Me disgusta que cambien los nombres de los sitios. La calle de la Sangre, calle del Desengaño, calle Abrazamozas, paseo de Valencia al mar, barrio de Lavapiés, o barrio de los Pajaritos, son ejemplos que nos inducen a preguntarnos qué historias esconden. Si hay misterio, hay emoción. Esos topónimos hacen únicos los lugares que denominan, aunque hayan pasado los siglos y se difumine su origen. Los sonidos de sus sílabas trascienden y terminan por remitirnos a su entorno, sus olores, sus personajes y sus ruidos; incluso si nombramos algo tan frío como la Quinta avenida o la calle 42, nos quedaremos braceando en un cine, con música e imágenes perfectamente reconocibles en nuestro imaginario. Todo ello, siempre y cuando no aparezca un alcalde recientemente elegido, y decida que es más correcto llamarlo de otra manera; en ese caso nos perderemos en las avenidas de una ciudad insípida e inapetente.
Ya una vez hablé de una estación de metro de Atenas que se llama Fix. Bueno, en realidad Singrú-Fix, como si a alguien le diera vergüenza que se hiciera referencia a una conocida cerveza. El nombre resultó ser muy interesante, pues estaba relacionado con una antigua fabrica de cerveza que fundó un señor alemán llamado Fuch, apellido que el deslengüe popular acabó por desnaturalizar y llevar a su terreno: Fix. Pero al seguir escarbando en la historia, me topé con el primer rey de la Grecia moderna, Otón I, que gobernó, bajo un Consejo de Regencia bastante impopular conocido como la “bavarocracia”, que fue a la postre la culpable de la llegada del Señor Fuch. Si queréis leer el artículo podéis hacerlo aquí.
Esta vez me han ocupado los días y los devaneos otra estación y otro barrio de Atenas: Maniátika. Creo que nunca paseé por sus calles, solo estuve de paso, pero de alguna forma lo imagino, después de visitar varias veces el Máni.
El Máni es un lugar extravagante y hermoso, atravesado de parte a parte por la cordillera del Taigeto en Laconia (Peloponeso) y poblado por gentes de carácter rudo e independiente. Fue uno de los principales centros de levantamiento contra el imperio Otomano. La crudeza del entorno y el omnipresente mar, allanaron el camino para que la navegación de cabotaje y la piratería fuera una de las principales actividades de sus habitantes.
Cuando las altas montañas del macizo comienzan a perder fuelle y se agachan para adentrarse en el mar, en el cabo Ténaros, la tierra se vuelve infecunda y pérfida y los montes se deshacen de árboles y matorrales para dejar rocas desnudas y achicharradas por el sol. Desde el mar da la impresión de ver un erial pardo y nervioso, surcado de caminos quebrados que suben a latigazos y separados por vallas y linderos de piedra que dibujan un entramado de formas sorprendentes. La posesión de estos campos baldíos, a los que nadie en su sano juicio debería dar mucho valor, fue fuente de graves conflictos y luchas intestinas entre clanes familiares.
Tras la conquista franca de Grecia, el Máni era una oligarquía feudal de familias que luchaban unas contra otras, o bien todas juntas, contra los recién llegados, y donde una afrenta al clan se debía vengar por obligación, no importaba que generación consiguiese realizar el desquite, ni siquiera de si se acordaban de cuál era el motivo del desagravio. Bastaba que una cabra pastase en suelo ajeno para organizar una escabechina hereditaria durante generaciones. Pero al final, dado que el Mani no está muy poblado y que todos, de alguna forma, están interrelacionados familiarmente, no comprendo muy bien como resolvían el entuerto sin dejar Laconia deshabitada.
En los periodos de paz, los maniotas volvían a enfrascarse en la construcción de torres, cada vez más altas, para poder mirar al vecino por encima del hombro y demostrar su superioridad. Estas torres Nyclianas de base ortogonal, agrupadas de vez en cuando en los pueblos, confieren al paisaje una singularidad de escenario apocalíptico; como encontrar un barrio de rascacielos abandonado y asolado en medio del páramo.
Cuando Grecia consigue su independencia y traslada su capital de nuevo a Atenas, el Pireo comienza a ser un centro neurálgico para el desarrollo de la ciudad y, por tanto, un polo de atracción de los emigrantes de otras partes del nuevo país. Fueron gentes provenientes de Hidra y de Quíos los primeros en asentarse en el nuevo y prometedor puerto, buscando fortuna. Su gran pasado marinero (Hidra tiene la escuela naval más antigua de Europa) y su capacidad de organización, pronto los hizo destacar y hacerse con la actividad portuaria más significativa. Cuando llegaron los maniotas, acarreando consigo su peculiar modo de sociedad, principalmente endogámica y anárquica, no tuvieron cómoda entrada en aquel mundo y acabaron desempeñando las labores más penosas, fundamentalmente de carga y descarga, lo que con el tiempo daría lugar al tan deseado oficio de estibador. En aquellos tiempos, los barcos fondeaban fuera del puerto y se hacía necesario utilizar barcas para el transporte de pasajeros y mercancías a tierra firme. Los maniotas se apropiaron de la ruda faena y se asentaron en una colina frente al puerto, la actual Maniátika, donde podían controlar toda la actividad de la estiba y, por tanto, fiscalizarla. Establecieron φατρίες, facciones, lo que los ingleses denominan “sindicatos”, de manera parecida a lo que sucedió en Nueva York con la emigración siciliana. Y, como en este caso, el silencio y la obediencia a las familias dominantes constituyeron la ley no escrita de funcionamiento a cambio de trabajo y protección. Hay un antiguo dicho que lo expresa muy bien: «Μανιάτης είναι ο παπάς, Μανιάτης ο αστυνόμος, μανιάτικος κι ο νόμος». Maniático es el cura, maniático el policía y maniática es la ley. En esto se basaba el δικαιωμός maniota, el particular cuerpo legal del Mani, que podríamos traducir por “vendetta”. Y así, el barrio nuevo de Maniátika se convirtió en el “lado salvaje del Pireo”, lo que se dio en llamar el Pireo duro.
En los años 40 era Maniátika un hervidero de “tekés” y cafetines donde anidaron los “mangas del Pireo”. Esos tipos con pistolas y navajas, amantes de las peleas y el trapicheo. Carnes de presidio que se ganaban la vida entre drogas, prostitutas y cuchillos con los que “levantarse la mosca”, con el pelo engominado y con su personal código justiciero. Verdaderos virtuosos del submundo, “meraklís” de aspecto chulesco y atildado con mucho tiempo para danzar su música tabernaria acompañada del buozuki y el baglamás: la rebétika.
La consecuencia de esa dificultad para la organización de los maniotas es visible todavía en las calles de la Maniátika actual: dan vueltas, hacen cruces y trepan cuestas sin llegar a ninguna parte, para acabar sin sentido y sin aviso en un caos urbanístico indescifrable. Y el legado de aquella obligada “omertá” también da como resultado que sea hoy un barrio silencioso y tranquilo donde no es costumbre hablar con el forastero.
Pues ya veis lo que da de sí una parada de metro: o bien te tomas una cerveza en la de Fix, o te fumas un narguile en la de Maniátika dejando volar tu poderosa imaginación en ambos casos. A no ser que aparezca un joven y moderno alcalde a descorrer una cortinilla para cambiarle el nombre a la estación. Acabaría llamándose “Nueva Europa” o algo por el estilo, siempre que fuera políticamente correcto. Si es así, manga, ¡lárgate!
Esta conocida canción de rebétika está escrita en la prisión por un compositor anónimo. He elegido este video, aunque su realización no es muy buena y está un poco borroso, porque musicalmente es la versión que más me ha gustado de todas las que están colgadas en YouTube. Además, los dibujos pertenecen a un libro de Elías Petrópulo, llamado Rebetiko que es una joya. Es una pena que se vean tan mal porque son muy ilustrativos de los personajes.
La traducción de la canción la he realizado yo. Dado que trata de “fumetas” y está escrita en argot, ruego me disculpéis si he cometido errores. Os invito, por tanto, a que hagáis todas las sugerencias que consideréis oportunas, así aprenderemos todos de ese interesante lenguaje canalla y “maniático”.
Πέντε μάγκες στον Περαία
πέρναγαν απ’ τον τεκέ
ένας είπε απ’ την παρέα
πα να πιούμε ένα αργιλέ
Μπήκαν μέσα να φουμάρουν
φώναξαν τον τεκετζή
φτιάξε ένα αργιλέ αφράτο
με Περσίας τουμπεκί
Δύο τάλαρα τον δίνεις
τρία θα πληρώσουμε
αν η γκλάβα μας γεμίσει
θα σε προτιμήσουμε
Φούμαραν και ήταν τζούρα
φώναξαν τον τεκετζή
δεν κατάλαβαν μαστούρα
ήταν σκέτο τουμπεκί
Εσύ νόμιζες πως έχεις
τίποτα κορτάκηδες
ούτε πιτσιρίκια έχεις
μήτε και πρεζάκηδες
Πάμε `κεί στου Κουνελάκη
έχω ζούλα ναργιλέ
πάμε μάγκες να τον πιούμε
να μην πάμε στον τεκέ
Αν θα κλείσουν τους τεκέδες
Περαιά Κρεμυδαρού
τότε πια θα κουβαλάω
στην σπηλιά την κουρελού
Cinco mangas del Pireo
pasaban por un teké
y uno les dijo a los otros:
vamos a hacernos un narguile.
Entraron dentro a fumar
llamaron al patrón:
prepáranos una cachimba esponjosa
de material de Persia.
Nos pusiste 2 talegos
y te pagaremos 3
pero si nos colocamos
te preferiremos.
Fumaron y era porquería
Llamaron al dueño.
No tenían subidón
era sólo tabaco.
Tú piensas que somos
nada más que mujeriegos
ni chavales somos
ni drogadictos.
Vámonos a Kunelaki
Tengo allí una cachimba
¡Vamos, mangas a fumar!
No vayamos al teké.
Y si cierran los tekedes
del Pireo y Kremidaki
entonces os llevaré
a la cueva del pringao
Hola Anuska, que interesante lo que cuentas. He recordado el libro que me recomendaste sobre la zona del mani, agreste y dura y llama la atencion de lo que cuentas de esa gente tan especial. Recuerda calcado a las películas de mafiosos italianos en Nueva York. Es curioso como los comportamientos se repiten con los grupos de gente marginal.
Me encantan los dibujos que acompañan a la cancion.
Un beso muy gordo
Viriato
Sí, es curioso que un oficio como el de estibador acabe siendo mafioso, o cuanto menos endogámico, en varios puertos independientes: Nueva York, Pireo… y en España, desconozco los comienzos, pero también ha sido una profesión muy deseada a la que era difícil acceder, a no ser que fueras familiar de alguien. Es decir: un «sindicato».
Un abrazo
Si , interesante y curiosa historia , contigo se aprende mucho de Grecia , gracias Ana , Bss.
A veces, como en este caso, me encuentro una noticia suelta en un periódico y me pongo a indagar. Al final suelen salir cosas interesantes. Es como jugar a Hércules Poirot. Me alegro de que a ti también te resulte interesante.
¡Ay, Ana, qué cosas! ¡Qué interesante! ¡Para cuántas historias da esa tierra! A mi imaginario llegó como el territorio y el refugio de P. Leigh Fermor. ¡Gracias! ¡Besos!
Leticia
Los libros de Fermor nos fascinaron a todos. Y el Mani es estupendo. Pero el otro día, leyendo sobre el Pireo, me encontré con la historia de Maniátika y me puse a escarbar un poco. La vida de los puertos es un mundo aparte, donde aparecen gentes de aluvión y van moldeando la ciudad normalmente proscrita. Esa época de los «mangas» siempre me ha interesado, no solo nos dejó su música sino una estética singular.
Gracias, Leticia, por pasarte, como siempre.
Un abrazo gordo
Hola Anna,
Muy interesante tu trabajo de investigacion sobre los mangas del Pireo.
En Barcelona, en un bar del Raval, celebran los rembetomartes. Me he dejado caer un par de veces…. es un sónido desgarrado y bastante duro, de ambiente marginal, sin duda, y no apto para todos los oidos.
A mi me dijeron que era la música de los deportados del desastre de 1922, pero esa conexión que explicas entre ρεμπέτικο y los maniotas aguerridos de Fermor es un gran descubrimiento.
Un placer leerte, como siempre
Estás en lo cierto. La rebétika tiene sus orígenes en la música que trajeron de Asia menor y Estambul los griegos deportados tras el conflicto de 1917. Como llegaron con lo puesto, acabaron viviendo en el Pireo y Salónica, ganándose la vida como podían. Eso a la larga se traduce en drogas, contrabando y prostitución. Luego la rebétika se convirtió en una música contestataria contra la ocupación Nazi y contra la dictadura tras la guerra civil. Como el blues o el tango tiene ese toque de proscrito y portuario, con voces desafinadas y un tanto etílicas. A mí me encanta y me sigue sorprendiendo como sus letras hablan libremente de cosas que en nuestro país estarían totalmente censuradas. Y se siguen cantando en las fiestas populares.
Un abrazo, Fernando y gracias por tu comentario