Comenzaba a encenderse la noche caliente a vaharadas de aire chamuscado y nubes rojas. Corríamos veloces por las carreteras entre las lagunas, perfiladas por los cañizos. Y corrían paralelas las garzas, como papelillos blancos lanzados al viento en una boda; se reflejaban en los líquidos espejos y se multiplicaban hasta el infinito en las ondas de alguna anguila imprudente. Corríamos para llegar a tiempo y mi corazón se desbocaba de los nervios por el retraso y nuestra mala previsión. Dejamos Mesolongui y llegamos al redondo pueblo de Etólico que, como una galleta en las natillas, flotaba en los estanques a la deriva del tiempo y el espacio. Circulábamos por su perímetro de carrusel, viendo prenderse las lucecitas de colores de sus tabernas frente al agua. Cuando llegamos al teatro ya oscurecía y la gente se agolpaba en la ladera de la colina, de la que un día fue isla, levantando una densa y sofocante polvareda. Los meandros del rio Aqueloo y las charcas cercanas proveían al público de unas buenas nubes de mosquitos sanguinarios. Notamos un espacio elástico y una vuelta a un pasado de hace 2500 años, cuando los espectadores llegaban en burros y en caballos, andando o en barco, a presenciar la novísima comedia del escritor que triunfaba en Atenas.
–¿Has visto la última de Aristófanes?
–No
–Es desternillante pero un poco picante. Se llama Lisistrata. La representan en el teatro de las Oiniades en los próximos juegos.
–Ah, iremos seguro mi familia y yo.
Los mesolonguitas, región de Etólia- Acarnania, son afortunados pues tienen hasta tres teatros clásicos en su vecindad. Hace 2000 años, como en Broadway, los ciudadanos eran unos privilegiados que podían presenciar los recientes estrenos sin hacer grandes viajes y comentar con sus vecinos, aplaudir o silbar a rabiar a trágicos y cómicos por igual. Uno de ellos, el teatro de la Oiniades, estaba en lo alto de una isla rodeada de lagunas a las orillas del rio Aqueloo, el rio-toro, que poco a poco fue engulléndolo todo con sus sedimentos y transformando en tierra firme a todas las islas cercanas. Tan ávido es el gran rio que incluso ahora, navegando en las proximidades de su delta, hay que tener cuidado pues las sondas cambian constantemente y los veriles de las cartas náuticas se quedan anticuados muy pronto.
Aristófanes, fue un comediógrafo implicado en política de la polis ateniense. Sirviéndose del teatro como campo de batalla y conservador en sus gustos y en su actitud política, llevó al teatro las cuestiones sociales, artísticas y religiosas, criticando con dureza y humor satírico las posturas demagógicas. Se opuso a la guerra del Peloponeso porque llevaba a la miseria a los campesinos del Ática, en una guerra fratricida que denunció sobre todo en Lisístrata. Por todas partes podía olerse la ruina moral y económica ateniense, familias destrozadas, padres ausentes, mujeres solas, ancianos abandonados. Las mujeres, representadas por Lisistrata creen que es necesaria la paz y la reconciliación entre griegos. El mismo nombre, Lisistrata , de λυω – στρατός , quiere decir disolver-la guerra.
La comedia política es una verdadera catarsis de risoterápia. Escapa de la aburrida realidad gracias a los chistes, las chanzas, los bailes y la música. En ese sentido, Lisistrata, es una crítica pacifista y feminista que trasciende los 2500 años y llega actual hasta ahora. La protagonista se queja del parco papel que tienen las mujeres en la vida pública y lo corta que es la vida para ellas; cuando envejecen quedan relegadas como trastos inservibles. La propuesta que hace jurar cumplir a sus seguidoras es la única que puede hacer daño a los hombres y empujarles a abandonar la guerra: una abstinencia sexual, que no erótica, ya que conmina a las esposas para que paseen desnudas por sus hogares excitando a sus maridos, pero sin satisfacerlos. Y una dejación en sus labores cotidianas, olvidándose de sus deberes como madres y amas de casa. El resto es lio de comedia.
Las gradas, o lo que quedaba de ellas, estaban llenas y tuvimos que sentarnos bajo los árboles, sobre la dura tierra y entre los cardos y sus raíces. La luna se colaba entre las hojas onduladas de los enormes robles, dejando un patio de butacas plateado con dibujos de escarola. Y mientras los precavidos locales se habían traído cojines y almohadones yo extendí un pañuelo en el suelo, más como un símbolo que como algo eficaz; los terrones, piedras y arrancamoños no entienden de sutilezas. Encendieron el cañón que iluminaba el escenario, tan de improviso que atrapó a muchos insectos que se embriagaron en su haz de luz, bailado y girando hasta quemarse y caer como perdigones felices entre las cabezas. Y emprendió Lisistrata a esbozar voz en grito su propuesta.
El público se reía hoy como entonces, con la risa universal, esa que nace de dentro y que no es aprendida sino espontanea, surgida de los inicios de la humanidad y del mundo, de las cosas soeces y escatológicas de la vida diaria. Frente a la seriedad y el constreñimiento cotidiano, la sonrisa se genera en el propio cuerpo y de él mismo se ríe. Pajaritos, maripositas, pitos, vergas, membrillos y chirris, homosexuales y travestidos, pedos y eructos, sudores y olores, intercalados con críticas políticas y sociales de actualidad. Incluso la mayoría de personajes de la obra tienen nombres con un trasfondo sexual. El humor primario para sobrellevar la vida y en contraposición a la tragedia, que se escribe sola y siempre acaba con la muerte del protagonista. Parece ser que el gesto obsceno de levantar el dedo corazón, que muchos creerían contemporáneo, asoma ya en Aristófanes, en Las Nubes; un campesino al que le hablan de un verso dactílico, δάκτυλος es dedo en griego; yergue el dedo corazón y pregunta: «¿Cuál? ¿Este?», con lo que despertó las carcajadas.
Nos reíamos todos; el público, los tramoyas, familias enteras con niños pequeños, algún extranjero atrevido, como nosotros, y los propios actores parecían disfrutar de sus danzas y picardías. Al final, como era de esperar, todo acaba bien; los griegos , atenienses, beocios, espartanos o lacedemonios, se unen en un baile feliz, abandonan la guerra y vuelven con sus esposas de ”hermosas túnicas azafranadas” a vivir la sordidez del día a día y a hacer el amor como locos. Los focos se apagan y se vacía el imponente teatro con rapidez. La gente se agolpa a la entrada, sobre el puestecito de agua y golosinas dejándolo pelado, mientras los mosquitos se frotan las manos cebándose en algún rezagado. Luego solo los grillos, las ranas y la hermosa Selene acariciando los pinos. Y ese buen sabor de boca que dejan estas cosas. Dulce que dura y perdura un tiempo en nuestro recuerdo. Y 2500 años en la historia.
Otra vez, gracias a Rodi y los amigos de Mesolongui, que nos avisan de cosas tan hermosas.
Buscando una canción que ilustrara el texto me encontré con la opera de Theodorakis, Lisistrata; en ella hace homenaje a Manos Hatzidakis, poniendo una canción suya en boca de un personaje creado exprofeso. Siempre se ha dicho que ambos músicos eran rivales, yo creo que la intención de Theodorakis es demostrar que ello no era cierto y que como en la propia obra, los enemigos más acérrimos deben acabar juntos.
Precioso tu relato los de tu libro «Mil viajes a Itaca» que regalé a nuestra súper profe de griego moderno Isabel.
Quería preguntarte si Mesolongui es la isla de la película Mediterráneo que tanto me gustó.
Φιλάκια και καλά ταξιδάκια!
Mesolongui está en el continente, frente a Patras. Es una ciudad entre lagunas, se parece a la albufera mucho y de hecho allí también comen anguilas. Es la región de la antigua Etolia y está llena de restos arquelógicos interesantes. La que tu dices es Megisti que está frente a Turquía. También la llamaban Kastellorizo los italianos.
Un super abrazo para ti y tus chicos
Preciosa noche de teatro a la que me has llevado entre grillos y ruinas de hace 2500
Dale las gracias al gran Aristófanes y a los griegos que construyeron tamañas maravillas.
Saludos, Pedro
Delicioso
gracias
Gracias, son esas noches de verano que se quedan para siempre en el recuerdo por bonitas.
Saludos
Cerrando los ojos he podido trasladarme hasta esa noche de teatro, que maravilla disfrutar de un espectáculo así al aire libre bajo las estrellas. Aquí (Donosti) han vuelto a poner cine en la playa durante las fiestas, no es lo mismo pero lo disfrutaremos…(ya podían poner «Mediterraneo»).
Buen verano Ana.
El cine de hoy es el teatro de entonces. Pero además, es que ver a los actores en directo, tiene una magia especial y si encima es en un teatro griego no te quiero ni contar. Mediterráneo es muy buena, es también risa asegurada.
Buen resto de verano para vosotros también
Precioso el teatro y el yacimiento de Oiniades, al que me llevó otra entrada de tu blog. Cuando yo estuve solo me encontré a una víbora calentándose al sol de primavera. Es una suerte poder disfrutar de los versos de Aristófanes en un lugar tan especial.
Saludos.
Hola Juanjo. Es uno de los recintos arqueológicos más interesantes de Grecia, por lo menos para mi gusto. El Nehorio es único y el enclave, todavía entre charcos y el rio, da buena idea de lo que fue. En primavera debe de ser precioso. Me alegro de que disfrutases en tu viaje rumbo a Itaca.
Bueno, los auténticos versos no los oímos. Era mas bien una adaptación musical en griego moderno con muchos chistes haciendo referencia a personajes de actualidad. Por mi mejor, de otra forma no me hubiera enterado de nada, o de muy poco.
Eso es precisamente lo que hacía Aristófanes, reírse de los personajes conocidos de su época. Las mejores adaptaciones son las que actualizan los chistes para que nos sigan haciendo reir. Si a eso le añadimos la original trama de la huelga sexual de las mujeres no me extraña que pasarais una noche divertida.
Maravilloso relato, Anuska.Hasta los aromas has conseguido traspasar de isla a isla. Tu duende és inagotable.T’estím.
Pues a ver cuando vienes por aquí a degustarlo en directo. Aunque bien pensado, igual te contratan de por vida para representar Antígona o lo que haga falta. Te sobra madera de teatro clásico. Tu tambien tienes duende y jo també t’estím
Tu fantástico relato, me lleva al inicio de la adolescencia, cuando encontré, un poco escondido una edición de Lisistrata. Estaba ilustrada por Serafín, pequeña joya de mi filoheleno padre. En aquellos inicios de la adolescencia, no entendí el poder que describía Aristófanes. Siempre me ha acompañado, la obra al descubrir, paso a paso, la energía que mueve al mundo. Qué guinda, haber estado allí . Un gran abrazo
Pues debía ser un ejemplar precioso. A So Vicent siempre le pirró la escatológia, yo me acuerdo de un libro que tenía: «Manual del perfecto pedómano». Debieron vender dos ejemplares.
El mundo gira pero la risa permanece y es curioso que siga surgiendo de las mismas cosas que hace 2500 años. Cuando somos niños lo tenemos claro: los excrementos son lo que mas gracia tienen.
Un achuchon fuerte para que te recuperes
Hola Anuska, Mesolongui, qué recuerdo más estupendo, entrar por el canal balizado con palafitos a cada lado, cada uno más bonito que el otro, te daban ganas de acercar el VIRIATO a su muelle y quedarte ahí a vivir. Yo de teatros antiguos, no se me puede olvidar las representaciones que gracias a la prima de ISABEL vimos en el teatro Romano de Mérida. Es alucinante la sonoridad y como la trama que se representa en el escenario te envuelve. Tíos listos los griegos y después los romanos montando sus teatros.
Un beso muy gordo para los dos desde Bayona
VIRIATO
Me llenan mas las ruinas griegas que las romanas, a pesar de que en el teatro de Merida se esta infinitamente mas cómodo, todavía le estoy quitando arrancamoños a la ropa que llevaba.
Pues de Mesolongui te queda por probar as anguilas a la brasa.
Buenas vacaciones tengan vuestras mercedes