el sargento, o lo que fuera, se iba a la patrullera a escribir, se acercaban diversos guardias civiles, los subalternos, preguntando:

      Una: ¿Como puedo yo aprender a amarrar? Me gusta cómo enseñas a tus alumnos.
      Otro: ¿Por qué te multa?
      Un tercero: ¿Donde me puedo sacar el título que tu tienes?

      Y yo les dije: preguntarle a Soledad Montoya.

      Otro abrazo grandote

  3. Horror Ana, con las fuerzas del orden has topado. Yo a los uniformes, lo digo de forma absolutamente global y genérica, prefiero tenerlos siempre lo mas lejos posible. Pero, perdóname la broma, si vuelve a ocurrirte usa el fantástico lenguaje que has intercalado en el relato. la poesía de García Lorca. Seguirás sin conseguir nada pero, por lo menos, disfrutarás declamándola y se volverán locos intentando entender de que les hablas. jejejejeje
    Ángel

    1. Hola Angel
      Uy que no, que si encimas les recitas a Lorca se creen que les estás tomando el pelo e igual te empapelan por desacato a la autoridad. Eso es lo malo que ellos te pueden multar por desacato y tu te tienes que tragar sus insolencias mordiéndote la lengua.
      Lo malo de los uniformes es que cada vez hay más; un día saldremos a la calle y serán todo polis y te detendrán, claro. Parece un capitulo de Espediente X, pero tiempo al tiempo.

      Un abrazote

  4. Dejando aparte disgusto,rábia,cabreo y fluidos molestados,tu romance con el hombre del tricornio me ha parecido de lo más estimulante.Ay,Anuska,como me has hecho sonreir y disfrutar con este paralelismo tan delicioso y tan bien logrado.Lo has bordado.

    1. Bueno, la mitad de la entrada la escribió Federico, con esa tinta dibujadora de pasiones que tenía; ha sido un poco trampa.
      Pues cuando tenga que recurrir pienso utilizar los mismos versos ¿Tu crees que me entenderán?

      Besos, Maria

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